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Ferruccio Mazzola y su j'accuse

El mundo del fútbol, como manda el ceremonial, llora a Ferruccio Mazzola. El mismo mundo, embustero y celoso de sus secretos, al que no pertenecía.

Ferruccio Mazzola y su j'accuse
Ferruccio Mazzola
luistejo
Por Di Virgilio / Luis Tejo

Ferruccio Mazzola ha expirado, vencido por una larga enfermedad. Murió en la Borghesiana, un suburbio de Roma donde enseñaba fútbol a los niños. Hijo de Valentino, capitán del Grande Torino, y hermano menor de Sandro, columna vertebral del Grande Inter. Con él desaparecen las acusaciones dirigidas a un mundo que durante mucho tiempo ha permanecido sordo y ciego: el del fútbol, rodeado por el dopaje y perseguido por los amaños de partidos. Un mundo con su propia ley del silencio, a veces hasta el paroxismo, a años luz de distancia de los valores éticos y morales en los que debería basarse.

Ferruccio Mazzola ha sido para muchos un personaje controvertido y conflictivo sobremanera. Sin embargo, a raíz de sus soflamas, quienes compartía su fondo y sus formas le recordarán como el terzo incomodo, derivado del título del libro con el que pronunció su famoso j'accuse a la industria balompédica italiana. El principal destinatario de sus acusaciones fue precisamente el Grande Inter de Helenio Herrera. Para él, y también para nosotros, son inexplicables las muertes prematuras de los protagonistas de la época dorada de aquel Inter. Demasiadas, sobre todo por las causas y las circunstancias similares. A una edad que oscila entre los 62 y los 68 años, excepto Armando Picchi (muerto a los 35 años por un tumor en la médula), desaparecieron Fernando Miniussi (cirrosis derivada de una hepatitis C), Marcello Giusti (tumor cerebral), Giuseppe Longoni (ictus por vasculopatía crónica), Giacinto Facchetti (cáncer de páncreas), Mauro Bicicli (tumor en el hígado) y Carlo Tagnin (cáncer de huesos). Podría excluirse al dopaje como causa de las muertes, pero sospechar lo contrario es, cuanto menos, lícito. ¿Qué contenían aquellas pastillas que se les suministraba a los jugadores junto al legendario café de Herrera? ¿Se trataba de anfetaminas?

Aquellas denuncias le costaron la etiqueta de "hombre en contra". Pero no sólo eso. Fueron también el preludio de una herida que se convirtió en incurable entre él y la máquina imparable del fútbol. De la ruptura de muchas amistades, a partir de la interrupción del vínculo afectivo entre él y su hermano Sandro. Y del fin de la relación deportiva con el Inter de los Moratti (padre e hijo).

No sólo contra el Inter de Helenio Herrera y de Angelo Moratti. También contra la Fiorentina, la Roma y la Lazio. Estos equipos fueron objeto de sus acusaciones, primero reprimidas y luego silenciadas. Sin embargo, nadie ha tenido el coraje de levantar la alfombra de la omertà. Nadie ha tenido el valor de intentar aclarar este asunto. Nadie ha tomado nota de estas denuncias para intentar verificarlas. Nadie, absolutamente nadie. De hecho, sobre la cabeza de Ferruccio llovieron diversos procedimientos penales por difamación, sin que jamás fuera condenado. Entre ellos, el que intentó Massimo Moratti (quien perdió los juicios tanto contra Mazzola como contra la editorial Bradipolibri), que muy poca gente conoce.

Ferruccio Mazzola nos ha dejado siendo un defensor convencido de la lucha antidopaje. Y siendo también presidente de la asociación Futursport International, que se ocupa de reinsertar adolescentes en situación de exclusión social. Batallador pero nunca alineado con un bando. Sólo al servicio de un sueño: el regreso a un fútbol auténtico y sano. Adiós, Ferruccio, que la Justicia pueda acogerte entre sus brazos.

Traducción de Luis Tejo Machuca

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Sobre el autor
Di Virgilio / Luis Tejo
Mi mamá me enseñó a leer y escribir; a cambio yo le di mi título de Comunicación Audiovisual de la URJC para que lo colgara en el salón, que dice que queda bonito. Redactor todoterreno, tirando un poco más para lo lo futbolero, sobre todo de Italia y alrededores. Locutor de radio (y de lo que caiga) y hasta fotógrafo en los ratos libres. Menottista, pero moderado, porque como dijo Biagini, las finales no se merecen. Se ganan.