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Cuando Benítez dejó de ser Benítez

Muy poca gente desconoce al técnico madrileño Rafa Benítez. Su carrera desde que empezase a hacerse un nombre con aquel Valencia campeón, hasta nuestros días, casi siempre ha ido ligada al éxito. Si preguntasen a cualquier persona de este mundo con cierto interés por este deporte, probablemente ésta sería capaz de hablarte de él. Es más, quizás esta persona te hablase de un técnico con cierta tendencia defensiva, algo frío, calculador… Sin embargo, más allá de todo esto, Benítez es un entrenador volcado con su profesión.

Cuando Benítez dejó de ser Benítez
Rafael Benítez, durante la disputa del último choque de Champions. (Imagen: goal.com).
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Por Pacoco Alarcón

Actualmente existen muy pocos entrenadores sobre el planeta con el nivel de preparación previa a los partidos de Rafael Benítez. Es un hombre al que le gusta tener todo bajo control, que se entrega en cuerpo y alma en no dejar ningún detalle sin supervisar. Cualquier ventaja, cualquier desventaja, cualquier pormenor, por ínfimo que sea, es importante para él, algo que, partido tras partido, demuestran sus equipos sobre el campo. Habrá quienes digan que este afán por controlar todo lo que ocurre sobre el rectángulo de juego es una aberración a este deporte, sin embargo, su manera de ver, dibujar y enfocar cada partido merece, como mínimo, la admiración de todo el mundo futbolístico.

El inconveniente que lo trastornó todo

Por suerte o por desgracia, este deporte es, sobre todas las cosas, un deporte imprevisible

La pasada semana, el cuadro de Benítez se enfrentó a uno de los partidos más importantes de lo que llevamos de temporada. Tocaba viajar al tan temido Westfalenstadion, para verse las caras ante, nada más y nada menos, el subcampeón de Europa. Para una fecha tan señalada en el calendario, seguro que el madrileño no escatimó un esfuerzo en preparar y concienciar a todos y cada uno de sus futbolistas, sobre cómo había que plantear y jugar el partido. Sin embargo, por suerte o por desgracia, este deporte es, sobre todas las cosas, un deporte imprevisible. Eso mismo debió pensar el Bueno de Benítez cuando, apenas diez minutos después de que el árbitro diese inicio al encuentro, un agarrón de Fede Fernández dentro del área de castigo fue señalado como penalti, para que poco después Reus acabase poniendo el 1-0 en el marcador.

A partir de este momento, todo el trabajo, la dedicación, y la preparación previas al encuentro se vino al traste. Había que pensar un nuevo plan de partido, y fue entonces cuando Benítez decidió, muy al pesar de muchos de los hinchas napolitanos, dejar de ser Benítez. Por las circunstancias del choque, quizá lo lógico hubiese sido intuir que, y más conociendo al madrileño, era el momento de enfriar el partido. El encuentro llevaba muy pocos minutos disputándose y precipitarse, y más en un enfrentamiento de esta enjundia, podría acabar resultando trágico. No obstante, y para sorpresa de propios y extraños, Benítez decidió dar un volantazo e ir al ataque sin contemplaciones.

Un nuevo plan

El Nápoles trató de sacar el balón jugado, pero la primera línea de presión del Dortmund se mantuvo espléndida

Hizo que sus delanteros adelantaran líneas, pero la posición sobre el campo de los de Klopp, impidió al resto hacer lo mismo, por lo que el equipo se partió. La distancia entre los cuatro defensas y los cuatro jugadores más avanzados era amplísima, y el doble pivote apenas daba abasto para llegar a todo. El Nápoles trató una y otra vez sacar el balón jugado desde la defensa, pero la primera línea de presión del Dortmund se mantuvo espléndida, imposibilitando a los italianos hacer llegar un balón en condiciones más allá de la divisoria de ambos campos.

Cada vez que el Dortmund robaba, montaba un contragolpe en superioridad, ya fuese cuatro contra tres o cinco contra cuatro

Esta situación facilitó, y de qué manera, la labor de un Dortmund que ni en sueños podría haber imaginado un escenario tan favorable. Su buena organización en la presión, unida a la impotencia napolitana, permitió a los locales robar y salir rápido al contraataque. Cada vez que el equipo de Klopp se hacía con un balón, Reus, Kuba, Lewandowski y sobre todo Mkhitaryan montaban un contragolpe en superioridad, ya fuese cuatro contra tres, o bien cinco contra cuatro. Para mayor desgracia, la pareja de zagueros formada por Albiol y Fernández era tremendamente inferior en velocidad a los atacantes, por lo que una y otra vez acababa viéndose superada. Este último hecho provocó a su vez que la línea de defensores fuera retrocediendo cada vez más, haciendo que el equipo fuese más largo.

Reacción tardía

En la segunda mitad, el Dortmund acabaría metiendo el segundo, y de nuevo Benítez volvería a sorprender a todos. Con 2-0 en el marcador y media hora por jugarse, decidió sacar del terreno de juego a Dzemaili, de claro perfil ofensivo, para dar entrada a Inler, un mediocentro de carácter más posicional. Con este cambio el madrileño buscó dar más estabilidad al equipo, algo que, si bien parecía lo lógico por el transcurrir del partido, se hizo difícil de entender en ese momento, ya que la desventaja era de dos goles. La media hora restante, y a pesar de que los napolitanos conseguirían acortar ventajas, no sirvió, ni más ni menos, para que el armenio Mkhitaryan deleitase a todos los allí presentes con la que, para muchos, ha sido su mejor actuación desde su llegada a la Renania del Norte – Westfalia.

Nunca se sabrá si el planteamiento efectuado por el cuadro de Rafa fue producto de un plan o bien si fue una mera improvisación, lo que sí se puede afirmar es que aquel día, el calculador, metódico y pragmático Benítez, dejó de ser Benítez.