La Juventus se estrelló estrepitosamente en Turquía. No hay otra descripción válida ni otra lectura posible. El equipo campeón de Italia no puede caer en la liguilla inicial de la Champions. Se puede decir que fue mala suerte, que fue un partido trampa, que el campo era “un patatal”… pero la realidad es otra. La Juventus no se va de la Champions por un partido malo, raro, o trampa. La Juventus se va de va de la Champions en la fase de grupos, después de seis partidos, y habiéndole ganado sólo a la cenicienta del grupo, el Copenhague y una vez tan solo.

La Juventus se va de la Champions porque llegó a la cuarta jornada con tres tristes puntos. Porque no apretó al Galatasaray en su estadio, porque no apretó al Real Madrid en la vuelta, cuando este estaba ya clasificado y no se jugaba nada y la Juventus se jugaba todo. Porque Conte se conformó. Se conformó con empates innecesarios, porque se conformó con llegar vivo al último día y porque se conformó con el mínimo y se jugó todas las esperanzas de sus aficionados a un partido. A un partido en Turquía, donde no gana un equipo italiano desde hace 50 años. Y porque una vez ahí continuó a jugar al mínimo raspado, a buscar el 0-0. Pero Conte no estaba en Italia. Y enfrente no estaba un pequeño equipo de pueblo. Conte se la jugó en territorio hostil, contra un equipo aguerrido y combativo como pocos, contra un estadio agobiante y agresivo como pocos, y contra dos veteranos campeones de Europa, Drogba y Sneijder, que a la postre serían decisivos. Y sí, aun sabedor de todo esto, Conte se la jugó a una carta. Se la jugó y perdió. Perdió la Champions y perdió el prestigio. Perdió media temporada y vuelve a dejar a su equipo, a golpe de diciembre, fuera de la élite. Deja a la gran Juventus de Turín como un equipo local, jugando su liga local y manteniendo el pulso sólo con sus vecinos.

Es el gran tópico hablar del infierno de los estadios y las gradas en Turquía. Pero pocos días como este tuvo tanto sentido el tópico. El público no dio un respiro, el campo era un barrizal impracticable y el resultado final una sentencia. Desde luego que fue un infierno para los juventinos, y al infierno no se puede ir sin santo. Y el santo de la Juventus es Pirlo, amo y señor del juego juventino. Cuando no está el veterano campeón del mundo con la brújula en la mano, su equipo se pierde y desorienta, como un grupo de guiris en una ciudad extranjera. Miran el mapa, buscan al guía. Pero ni saben dónde están ni por donde se sale.

Galatasaray y Juventus se jugaban seguir en la Champions en el barro y en el hielo del estadio Ali Sami Yen. Con novedades, muy distintas, para ambos equipos en su centro del campo. Mientras que la Juve añoraba su guía y gurú, Mancini recuperó a Sneijder. El holandés se había recuperado de su lesión de tobillo justo a tiempo para el crucial encuentro, o para la fecha inicial del encuentro, y eso, que ya de inicio era obviamente una diferencia fundamental… fue determinante al final.

La primera media hora de partido jugada el día anterior no fue más que un tanteo, un mero calentamiento. Ninguno de los dos equipos quería ser el primero en golpear por miedo a fallar la medida y pagar el error. Y tras la reanudación, horas después, los 15 minutos que faltaban de la primera parte poco cambiaron. Los equipos se tenían más miedo que vergüenza. El césped era una lotería multicolor, el balón lo mismo podía salir disparado por una placa de hielo que encastrarse en el fango más viscoso. Una trampa para balones. Los pases cortos eran siempre, todos y cada uno, un riesgo de perder el balón. Y bastaba una perdida para que fuera fatal.

Tras la segunda reanudación, esta vez por el estipulado descanso, pareció empezar el encuentro de verdad. Ambos equipos tenían claros sus cometidos. No encajar un gol y esperar que sus delanteros encontraran una perla en el barro. Tevez fue el más activo de los juventinos, parecía el único capaz de agarrar el balón y conducirlo por algún camino que sólo él, con la cabeza gacha, veía. Llorente cubierto de barro hasta las pestañas intentaba bajar algún balón y hacer jugar, pero cuando se miraba alrededor se encontraba siempre solo y desamparado. El medio del campo y el juego del campeón italiano fue inexistente. Pogba, Vidal y Marchisio no supieron adaptarse en ningún momento a la situación. Si el terreno de juego era una trampa para ratones, estos tres jugadores se hincharon de intentar coger el queso y se pillaron los dedos cien veces. En ningún momento consiguieron combinar dos pases y se perdían en guerras individuales que de manera invariable acababan con el balón en los pies turcos. A parte de algún balón suelto cazado por Llorente o alguna jugada individual, el peligro en ataque que creó la Juventus fue realmente escaso.

El Galatasaray, a pesar de estar inicialmente fuera de la Champions, y a pesar de tener la imperiosa necesidad del gol, fue mucho más práctico en su estilo. El esférico no rodaba… pero volaba, vaya si volaba. Así que lo hacían volar. Balones largos a Drogba. Y Drogba fue un coloso. Todo lo cogía, todo lo tocaba, todo lo bajaba, y siempre con criterio. Drogba fue el jugador del partido. Y de no ser por una majestuosa parada de Buffon, habría abierto él el partido. Se revolvió en el área y saco un disparo fuerte y colocado. Realmente raro que no fuera gol. Todo mérito del capitán italiano. Si la Juventus finalmente hubiera conseguido el 0-0 esa parada habría sido el momento clave del partido.

Pero no lo fue. Drogba siguió dando su lección de cómo juega un 9. Otro partido del marfileño de esos para grabar y poner en las escuelas de fútbol. Un despliegue completo de técnica, táctica, física y coraje. Y una de las jugadas básicas del manual de Drogba trajo el único gol del partido. Otro balón largo y otro balón que tocó, y tocó con sentido. Saltó ganando por completo la partida a su defensor y con un sutil toque de cabeza asistió al compañero de turno que entrara de cara. Sneijder entró en el área y encuentró el hueco justo para sacar un tiro cruzado, ajustado, letal. Gol de Sneijder y locura en el campo, locura en la grada, e incredulidad en Italia. 1-0, minuto 84. Parecía tan en la mano ese ansiado empate a cero. Sneijder, un jugador acostumbrado a lo mejor y lo peor, a borrarse y ser vilipendiado y a ser el héroe de las mayores gestas. Sneijder se había puesto el traje de héroe, así que tenía que darle uso. y metió al Glatasaray un paso más arriba, en la élite, en la siguiente fase de la Champions. Era el min 85 y la Juventus lo intentó el poco tiempo que le quedaba, pero la suerte estaba echada y sentenciada.

La Juventus queda fuera de la Champions en la fase de grupos. La campeona de Italia. El Nápoles también está fuera y el Milán se juega todo, como la Juventus, en la última jornada… En Italia tienen mucho en lo que pensar y les va a sobrar el tiempo, mientras otros juegan.