Se preveía un 0-0 en un partido homenaje a Gianni Brera.Ambos entrenadores habían diseñado en la formación de sus equipos ese dibujo táctico tan característico en la liga italiana que es el 3-5-2. Tres centrales y dos laterales con recorrido para evitar cualquier riesgo que pusiera en jaque el sistema defensivo.

El partido empezaba con dominio interista. El Livorno no quería saber nada del balón. Le servía con mantener una disposición defensiva ordenada y los posibles contragolpes que pudieran tener efecto gracias a las pérdidas de sus rivales. Los defensas del Livorno, cual partisanos ante la acometida de sus enemigos, se defendían sin mostrar fisuras. El Inter mantenía la posesión y su única opción eran los tiros lejanos.

Sin embargo, en el Inter de Milán juega Hernanes. Ese jugador que, desde la irregularidad es capaz de dar sentido al juego de su equipo. Él fue el encargado de abrir la lata en la que se había convertido el Livorno. En un balon rechazado en el área queMauro Icardi no es capaz de finalizar, llegó el brasileño y no perdonó. 

A partir de ahí, el conjunto local perdió esa solidez que había mostrado y al filo del descanso Rodrigo Palacio marcaba el segundo y prácticamente sentenciaba el partido. El chico de la coletilla, con una volea imposible para Bardi dejaba limpio el camino de una importante victoria de su equipo.

Mazzarri ya se veía con los tres puntos en el bolsillo a falta de 45 minutos para que acabara el partido. Ni la rebeldía de sus rivales podría quitarselos. Es un entrenador pragmático y su equipo iba sobrado de pragmatismo.

Cambio de actitud en la segunda parte

En el comienzo de la segunda mitad, el Livorno no adelantó sus líneas. Parecía verse conforme con el resultado. Pero el Livorno, es un equipo inconformista. Es rebelde como rebeldes son sus gradas. Un córner era como encontrar un metal preciado en aquellas minas del Lejano Oeste en plena fiebre del oro. Y fue Paulinho el encargado de encontrar una beta en forma de gol. Jugada ensayada y remate al primer toque del máximo goleador del equipo. 

Es difícil ver a un equipo de Mazzarri desperdiciar una ventaja de dos goles a domicilio. Sólo un error humano podría dinamitar su plan. Freddy Guarín hizo real aquello deErrare Humanum Est y dio un pase perfecto que dejaba sólo a su rival. Emeghara, con sangre fría no fallaba y ponía el empate en el marcador. La cara del ex entrenador del Nápoles era un poema y el presidente del Livorno, Aldo Spinelli, atabiado con un chándal, saltaba de alegría cual Brigada Autónoma Livornesa.

Así acabó el partido. Empate que evita cualquier sueño del Inter de entrar en la fase de clasificación para la máxima competición continental el año que viene y que ayuda un poquito más a que el Livorno consiga la tan deseada permanencia.

También dio tiempo de ver a Zanetti. Historia viva. En 2000 años, debajo de los restos de la actual civilización interista, se encontrarán monedas de oro con el perfil del argentino tallado en una de sus caras.