Acelerar, apresurar, anticipar, ganar la delantera, inventar. Técnicamente, eso es adelantar; en MotoGP es mucho más. Es ese instante que gana carreras, quita espinas, salda deudas y te proclama campeón del mundo. La gloria hecha acción. Y los ha habido para todos: al límite, improbables, polémicos. El último de ellos, el de Marc Márquez y Valentino Rossi en el Gran Premio de Holanda, Assen. Pero antes de este hubo otros tantos, inigualables a su estilo, que siempre quedarán grabados en nuestra retina. Y cómo no hacerlo. Es una de las huellas que ha dejado el motociclismo moderno.

El primero en pisar es Valentino Rossi. Pero lo hace en el año 2005, en la nueva catedral del motociclismo que no es otra que Jerez, porque como las buenas leyendas siempre ha conocido de la reinvención. Estratega como es, se ha ganado el renombre pues son muchos los adelantamientos suyos que quedarán para el recuerdo. Este lo firmó con Sete Gibernau, pique que se llevó hasta el extremo. Para más espectáculo, se produjo en la última vuelta, en el todo o nada.

Ahí es donde se crean pilotos e Il Dottore hizo honor a su apodo: se metió por el interior, buscando un hueco que sólo podía ver él, forzando la salida de pista de Gibernau y haciéndose con la victoria que le coronaba líder. Como ocurrió años más tarde, en un calco de Márquez, estableció los márgenes de la legalidad, pero lo que es innegable es la proeza que supuso hacer tal cometido. Un lujo que sólo se permiten los grandes y que crearía escuela.

Foto: motomatters.com

Un año después, la atención recae en un inusual protagonista. A Toni Elías le sobró inteligencia y maestría en Estoril. También en el último giro, batió a Valentino Rossi y Kenny Roberts Jr de una sola vez. Sin más. Aprovechando el duelo entre ambos, derrapó cruzando su moto, en el pase que precede al final de recta, dejando una frenada espectacular. Intentaría compensar la acción el italiano, pero esa carrera ya tenía nombre, y es que Elías no podía merecerlo más.

Precisamente, en el mismo escenario, se produce el tercero en discordia. En 2008 Jorge Lorenzo llegaba con hambre de títulos, casi el mismo que posee ahora, y con esa sed se hizo con su primera victoria reina. Ganar la partida a Valentino lo reafirmó como uno de los mejores del oficio. Era para hacerlo, porque logró superar al que se convertiría de nuevo en campeón mundial ese año (el octavo del italiano).

Fue una temporada completa, porque también de ese año recuperamos Laguna Seca. El mítico sacacorchos ha dejado un sinfín de lecciones imborrables, pero el adelantamiento de Valentino a Casey Stoner ha sido uno de los más puestos en boca. Dos campeones y dos maneras de conducir una moto, un rifirrafe que hirvió a falta de nueve vueltas. Stoner, intentando seguir a Rossi, venía enchufado por esa doble cruva que es una pendiente ciega, enlazada, pero no se esperaba la salida del italiano.

Rossi sabía que podía pasar por el interior y así lo hizo. Enderezó su moto, soltó el freno rodando por fuera del asfalto y ganó el tiempo justo para colocarse primero. El australiano, más adelante, cayó al mismo suelo que Valentino Rossi, arrodillándose, besaría después. Lo hizo santo y otros milagros se producirían allí.

De hecho, el transalpino conocería su réplica cinco años después. Su némesis, Marc Márquez, llevaba toda una vida estudiándolo. Venía creciendo a pasos agigantados, que es su ritmo innato, y aprendía con precocidad esa categoría que dominaría de forma tan descarada al año siguiente. De sobra sabía de la genialidad que dejó Rossi en el sacacorchos y él, que ya en su primer año quería convertirse en mito, calcó la maniobra al propio creador de la misma. Y no le pudo salir mejor, porque se llevó el duelo con la picardía del alumno aventajado que supera al maestro. Ya apuntaba maneras.

No fue el único aliento que robó Marc Márquez ese 2013. Su debut se convirtió en apología no sólo por el título que se llevó en su primer año, sino por lo que ya era capaz de hacer con soltura en la máxima categoría. Siempre al límite, muchos de sus elogios venían acompañados de controversia. El ejemplo, el adelantamiento a Jorge Lorenzo en el trazado de Jerez.

En la misma curva que lleva el nombre de Lorenzo, Márquez pegó su sello. Vio un hueco del mallorquín y en él metió su rueda, apurando la frenada en un mínimo espacio que casi ni permitía completar el giro sin problemas. Así entorpeció a Lorenzo, acorralándolo en la mitad de la trazada y relegándolo a ser tercero. Márquez reía contento, porque ahí sus jugadas sí salían, pero bien tardó el segundo en sonreír de nuevo.

De ese mágico 2013 resuena otro, más clásico, de Dani Pedrosa. Legal, limpio, sin dudas. Esa es la marca de Pedrosa, la elegancia. De los más finos en parrilla, bailó el agua de Le Mans y la serenó con una maravilla de pasada a Andrea Dovizioso, justo después de una curva a derechas. A partir de ahí no hubo rival en el circuito francés para Pedrosa, que se llevó la victoria sin más contratiempos. Aunque está lejos de la espectacularidad del resto, muestra que la grandeza, a veces, se encuentra en la simpleza.

La última pisada de este recorrido no puede darla un sólo piloto. Los adelantamientos no serían nada sin otro piloto al que medirse. Y es que ya no es sólo el adelantamiento que se haga, sino a quién. En 2014, en Montmelo, los hubo de las más amplia variedad porque los cuatro fantásticos dieron el máximo. Los encontramos ya en la salida, de Valentino a Pedrosa, en plena frenada como el de lo Lorenzo a Márquez, por el interior y en contestación de Márquez a Lorenzo y cómo no, también a finales de recta, el mejor el de Pedrosa a Márquez. El vencedor, no obstante, fue el de Cervera: en última vuelta, un magistral cambio de dirección, le permitió la séptima de su récord de victorias.

Es imposible recoger en un par de líneas todos los adelantamientos que hicieron levantar de la grada, muchos se han quedado por el camino. Estos son sólo el rastro del motociclismo moderno, pero siempre guardaremos aquellos que le antecedieron en el tiempo. La rueda delantera, apoteósica, de Wayne Rainey a Kevin Schwantz en Suzuka de 1989. O al revés, la mirada de reojo, pícara, de Schwantz a Rainey en Hockenheim. Pero esos eran otros héroes de otro tiempo. Y dan para otra historia.

VAVEL Logo
Sobre el autor
Esperanza Murcia
Amante del Motociclismo. Contándote el arte de las dos ruedas en Vavel.