De nuevo en Londres. Alexander Peya y Bruno Soares, estarán en la capital inglesa por segundo año consecutivo. Pese a la complejidad de la temporada, marcada por continuos altibajos, la dupla se ha consolidado entre las mejores. En cambio, un desastroso final de curso origina numerosas dudas sobre sus opciones en este último evento de la temporada.

Un comienzo fuerte

Tras un espléndido 2013 que les situó como la tercera mejor pareja, el brasileño y el austriaco arrancaron con fuerza, queriendo demostrar continuidad en su juego y declararse abiertamente como una dupla de gran potencial. Y ambos emprendieron el camino haciendo los deberes. Dos eventos para preparar el Abierto de Australia, y dos finales. Dos derrotas también, sí, pero la máquina daba la impresión de estar carburando. El rodaje de cara al primer Grand Slam, parecía suficiente.

Irregularidad constante

Sin embargo, el territorio de Oceanía iba a ser testigo de la nota predominante que marcó la temporada de Soares y Peya: la irregularidad. Dos tenistas experimentados, Mahut y Llodra, dejaron en evidencia a los actuales números ocho del mundo, que fueron incapaces de colarse siquiera en la antepenúltima ronda. Dos meses después, en Indian Wells, se encontraban pugnando con los hermanos Bryan, en una final que también se les escapaba.

Y así continuó transcurriendo el curso, con la dificultad de pronosticar qué cara ofrecerían en cada disputa. En la gira de tierra, superficie menos cómoda para ambos, Peya y Soares apenas pudieron sumar tres victorias en los cuatro eventos disputados, incluyendo Roland Garros. Un desastre que pronto iba a dar paso a las alegrías.

Dos meses claves

La poca regularidad que atesoraron brasileño y austriaco estuvo dentro de un marco de buenos resultados, como es obvio en una dupla cuyo objetivo de ir a Londres se ha visto cumplido. Escasos sesenta días fueron suficientes para que Peya y Soares se hicieran con los dos únicos títulos de la temporada, en Queen´s y Canadá. Sin duda el regreso a las canchas rápidas fue un revulsivo para ambos. Otras dos finales en ese período de dos meses, hacen que ese escaso bagaje de entorchados quede a la sombra.

Zimbio

Un final amargo

En cambio, tras el último Major de la temporada, donde firmaron cuartos de final, su juego se vino abajo, y con él los resultados. Más erráticos de lo normal y carentes de confianza, se marcharon de la gira asiática con tan solo un triunfo. Pero lo peor es que la situación se agravó en los torneos europeos. Ya clasificados para la Copa de Maestros, su concentración se desvaneció. Bruno y Alexander acudieron a Viena, Valencia y París, sin pena ni gloria, siendo eliminados en primera ronda.

Este final deslucido emborrona un año de altibajos en el que sí hubo resultados buenos. En cambio, la escasa fiabilidad y constancia hace que, pese a que se hayan colado en Londres por segundo año consecutivo, no sean la pareja a priori más preparada para lograr la complicada hazaña de convertirse en maestros.