El tenis, como la vida, da muchas sorpresas.  Muy lejos de su mejor nivel de juego y ránking, habiendo sido número 33 de la ATP en 2012 y siendo ahora 92, el espigado Denis Istomin ha dado un giro de 180º a su temporada. Vagaba por las pistas cosechando derrotas en primeras rondas y fases previas, hasta que el verdor de Nottingham acudió en su ayuda. Istomin ha abrazado esa ayuda en forma de un preciado trofeo que inaugura su palmarés particular.

Istomin, nervios de acero

Como si de un caminante blanco de Juegos de Tronos se tratara, Denis Istomin ha mostrado una frialdad notable e inmunidad a los nervios que asolan a todo tenista en una final. Con un balance de 6-14 en los partidos ganados y perdidos en 2015, pocos podían esperar la eclosión en este preciso momento de un tenista con gran potencialidad.

Istomin estuvo más resolutivo en momentos cumbre

Ante Sam Querrey, el estadounidense pareció ser el bisoño mientras que Istomin mostró un aplomo que bien podría haberse otorgado un jugador acostumbrado a jugar finales. En un primer parcial en el que Querrey dispuso de dos bolas de break pero no pudo convertir ninguna, Istomin estuvo inconmensurable en el tiebreak, imponiéndose por un contundente 7-1.

En el segundo parcial se desataron las hostilidades al resto. Ambos jugadores se activaron de piernas y aprovecharon la reducción en el porcentaje de primeros saques, para poner más bolas en juego y equilibrar aún más el partido. Dos breaks por parte de cada uno, condujeron el encuentro a otro tiebreak, en el que Istomin eligió bien cada golpe realizado, y certificó una gran victoria.

El uzbeko había perdido dos finales; en New Haven 2010 y San José 2012. A la tercera va la vencida, e Istomin adquiere una gran confianza para torneos venideros, incluyéndole de nuevo en los focos de atención del tenis mundial, de los cuales se había visto excluido de manera abrupta en los últimos meses, por su bajo rendimiento en pista.