Como aquel violinista que toca sutilmente su instrumento creando una armonía suave y de calidad, ver jugar al tenis a Roger Federer toma ciertos paralelismos con la actividad musical, sobre todo con la clásica. El helvético, siempre con un golpeo prodigioso, parece jugar al ritmo de la música. Su derecha, su revés a una mano, su colocación en la pista son una melodía perfecta para todo espectador que paga una entrada en cualquier torneo para ver un partido del mejor tenista de todos los tiempos.

A sus 34 primaveras, el ex número uno del mundo ha reinventado su juego logrando, hace menos de una semana, el título número 87 en su carrera, en Cincinnati y sin perder ni un solo set, mostrándose más agresivo que nunca y con un fortaleza mental que ha sido, en ocasiones, su punto negro.

Roger llega a un torneo que ha levantado hasta en cinco ocasiones con la vitola de favorito y sabedor de que atraviesa un momento de forma óptimo para acabar así con una sequía que dura desde el año 2012, cuando se hizo con su último grande (Wimbledon), derrotando al ídolo local, el británico Andy Murray en un partido lleno de emoción con un Federer que tuvo que remontar un 4-6 inicial en contra. Seguir ampliando un palmarés de leyenda es el objetivo del número dos del mundo y su 18º Grand Slam puede caer si continúa con el nivel de juego mostrado en Cincinnati.

Cinco victorias este año

Lo cierto es que hasta el pasado domingo, 23 de agosto, no estaba siendo un buen año para el tenista suizo que reside en la actualidad en la bella ciudad de Bottmingen. El de Basilea se había hecho hasta esa fecha con solo cuatro torneos de relevancia menor.

El primer triunfo llegó este año sobre cemento, en el ATP 250 de Brisbane (Australia). Tras pasar por encima del búlgaro Grigor Dimitrov en semifinales, en la final tuvo que emplearse a fondo para batir a un Milos Raonic, que por aquel entonces parecía otro tenista distinto al que nos encontramos en esta fase final de la temporada. Su segunda victoria llegaría, también sobre cemento, en Dubai, ante nada más y nada menos que el número uno del mundo, Novak Djokovic, al que barrió literalmente de la pista con un contundente 6-3 y 7-5.

Federer se impuso en Brisbane, Dubai, Estambul y Halle, antes de llegar a Cincinnati

Sobre tierra, el suizo únicamente ha conseguido una victoria en esta temporada, fue en Estambul, allá por el mes de mayo, antes de Roland Garros. Pablo Cuevas fue su víctima. Mismos triunfos sobre el pasto. En su superficie predilecta el maestro de maestros solo ha logrado este año vencer en Halle. Torneos menores, antes de llegar a Cincinnati.

Cincinnati, punto de inflexión

Fue allí, en Cincinnati, hace apenas una semana, donde el suizo ha demostrado estar, de nuevo y a sus 34 años, en un estado de forma envidiable y a un nivel tenístico al que solo un jugador como él, puede estar.

Desde la primera ronda del torneo estadounidense se pudo ver a un Federer fresco, con ganas y con variantes curiosas en su juego, como ese resto sumamente adelantado ante el segundo servicio del rival que empleó hasta en la final y ante el número uno del mundo.

Federer completó un torneo perfecto en Cincinnati logrando, por séptima vez, ser el campeón

Sin perder ni un solo set, el helvético se deshacía en primera ronda de Roberto Bautista (6-4, 6-4), de Kevin Anderson en segunda con una autoridad aplastante (6-1, 6-1) de Feliciano López en cuartos de final (6-3, 6-4) y de Andy Murray, con el que se está jugando a lo largo de toda la temporada el segundo puesto en el ránking ATP, en semifinales (6-4, 7-6), antes de imponerse a Novak Djokovic en la final y hacerse con su séptimo Masters 1000, en Ohio.

Tras el parón en Montreal, Cincinnati ha sido el punto de inflexión para el mejor tenista de todos los tiempos. Federer ha descansado y es consciente de que puede poner fin a su sequía de Grand Slams volviendo a coronarse en un US Open que comenzará el próximo lunes, 31 de agosto, y que se antoja apasionante.

Mucho tiempo sin ganar un Grand Slam

Desde aquel 8 de julio de 2012, mucho ha llovido y varios “Grandes” han pasado por el currículum de un Roger Federer que poco ha podido hacer para volver a hacerse con uno de ellos. Fue Wimbledon, su torneo “fetiche”, el último en el que el helvético saboreó las mieles del triunfo.

El suizo acumula 17 títulos de Grand Slam en su palmarés

17 son en la actualidad los títulos más importantes, en lo que al panorama tenístico se refiere, que tiene en sus vitrinas el suizo. Cuatro Open de Australia (2004, 2006, 2007, 2010), un Roland Garros (2009), siete Wimbledon (2003, 2004, 2005, 2006, 2007, 2009 y 2012) y cinco US Open (2004, 2005, 2006, 2007, 2008).

La ambición del tenista más querido por el público, (solo hay que medir los decibelios de la final en Cincinnati cada vez que ganaba un punto y compararlo con cuando lo hacía Novak Djokovic), parece no tener fin y va a la velocidad de la luz, rumbo a su 18 Grand Slam y a poner fin a una racha negativa que dura ya tres largos años.

Un ejemplo a sus 34 años

A sus 34 primaveras, Roger Federer es un ejemplo de deportista dentro de la pista. De trato cordial con los recogepelotas y árbitros, nunca niega un autógrafo a aquel integrante del público que se lo solicita. Sin aspavientos ni malos gestos (a lo Kyrgios) y con la mentalidad de un jugador que ha marcado y quiere seguir marcando una época en lo que al deporte de la raqueta se refiere.

El acoplarse a un calendario menos exigente, el descansar más como hizo en el Masters 1000 de Montreal para llegar al cien por cien a Cincinnati son decisiones difíciles del mejor jugador de todos los tiempos que es consciente de que poco a poco su final llega, pero el propio Roger quiere que sea lo más tarde posible.

Federer es el principal favorito a alzarse con el título en el US Open. Disfrutemos de él mientras siga dando espectáculo en las pistas porque cuando no esté le echaremos mucho de menos.