Despierta amor y odio a partes iguales, es fruto de numerosas controversias y en ocasiones da más que hablar por su comportamiento que por su tenis. Sin embargo, Madrid se erige en un elixir de armonía para el díscolo Nick. No renuncia a sus locuras, pero éstas no hacen sino divertir a un público entregado a este extravagante jugador. Golpes imposibles, jugadas atrevidas y comportamiento dicharachero, que no hacen más que engalanar sus triunfos.
Ostenta potencial para no ser un mero animador del circuito, sino un jugador a tener muy en cuenta en cualquier torneo. La altitud de la meseta aclara su mente y despeja el camino para los certeros cañonazos que lanza. La inexorable búsqueda del golpe ganador, y el triunfo absoluto cuando se encuentra una y otra vez.
Cuevas fuerza al máximo la concentración de Nick
Si hay un jugador que pueda erigirse en la antítesis de Kyrgios, ése es Pablo Cuevas. El uruguayo no contempla más argumento que el de la solidez y la estabilidad para ganar partidos. Se mueve como pez en el agua sobre el albero, erigiéndose en un muro que devuelve los ataques con certera precisión.
El australiano está tan brillante al saque como pasivo al resto, pero le está valiendo por ahora
En la primera manga, el australiano continuó con el recital al servicio en el que lleva sumido desde inicios de semana. Entregó doce puntos en todo el set, concediendo una sola pelota de break que salvó con brillantez. Pero Cuevas no se quedó atrás; el uruguayo estuvo muy concentrado y supo contrarrestar el ímpetu del aussie con maestría, y variando alturas y velocidades, especialmente con su revés.
Resulta anecdótico comprobar cómo el porcentaje de primeros saques de Kyrgios aumentó en el segundo set, pero no así su eficacia. Bajó mucho la potencia y Cuevas leyó la situación y se activó aún más de piernas. No daba concesiones el uruguayo al servicio, aprovechándose de una cierta displicencia de Kyrgios, que finalmente acabó entregando su servicio.
Kyrgios se repuso al break de salida de Cuevas en el tercer set
El drama parecía cernirse sobre los intereses de Kyrgios, muy animado por el público madrileño, cuando en el primer juego del set definitivo Cuevas lograba el break. Ahí es donde se vio que el australiano va en serio. Lejos de desesperarse y comenzar con sus habituales soliloquios pesimistas, el australiano se puso el mono de trabajo y dio la vuelta a la tortilla. No lo tuvo fácil para cerrar el encuentro, siendo Cuevas un tenista que nunca tira la toalla.
Victoria de mucho mérito para un diamante en bruto aún por pulir, y no hay mejor manera de hacerlo que a base de triunfos de este calibre. Supo confirmar la sorpresa que supone eliminar a Stan Wawrinka, y lo hizo ante uno de los jugadores más correosos del mundo sobre tierra batida.