Sirve dubitativo. Su rival, Jo-Wilfried Tsonga, dispone de dos bolas de break. Son los primeros compases del encuentro (1-2 para el francés), pero Rafael Nadal Parera ya atisba el peligro. Tsonga, mejor hasta el momento, cede la ocasión perfecta para comenzar mandando. Y lo acaba pagando. Y es que Nadal se crece. También su tenis, que se adapta sin problemas a la complicada meteorología (intenso viento). La derecha de Rafa castiga al francés, que es incapaz de encontrar el golpe ganador. Con más de treinta errores no forzados, y a pesar del esfuerzo final, Tsonga termina sucumbiendo (6-3 y 7-6(3)) ante el tenista de Manacor. En la final Rafa se medirá a Novak Djokovic

El partido comenzó con un Tsonga enchufado, con ganas de conseguir el imposible: derrotar a Nadal en Montecarlo. Pero el francés fue de más a menos, sobre todo tras no convertir esas dos bolas de rotura de las que dispuso en el cuarto juego. Juego que, obviamente,  le afecto mentalmente. Bajó la energía con la que saltó a la pista y el de Manacor empezó a dominar. La derecha liftada del español encontró las líneas. Tsonga erró más de la cuenta, totalmente lo contrapuesto a lo que se vislumbraba al otro lado de la red, donde Nadal apenas cometía errores. Tal fue el cambio de guion que el número cinco del mundo se apuntó cinco de los siguientes seis juegos para hacerse con la primera manga (6-3).

Pero lo verdaderamente interesante llegó en la segunda manga. El partido transcurrió como en el final del primer set, con un brillante Nadal que lucía su derecha con comodidad. El francés continuaba desquiciado, observando atónito cómo se le complicaba más el partido. Pero reaccionó. Lo hizo estando con la soga al cuello (5-1 y servicio para Nadal). El español, con bola de partido, iba a finiquitar por la vía rápida (60 minutos) su pase a la semifinal. Pero entonces, sin nada que perder, apareció la agresividad de Tsonga. El francés se “jugó” varias bolas y terminó rompiendo el servicio de Rafa. Parecía cuestión de tiempo que Nadal cerrara el partido, pero la cosa no iba a ser tan sencilla.

La reacción de Jo-Wilfried no fue espontánea y pasajera. Mejoró considerablemente su porcentaje de primeros servicios y se apuntó otros tres juegos más (con otro break), hasta poner el 5-5. Rafa respiró cuando a continuación, en blanco, volvió a sentir la sensación de ganar un juego. Tsonga alargó su esfuerzo y forzó un interesante tie-break. Allí Nadal volvió a hacer lo mismo que días atrás: demostrar por qué es el mejor jugador de la historia sobre arcilla. Fue capaz de sembrar la duda en la cabeza del francés, que en ese momento andaba pletórico. Pero sobre todo, consiguió deslumbrar nuevamente a una grada que estalló de júbilo con la reacción de su compatriota. El balear hizo gala de su “banana shot” y finiquitó por la vía rápida la muerte súbita (7-3). 

En la final aguarda Novak Djokovic. El serbio derrotó sin ningún obstáculo a Fabio Fognini (6-2 y 6-1). El italiano, demasiado conformista, salió de la pista entre algunos pistos. No puso ninguna oposición al número uno del mundo, que afrontó el partido con comodidad y sin forzar el tobillo. Más complicado lo tendrá mañana ante Nadal, que buscará su noveno entorchado.