Llega una nueva edición de la Copa de Maestros y, cómo no, allí está él. Por quinta ocasión, cuarta en que lo consigue de manera consecutiva, David Ferrer esartá presente en el torneo destinado a las ocho mejores raquetas del curso. El alicantino, finalista en 2007 y que el pasado 2012 quedó apeado con dos victorias de la fase de grupos tras una esperpéntica organización que le hizo jugar su último partido cuando ya se sabía que estaba matemáticamente eliminado, tratará de añadir una muesca a su revólver haciéndose con un torneo que, pese a no adaptarse demasiado bien a sus características, siempre se le ha dado bastante bien.
El vaso, siempre medio lleno
La temporada de David puede analizarse de muy diferentes maneras, según como reza el famoso dicho si se quiere ver el vaso medio lleno o medio vacío. Porque 2013 no ha sido tan prolífico en cuanto a títulos como el anterior 2012 -solo ganó los ATP 250 de Auckland y Buenos Aires y no levanta un título desde febrero)-, pero sí en otros méritos. Porque el Ferru ha logrado en el presente curso su segunda final en un Masters 1000 -Miami-, su primera final de Grand Slam -Roland Garros- o encaramarse, por primera vez en su carrera, al número 3 de la ATP por delante de los Murray, Del Potro, Federer y compañía, rompiendo por completo la hegemonía del 'Big Four'.
Sin embargo, conviene tener en cuenta que el techo de David no es el mismo que el de otros compañeros de top ten. Porque cuando otros tienen armas más explosivas, la de Ferrer es sin ninguna duda la regularidad. Capaz de alcanzar las últimas instancias en todos los torneos importantes, excepción hecha de la 'mini-gira' previa al US Open que siempre se le atraganta, tiene en sus piernas y en su derecha sus mejores armas tenísticas. No las únicas, pues el español es día a día un tenista cada vez más completo. A sus 31 primaveras, sigue mejorando en todos los aspectos de su tenis, siendo ahora más directo que nunca, todo gracias a su mentalidad de hierro.
Su cabeza y su derecha son su carta de presentaciónEs precisamente esa fortaleza mental la que le hace ver el vaso medio lleno. La que no le tortura por haber perdido un punto de partido en la final de Miami por una mala petición del ojo de halcón, sino que le invita a seguir trabajando para mejorar. Solo así, con trabajo, puede llegar superada la treintena a disputar su primera final de Grand Slam, donde la derrota tampoco hizo mella en él. Tuvo que ser el tobillo, tras varios resbalones en Wimbledon, el único que pudiera tumbar sus resultados en la segunda mitad de la temporada. donde no terminaba de conseguir victorias con facilidad, lo que generaba dudas sobre su rendimiento en el último tramo, donde defendía nada menos que 1900 puntos (500 del torneo de Valencia, 1000 de París y 400 en la Copa de Maestros).
En conseguir resultados en este rush final, el Ferru ha puesto todo su empeño, y para ello ha protagonizado uno de sus habituales maratones. Tratando de olvidar los malos resultados cosechados en territorio americano, primero, y en suelo asiático despues, de vuelta a casa ha recuperado su versión más brillante. Tres semanas consecutivas alcanzado sendas finales, aunque cayendo en todas ellas (Estocolmo ante Dimitrov, Valencia ante Youzhny y París ante Djokovic).
Pero, si no se queda con el amargo sabor de caer siempre en el último escalón, David ha de sacar un mensaje más que positivo de estos últimos torneos. Buenas victorias, y disfrazado de pegador en ocasiones, como en la semifinal de París en la que sacó de la pista a base de tiros ganadores a Rafael Nadal, llega en su mejor momento de los últimos meses. Y si no tiembla, como a la hora de cerrar en el Palais Omnisport ante Djokovic (pasó en ambos sets de ganar 5-3 a caer 5-7), puede luchar con cualquiera. Solo él sabe dónde está su límite.