Australia abre la temporada tenística, y ya en plenas semifinales el torneo ha deparado sorpresas y auténticos partidos para el recuerdo, como los casos del épico Djokovic-Wawrinka de octavos de final, o el duelo español de cuartos de final en que David Ferrer remontó un marcador imposible ante Nico Almagro. Pero aún quedaba mucho por ver. Y, con los mejores en liza, se vivió un increíble duelo de semifinales. A un lado, Andy Murray. Al otro, Roger Federer. Resultado incierto, pero garantía absoluta de un tenis de muchos quilates.

Roger empezó al año impoluto. En su camino a la semifinal derrotó hasta a cinco jugadores situados entre los 50 primeros, desde los pujantes Bernard Tomic o Benoit Paire a todo un Jo-wilfried Tsonga. Pero en semifinales, y ante Andy Murray, no iba a ser tan fácil. El escocés, sin haber perdido un set en todo el torneo, amenazaba con seguir nivelando a su favor el cara a particular, en el que antes de empezar el encuentro ya vencía por 10-9.

Muy directo, Murray tomó el mando prontoY fue precisamente el propio Murray quien imprimió ritmo al comienzo. Lo hizo, además, con su versión más desconocida: la ofensiva. Directo como pocas ocasiones lo había sido en tamaño escenario y ante semejante rival, dio una lección de tenis en los primeros compases. Fue directo, tanto que se disparó en cuanto a errores no forzados -alcanzó los 16-, pero consiguió a cambio el mismo número de golpes ganadores, mientras Federer se quedaba en unos exiguos seis. Dominó todo el acto el de Dunblane disponiendo de hasta siete bolas de rotura, y si bien solo pudo materializar una, fue suficiente para comenzar por delante en el luminoso.

Apenas varió el escenario en la siguiente manga. Tremendamente confiado y entonado, Andy siguió levantando a los aficionados de la silla con su tenis, mientras Federer vivía, extrañamente, de los fallos del propio Andy y no de su magia, tal y como a él le gusta. No estaba nada cómodo, pero al menos pudo ir salvando sus sets hasta alcanzar la muerte súbita, a la que se llegó sin que se viera una sola de break en todo el acto.

Fue precisamente esa muerte súbita, momento reservado a los verdaderos campeones, la que iluminó al suizo, tras casi dos horas a la expectativa. Diversos errores y minibreaks fueron la nota predominante en el inicio, pero tras el cambio de lado Federer, al fin, sacó su mejor versión. Con el 5-5 y el escocés al saque, se vistió de recuperador para no solo salvar un smash a placer del propio Murray, sino hacerlo además pasándole con un increíble revés que le otorgó bola de set a favor, la cual se anotó merced a una derecha muy larga de su rival.

Un nuevo partido a tres sets

Federer parecía despertar, y un escenario diferente se vislumbraba con el empate a un set. Murray empezaba a vociferar y quejarse, sabedor de que el resultado no hacía justicia a lo visto sobre la cancha, donde fue muy superior y solo él mismo, y sus nervios, eran culpables de no ir por delante. Pero Andy, ya en este curso muy diferente al de temporadas pasadas merced a sus triunfos de 2012, volvió a demostrar que ya estaba hecho de otra pasta. Aguantó la tensión, siguió sirviendo increíble -13/17 con primer saque y 4/5 con segundo en el set- y apretando cuando podía, lo que le permitió, como en el primer set, procurarse nuevamente opciones de break. Aprovechó una de las dos que tuvo en el sexto juego y con ello dejó sentenciado el tercer parcial, que ya no se le escaparía.

No quedaba margen de maniobra para Federer. Tenía que intentar, de todas todas, dar con la tecla para conseguir dominar y, que si el partido se le escapara, fuera por su propio desacierto, sin tener que vivir esperando a lo que hiciera Murray. Así que de inicio tomó riesgos, pasase lo que pasase. No pareció funcionar mal la táctica, pues en el cuarto juego el helvético tomaba ventaja en el marcador mediante un break, el primero que conseguía en el encuentro. Casi tres horas después, rompía el saque del escocés y ponía la directa hacia el empate.

Federer tuvo el cuarto set ganado, luego perdido, y finalmente firmó una remontada fastuosaPero no imaginaba el de Basilea que esa supuesta directa, pese a terminar consiguiendo el objetivo, no lo iba a ser tanto. Federer dejó escapar un 4-2 y servicio y, posteriormente, acuciado por los nervios y por un Murray rocoso que se dedicó a meter bolas dentro, sufrió un nuevo break que permitía al escocés sacar, con 6-5 a su favor, para cerrar el partido. Entonces, llegó el maestro. Un revés paralelo con 30-30 y un gran resto a continuación que impidió que Murray continuara la jugada le llevaron del abismo al tie-break donde, relajado, dio una lección de tenis: 7-2 y al quinto set.

La cabeza de Murray aguantó

Otra vez Andy Murray afrontaba una situación inesperada. Seguía siendo superior, mucho en ocasiones, pero volvía a ver cómo por pequeños detalles se le escapaba un set en el que sirvió para ganar, disponiendo de 15-0 y 30-15 en el duodécimo juego. Toda la presión era ahora para él ante un Federer que, tras verse haciendo las maletas, afrontaba con calma una oportunidad con la que ya no contaba.

Murray, 21 aces mediante, venció por primera vez a Federer en un 'major'Pero poco le iba a durar la alegría al genio suizo. Murray recuperó la seriedad, la firmeza en el fondo y la agresividad, y no le dio la más mínima opción en el quinto set. En el descanso el marcador ya era de 3-0 a su favor, y Federer quedó sin reacción. Los cinco sets disputados apenas dos días antes para eliminar a Jo-Wilfred Tsonga pesaban en unas piernas que le llevaban a otro quinto set, tras más de tres horas a pleno rendimiento. Su cuerpo entonces dijo basta y apenas firmó un par de juegos al saque para maquillar el marcador del acto final antes de hincar la rodilla, primera vez que lo hacía en un Grand Slam ante el escocés.

Murray y Federer, protagonistas en la Rod Laver Arena de uno de los mejores encuentros del torneo y de la temporada, terminarían el año muy lejos del nivel mostrado en la tierra de los canguros, en ambos casos por problemas de espalda. El escocés, que se perdió Roland Garros y terminó la temporada lesionado, logró al menos levantar su primer Wimbledon. Federer, en cambio, pasó un año más que discreto. En su peor temporada desde 2002, el título en el ATP 250 de Halle fue la única alegría, demasiado pequeña para alguien de su talla.