Sensacional partido de Rafael Nadal para meterse en los octavos de final del Open de Australia. El número 1 mundial firmó su más brillante encuentro en Melbourne para derrotar al siempre peligroso Gael Monfils por un más que contundente marcador de 6-1, 6-2 y 6-3 que le postula candidato a todo, habiendo mostrado hoy su mejor versión.
El primer set llevó, al pie de la letra, el mismo guion que el reciente enfrentamiento entre ambos en la final del ATP 250 de Doha. No solo en el marcador, idéntico (6-1), sino también en las sensaciones. Nadal saltó a la pista arrollador, tanto que en el primer descanso ya estaba 3-0 arriba. No es que Monfils empezase a mal nivel, sino que el del balear estaba siendo inapelable. Apoyado en un revés fabuloso, siempre profundo y angulado, imposibilitó cualquier reacción del francés, sobrepasado en el inicio.
Apenas pudo 'Lamon' anotarse un juego al servicio mediada la manga para maquillar el marcador, pues al resto tuvo alguna opción pero la desaprovechó -0/3 en bolas de break- ajusticiado en los momentos clave por el instinto de superviencia de Rafa, siempre alerta y encantado de encontrarse con las situaciones que otros detestan. esas en las que siempre saca su mejor tenis.
Un ace de segundo saque a 214 km/h reflejaba el nerviosismo de MonfilsSin embargo, a diferencia de lo ocurrido en tierras catarís, apenas se atisbó reacción del tenista de Le Mans en el segundo set. En Doha consiguió llevárselo en la muerte súbita, pero en Melbourne la historia fue bien diferente. Rafa no solo continuó mandando, sino que extendió más su dominio al mejorar al saque (16 puntos logrados de 17 jugados) y reducir sus errores (2 por 9 en el primer acto), lo que terminó por desquiciar al galo. Mentalmente fuera del partido, se vistió de kamikaze para para poder mantener la igualdad hasta el 2-2 con auténticas salvajadas como un ace de segundo saque a 214 kilómetros por hora, pero terminó cayendo presa de su locura y cediendo cuatro juegos consecutivos.
Todo bajo control
Los largos descansos entre sets del Open de Australia, destinados a que los jugadores se recuperen de un esfuerzo titánico como pocos durante el año por las condiciones climáticas, dan para mucho. Y el que medió entre el segundo y el tercer acto parece que lo aprovechó Monfils, dispuesto a intentarlo como fuese. Tenía que conseguir, fuese como fuese, salir del esquema imperante hasta ese momento: los intercambios largos. El galo gusta de ese tenis, con mucha facilidad para los golpes cruzados, pero ante Nadal esa táctica estaba siendo totalmente vana.
Monfils lo intentó en vano en el tercer setMentalizado para cambiar su juego, saltó a la pista más relajado, y haciendo un tenis diametralmente opuesto. Se la jugó, tanto al resto como al servicio, a golpes casi definitivos, con la montaña rusa de aciertos y errores que ello conllevaba. Estuvo atinado con los paralelos unos minutos, durante los que mantuvo la igualdad en el marcador, dando pronto carpetazo a los intentos de saque-red ante su manfiesta inutilidad en la media pista.
Poco a poco recuperó el pulso al partido y volvió a poner, mucho después, la capacidad de Rafa a prueba. Fue en el séptimo juego, cuando gozó de un par de oportunidades de quiebre. Pero otra vez el número 1 demostraba tal condición salvándolas con extremada facilidad, y dando el golpe definitivo a la moral de Monfils. Un Monfils que, venido abajo, entregó definitivamente el partido al ceder a continuación su saque y permitir al balear cerrar la contienda al saque en blanco.
Con una actuación estelar, Nadal se ganó el billete para los octavos de final, donde espera el japonés Kei Nishikori, a quien ha vencido en sus cinco enfrentamientos previos. Además, amplía su diferencia con respecto a Novak Djokovic en la clasificación ATP, donde ya le aventajará a la conclusión del Open de Australia en al menos 180 puntos más.