Suena a exageración decir que un equipo es la figura del partido. Siempre tiene que haber un jugador que de una manera u otra sobresalga, ya sea por un gol, una salvada agónica, el liderazgo o el talento. Son 90 minutos del deporte más hermoso del mundo, llenos de errores y aciertos propios de nuestra humanidad, en los que hay alguien que cambia el rumbo del juego; eso se nota, y casi siempre es así. Pero hay partidos especiales, en los que la idea de un técnico es fielmente interpretada, cuando el cuerpo de cada hombre responde, las jugadas salen como estaban planeadas, el ánimo de los once está en lo más alto, y no hay nada ni nadie que pueda echar las cosas atrás. Incluso, hasta la debilidad de un rival que normalmente es de mayor valía, hace parte de una noche inolvidable; esa misma que en Medellín ya no es solo una, sino que se está convirtiendo en costumbre.

Todos cumplieron a cabalidad, desde Hernán Torres con un planeamiento ambicioso, sabedor del carácter ampliamente físico del equipo; pasando por Álvaro Montero, quien siempre transmite seguridad, a pesar de un error en las postrimerías que casi cuesta más caro de lo que era justo; con una defensa decidida, firme y leal, que permitió poco juego asociativo del rival sin tener que recurrir al juego fuerte; un mediocampo luchador, con un Marulanda cada vez más grande en su posicionamiento y sacrificio; y finalmente con un tridente capaz de llevar el caos y la zozobra a las filas del contrincante, liderado por el incansable Albornoz, que nutre a un Caicedo ya acoplado al equipo y a un Campaz que ya no es promesa, sino realidad de un nuevo futuro para el fútbol colombiano.

Algunos medios destacan a Campaz como el jugador del partido, pero fueron la firmeza y decisión de once jugadores mas el técnico, los que llevaron el barco a buen puerto. Descubrieron en Nacional la falta de preparación física, de ideas, de ganas, y de un timonel que tomara las riendas del juego. Fue la falta de respeto por el todo poderoso equipo del presupuesto y nómina exultantes, lo que hizo que cada área se cubriera con efectividad, cada duelo fuera minando la actitud del rival, y cada avance se convirtiera en gran amenaza, al punto que lo que terminó con un marcador apretado, hubiera podido decidir la suerte del técnico del verde de la montaña.

Después de la noche de hoy, con un liderato consolidado gracias a los cuatro puntos de ventaja sobre el Once Caldas, el Deportes Tolima asume el nuevo reto de solidificar una idea que ya es esencia de la institución: el fútbol moderno, de despliegue físico, que se juega en todas las áreas y que copa todos los espacios del campo de juego. Un estilo muy táctico y exigente, que requiere concentración y desgaste, en el que se necesitan jugadores comprometidos, dispuestos a dejarlo todo en el campo y que, de seguir así, probablemente seguirá trayendo alegrías a los hinchas pijaos.