Después de la salida del estratega portugués, Carlos Queiroz, en el país se vivía un momento de intriga y expectativa por conocer cuál sería el sucesor para la selección; aquel encargado de llevar a la tricolor hacia la gloria y poder decir presentes en la cita mundialista que se llevará a cabo el presente año.

Un sinfín de nombres circulaba las redes, pero siempre hubo uno que fue predilecto por la mayoría de colombianos: Reinaldo Rueda. El vallecaucano tenía todas las banderas, pues fue el encargado de enaltecer el nombre del Fútbol Profesional Colombiano en el año 2016, cuando estuvo ad-portas de ganar ambos torneos continentales (Copa Libertadores y Copa Sudamericana) con Atlético Nacional. 

Finalmente, y tras varias semanas de especulación, desde la Federación Colombiana de Fútbol se hizo oficial la contratación del director técnico colombiano con dos propósitos. El primero era tener un buen desempeño en la Copa América que se desarrolló en Brasil, y el segundo era la clasificación a la cita mundialista por tercera ocasión consecutiva.

Con el primer propósito se tuvo una gran ilusión, pues el equipo llegó hasta la semifinal y posteriormente se hizo con el tercer puesto, y hasta ese momento, no existía la duda del manejo del equipo o de los planteamientos que Rueda podía llegar a tener. Con el segundo, toda la afición futbolera a lo largo del país tuvo un freno en seco, pues a día de hoy, Colombia ocupa la sexta casilla y se encuentra fuera de la Copa del Mundo.

Si bien hay que defender el avance de los procesos y la consolidación de estos, hay algunos que sencillamente se hacen insostenibles, y este es el caso del equipo colombiano. 

Un proceso se defiende cuando un grupo se ve armonizado y remando hacia el mismo lado, cuando se nota la implementación de ideas tácticas por parte de la dirección técnica, y lo más importante, cuando el equipo obtiene resultados. En este caso, la Selección Colombia carece de todos los aspectos para el aguante de un proceso, que para bien de la institución y el fútbol en el país, debe durar hasta hoy.

Las convocatorias del equipo han estado plagadas de intrigas y desacuerdos entre la fanaticada y el entrenador del equipo, en primer lugar esto no parece un argumento válido pues el técnico conoce sus fichas y sabría cómo organizarlas de la manera adecuada para obtener resultados, sin embargo, el desarrollo de los partidos fecha a fecha ha puesto en evidencia la ausencia de algunos jugadores y la presencia injustificada de otros.

Además de ello, un equipo puede presentar buen juego y alternativas, pero se hace inconcebible que lleve 6 fechas sin anotar goles, que sorpresivamente, no le habían costado la clasificación hasta que se vio las caras con la selección peruana. El problema en Colombia no radica en la falta de gol, pues hay que analizar desde raíz la problemática y desde una vista superficial, se encuentra que los cafeteros tienen una escasa generación de juego.

¿La culpa es solo del técnico?

Realmente esta situación se da en colaboración entre jugadores y cuerpo técnico, pues es desconocido lo que pasa dentro del camerino y las instrucciones que el profesor le brinda a sus jugadores. Sin embargo, el timonel del barco es el director técnico, y cuando una pieza no está funcionando de la manera adecuada, lo mejor es cambiarla.

Entonces, ¿qué hacer?

Si bien un cambio en la dirección técnica a estas alturas de las eliminatorias sería un tanto desperdiciado, la Federación Colombiana de Fútbol debe comenzar a mover sus fichas para lo que será el camino hacia la Copa Mundial del 2026, pues con el proceso de Reinaldo Rueda no se ve una buena salida, ni un buen futuro.

 

 

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