Alivio, resignación e indiferencia serían los tres sentimientos que mejor definirían la despedida que el público de Pisuerga dirigió al peor equipo que jamás ha vestido la camiseta morada en los 38 años de historia de la entidad. No sólo eso. El CB Valladolid también se convirtió con la última derrota, esta vez ante Herbalife Gran Canaria, en el conjunto que menos triunfos ha logrado en la era ACB. Sin olvidar todos los registros negativos de diferencias de puntos en contra o de estadísticas globales que ha ido acumulando a lo largo de la temporada más aciaga en la historia de cualquier equipo de élite de la ciudad de Valladolid. Lo único positivo es que el sufrimiento finalizó por fin.

Enfrente el Gran Canaria que no se jugaba nada relevante a nivel clasificatorio más allá del objetivo de alcanzar la mágica cifra de 22 victorias, récord de la entidad, plantó un partido serio sin esforzarse demasiado. No hacía falta ante un rival totalmente descompuesto desde hace muchas jornadas, entregado a la más desesperante anarquía y al desánimo elevado a la máxima potencia en defensa. Los jugadores, al igual que el público, sólo estaban deseando que todo acabara de una vez.

Ovación para Nacho Martín y guión preestablecido

El único interés del encuentro radicó en la vuelta de Nacho Martín a su casa y a su ciudad natal. Los escasos parroquianos congregados le dispensaron una ovación estruendosa y corearon su nombre en la presentación. Al vallisoletano se le notó bastante emocionado, aunque sin duda alguna él hubiera preferido regresar a Pisuerga en circunstancias muy diferentes.

Más allá de eso, el amago de encuentro fue uno de tantos visto en Pisuerga esta temporada. Si acaso aún peor, pues no llegó ni siquiera a ensayo de partido de competición. El CB Valladolid mostró su cara más gris y deprimida, poniendo el epílogo perfecto a lo que ha sido la insufrible temporada. Esta vez el choque ni siquiera fue una película mala con final previsto, sino que superó tal calificativo, ya que se conocían todos los elementos, desde el comienzo hasta el desenlace.

El partido siguió ese infumable guión predeterminado desde el pitido inicial. La intensidad defensiva de Gran Canaria dificultaba tremendamente cada ataque local y la buena circulación de balón de los visitantes desarmaba la descoordinada defensa vallisoletana. Sólo Armon Johnson veía aro con facilidad en el bando morado, mientras que por parte del cuadro amarillo entre Brad Newley y Nacho Martín –cuyas canastas fueron aplaudidas por la grada– hacían un traje a los de Pucela. Ricard Casas paró el partido cuando el marcador reflejó la primera renta importante a favor del Granca (8-17).

No sirvió de nada, más que para que continuara el desquiciamiento morado en ataque, más si cabe sin Armon Johnson en pista, único jugador con capacidad para fabricarse sus propios tiros. Ricard Casas llevó a cabo una rotación sumamente extraña, como si se hubiera reservado la extravagancia para el último partido de liga. Dio entrada a Antonio Izquierdo antes de que acabara el primer cuarto –en total el canterano vallisoletano jugó 8 minutos–, concedió muchos minutos a Héctor Manzano y Omari Johnson y Andjusic, dos de los jugadores con mayor protagonismo durante la campaña, apenas jugaron en ese primer período –y muy poco en el cómputo global del partido–, que finalizó con 12-24 en el marcador.

Gran Canaria jugando a placer

El segundo acto comenzó con una buena disposición defensiva pucelana que provocó algunos minutos de dudas en el ataque grancanario. Pedro Martínez optó por mover el balón en posiciones más interiores y desde allí llegaron la mayor parte de los puntos visitantes, sobre todo obra de un contundente Akindele. El mayor lunar lo tenían los vallisoletanos en su faceta atacante, hoy especialmente anárquica y desnortada.

Tan sólo las acciones individuales de Armon Johnson daban algo de oxígeno a los locales, si bien tenía su contrapartida en la escasa capacidad defensiva del base norteamericano, que se quedaba enganchado continuamente en cada bloqueo. El Gran Canaria jugaba a placer, como si estuviera en el patio de su casa, expresión con más simbolismo si cabe en el caso de Nacho Martín, que empezó a atacar la canasta tanto por fuera como por dentro.

Los visitantes se pusieron 16 arriba (19-35), obligando a Casas a parar el partido nuevamente. De nada sirvió porque los amarillos alcanzaron su máxima renta (20-42), que fue maquillada levemente con varias acciones positivas de Drenovac, las cuales permitieron a los morados irse al descanso con 19 puntos de desventaja (25-44).

A la falta de interés del partido, cuyo inicio, nudo y conclusión eran bien conocidos de antemano, se unía el aspecto de Pisuerga, todavía más gélido que en anteriores compromisos, con un silencio sepulcral sólo roto por los gritos de Ricard Casas y las felicitaciones a Nacho Martín cada vez que obtenía puntos.

Armon Johnson contra el Gran Canaria

Sin embargo, aún quedaba lo peor para el aficionado pucelano. El maldito tercer cuarto, que tanta sonroja ha causado al público de Pisuerga esta temporada. Resulta fácil resumir lo sucedido. Armon Johnson en ataque contra el Gran Canaria y en el otro lado de la pista un equipo bien armado y conjuntado que metía canastas donde y cuando quería.

El resultado de la contienda fue 17-26 a favor del conjunto insular. Cierto es que no todos los puntos vallisoletanos del tercer cuarto los metió Johnson, aunque sí la mayoría. Por ejemplo, los tres últimos los anotó Antonio Izquierdo, recibiendo una ovación estruendosa por parte de la deprimida hinchada. A propósito, fue el único triple de los pucelanos hasta ese momento tras doce intentos fallidos, porcentaje demencial. No obtuvo tantos parabienes de la grada Andjusic, que se llevó la primera pitada del partido cuando fue sustituido. La otra se la dirigió el escaso público asistente a Ricard Casas cuando se retiró al final del partido al túnel de vestuarios.

El último cuarto arrancó con 44-70 en el electrónico. Evidentemente todo estaba decidido y la única incógnita que quedaba por despejar es saber si el porcentaje de triples del CB Valladolid empeoraba hasta límites insospechados o si bien se recuperaba un poco y eso les permitía a los locales maquillar levemente el marcador. Ocurrió lo segundo, porque Lamont Mack se entonó un poco, aunque Héctor Manzano siguió con su recital de errores. Al final 3/19 desde el 6,75 para los morados, un horripilante 16%.

Alivio general al final

Los amarillos también buscaron el lanzamiento exterior con ahínco y fue Javi Beirán el jugador más acertado desde la larga distancia. El último cuarto, triste como pocos en Pisuerga, no fue más que eso. Un concurso de triples sin tensión ni interés que se resolvió con inútiles tablas (21-22). Al menos, el público tuvo la oportunidad de aplaudir a Antonio Izquierdo y recompensarle por su sacrificio durante una temporada en la que el joven pucelano ha soportado con entereza el ostracismo al que decidió condenarle Casas desde la primera jornada, sin que existiera ningún tipo de explicación al respecto. El canterano aplaudió a la grada, en un gesto que se pareció a un adiós.

La intensidad de Iván Martínez en los últimos compases del encuentro impidió que la paliza visitante fuera todavía más humillante. Al final, 64-92 y todos contentos (entre comillas). El Gran Canaria por haber superado ese registro particular histórico y poder pensar ya en el play-off ante Unicaja. Los jugadores y cuerpo técnico del CB Valladolid por haber finalizado la horrorosa travesía de la temporada y dejar de padecer. El público, por haberse liberado al fin de contemplar el desangramiento de su equipo.

Por lo menos, queda en el ambiente la relativa tranquilidad de saber que el baloncesto de élite continuará en Valladolid, ya que el club en teoría no va a desaparecer. La duda es si seguirá en LEB o en ACB. De ser la primera posibilidad, como todo parece indicar que será, este triste, tristísimo partido, será el último del CB Valladolid en ACB durante muchos años. Y de esta forma tan lamentable echó el cierre Pisuerga… En principio hasta el año que viene.