Se antojaba un partido bonito entre dos equipos cuyos estilos son muy diferentes. Por lado estaba el control de balón y la posesión de los jugadores de  Mauricio Pochettino. Por el otro estaba la defensa férrea y el voraz contraataque entrenado por Sean Dyche.

Todo fue según lo esperado. Los aficionados de White Hart Lane –y los incondicionales del Burnley – disfrutaron de una contienda marcada por el derroche físico. Ocasión y repliegue, defensa y contraataque, para adelante y para atrás. Nadie podía contener el aliento, el ritmo fue trepidante. Nadie era capaz de imponer su juego sobre el otro y eso dio lugar a un continuo intercambio de golpes en el que normalmente se impone la mejor plantilla, en este caso resultó ser la del entrenador argentino.

El gol, pistoletazo de salida

El partido comenzaba tímido, sin que nadie tomara grandes riesgos. Los primeros minutos entraban dentro de lo previsto, el Tottenham hacía un rondo en el campo rival y el Burnley se mantenía ordenado y sin conceder ocasiones. Hasta que la fortuna se decantó de los visitantes y Barnes se aprovechó para hacer el primer tanto de la tarde. Una jugada por la banda izquierda, una sucesión de rebotes y carambolas acabaron con la redonda en la frontal del área pequeña. A esa situación acudió el 10 Claret para lanzarse con todo y meter el balón en la portería para detrimento y enfado de Lloris.

Así se dio pie a la mezcla de carrera de fondo con carrera de 100 metros lisos. La dinámica de correcalles había comenzado y por suerte o por azar, en solo cinco minutos el Tottenham empató la contienda por medio de Alli. El lateral diestro,Walker, caracoleaba por el lateral del área con intención de poner un centro letal. Cuando se percató del desmarque del canterano, centró. El pase y el chut salieron a la perfección y el empate subió al marcador.

Kane, que cuajó un partido gris, dispuso de otras dos oportunidades para adelantar a los suyos. Pero no era su tarde. En la primera, un claro dos contra uno, decidió actuar por su cuenta, sin levantar la cabeza y mandar la bola a su compañero desmarcado la acción fue repelida por el defensor. En la segunda sí generó cierto temblor de piernas en los aficionados de Burnley, pero un Heaton muy solvente despejó evitando cualquier mal mayor. 

Medio partido de asfixia

La segunda parte seguía la misma tónica con la que acabó la primera. Solo había conducciones rápdias y verticalidad, poca elaboración por parte de ambos equipos. El Tottenham parecía estar jugándose más de tres puntos. A la desesperada trataba de plantarse en el área rival. Todo era en vano, pues la falta de extremos veloces en el once inicial no daban la profundidad y velocidad que el equipo necesitaba. El Burnley se encotraba cómodo, defendía y atacaba con más efectivos que su rival.

Pese a que en algún tramo del encuentro la calma volvía, los balones largos y la imprecisión marcaban la pauta. Los de granate estaban en su terreno, su zaga era eficaz ante un Kane aislado, y el ataque solía gozar de superioridad. Tras estos pocos minutos de cierta tranquilidad, otra vez se volvió a la carga. Los 22 participantes se desfondaban y Pochettino se dio cuenta. Decidió que Sissoko entrara para marcar las diferencias con punta de rapidez que le caracteriza.

 Así, la desventaja que los Spurs habían creado en su contra, la volvieron a favor de sí mismos. La insistencia y la pasión a menudo se ven recompensados. Rose metió un gol con la fuerza de todos aficionados que cantaban en el estadio. Un zurdazo potente desde la derecha del portero que se colaba por el palo corto del mismo. Una fantástica culminación a la atrevida jugada que llevó a cabo Sissoko con una larga conducción por el centro y desde el centro de la pista.

Con el marcador y el reloj en contra, al Burnley no le quedaba otra opción que cambiar la estrategia que planeó desde el principio de la contienda. Este empujón tardío no valió de nada, el tiempo había pasado. Fortuna tuvieron en su gol y fortuna tuvieron de que el ex de Newcastle no fabricara otro gol, pues  parecía ir  montado en una moto 500 centímetros cúbicos atacando espacios como si de una autopista se trataran.

Esa es la historia de cómo se dio la tercera victoria consecutiva del Tottenham en casa y de cómo el Burnley se puede meter en líos que nadie quiere. 

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