Alumnos, estudiantes, tomen asiento. La clase va comenzar. La lección de fútbol de hoy la trae un maestro dentro de los maestros. Cojan papel y lápiz, pues es necesario tomar apuntes de un profesor magistral. En el mundo del balompié han pasado jugadores con una clase exquisita, con una técnica excepcional; pero sólo uno se ha ganado el derecho de ser apodado como El Maestro. Rui Costa, puede usted iniciar la clase.

Es evidente que tras el legado que dejó Eusébio y la historia del fútbol que cada día está escribiendo Cristiano Ronaldo, aquellos futbolistas portugueses que marcaron una época en los 90 hayan caído algo en el olvido. Los Pauleta, Costinha, Maniche, Deco y compañía, si bien es cierto que lograron hitos en el fútbol luso, han quedado eclipsados sobre todo por la Eurocopa de 2016 que conquistó la Seleção. Sin embargo, estos futbolistas liderados por Rui Costa y Luís Figo fueron los que sentaron las bases de lo que es hoy la Selección Portuguesa.

Lección número uno: impresionar a la más grande leyenda siendo un niño

Un buen maestro que se precie siempre tiene que impresionar incluso a los colegas de su gremio. En la década de los 70, cualquier chaval prometedor para el Benfica siempre tenía que contar con el visto bueno del más grande del fútbol portugués. Los Balones de Oro, los récords y los goles de todos los colores tendrán siempre el nombre de Cristiano Ronaldo. Sin embargo, fue Eusébio el que puso al fútbol luso en el mapa y antes de la aparición del astro del Real Madrid, era la Pantera Negra la institución máxima en el país vecino.

Como muchos futbolistas de su generación, los primeros pasos de Rui Costa con el balón fueron en el fútbol. A muy temprana edad (tan sólo cinco años tenía), sus padres lo apuntan en el Damaia Gimnasio Clube. Muy poco estuvo aquel talentoso niño en un pabellón, pues sus entrenadores vieron el diamante en bruto en el que se podía convertir y poco tiempo después se inscribió para participar en las pruebas de captación del Benfica.

Los testimonios más creíbles narran una historia la mar de curiosa. Lejos de ser un entrenamiento duro, aquellas “pruebas” eran un mero partidillo amistoso entre los hijos de los socios del club. Todo lo contrario era para aquel joven Rui Costa, que se lo tomó si estuviera en el antiguo Estádio da Luz. No había transcurrido ni siquiera un cuarto de hora de la sesión cuando Eusébio, supervisor de la prueba, paró el juego. Llamó al jugador y simplemente le dijo “Ya puedes salir”. Al día siguiente, Rui Costa ya estaba entrenando con el Infantil A del Benfica. Nueve años y ya había llamado la atención de la persona más influyente del fútbol portugués.

Rui Costa, junto a Eusébio, en un Portugal-Inglaterra | Fotografía: Mark Leech // Getty Images

Lección número dos: ser una leyenda con tu selección antes de debutar con el primer equipo

Desde aquella jornada de captación hasta 1990, Rui Costa fue indiscutible en todas las categorías inferiores del Benfica. Como no podía ser de otra manera, tanto talento no pasó desapercibido a la vista de los ojeadores de la Seleção. Su primer partido como internacional fue con el conjunto sub-18, donde sólo bastaron cuatro partidos para que sus preparadores observaran que podría ser una perla a la que añadir al tesoro que estaban construyendo.

Y es que Portugal a principios de la década de los 90 tenía en su nómina a los futbolistas más prometedores del fútbol mundial. En 1989, el combinado sub-20 dio la campanada y ganó el Mundial, disputado en Arabia Saudí. En aquel equipo había jugadores de la talla de Fernando Couto, Paulo Sousa, João Vieira Pinto o Paulo Alves. Fue el germen de lo que más tarde se conocería como la Geração d’Ouro (La Generación de Oro).

Dos años después del histórico título de Riad, el Mundial sub-20 tenía como sede Portugal. Todo el país se lanzó con los suyos aunque no se tratase del combinado absoluto. El aficionado sabía que sus futbolistas, por muy jóvenes que fueran, podían repetir la gesta como locales. De hecho, los partidos en teoría menos atractivos llenaban estadios enteros. Sobre todo selecciones participantes en aquel entonces como Trinidad y Tobago, Egipto o Corea del Sur mantienen buenas relaciones con la Federação Portuguesa de Futebol (FPF) desde aquel torneo.

Las buenas actuaciones de Rui Costa le brindaron la oportunidad de ser convocado para este Mundial junto a aquella jóvenes promesas que alimentaban la Geração d’Ouro: Luís Figo, Emílio Peixe, Capucho, Jorge Costa, Luis Miguel y João Pinto formaban un equipo de ensueño, pero no eran la única selección de prestigio que reunía grandes promesas. Potentes selecciones como Brasil, España o Inglaterra eran claras candidatas y durante todo el torneo dieron bastante guerra.

Aun no se explica con certeza qué pasó en aquella Seleção. Muchos lo justifican por la motivación que suponía relevar el título; otros se lo dan al gran apoyo de todo el pueblo portugués. El caso es que Portugal se plantó en la final del Mundial habiendo ganado todos los partidos y habiendo encajado un sólo gol. Llegaba el partido decisivo en el antiguo Estádio da Luz y ante la otra gran favorita, Brasil. El gran derbi del habla portuguesa. Un encuentro que paró a todo el país. Los números hablan por sí solos: aquel Portugal-Brasil es hasta la fecha el partido entre selecciones (sin ser combinado absoluto) con más espectadores en la historia del fútbol. Con 127.000 espectadores en el campo y más de 700.00 personas en las calles de Lisboa siguiendo el encuentro.

Igualado desde el saque inicial hasta el 120, la gran final se tuvo que decidir en los agónicos penaltis. Se erigió entonces la figura antológica de Fernando Brassard, parando un penalti a Marquinho. Portugal tenía dos lanzamientos para sentenciar porque momentos antes Eber había mandado su lanzamiento al travesaño. Si marcaba, el título se quedaba en Lisboa. Fue entonces cuando apareció Rui Costa. Todo un país contuvo el aliento. No podía fallar. Y un Maestro no falla. Lanzamiento impecable, engañando a Roger. Un simple desconocido, una joven promesa, llevaba a Portugal a revalidar el título del Mundial sub-20.

Jugadores de Portugal celebran el Mundial sub-20 | Fotografía: FIFA

Lección tres: alcanzar la maestría sin salir de Portugal

Pese a que Rui Costa alcanzó la gloria con la sub-20 de Portugal, el Maestro seguía siendo un desconocido para buena parte de la afición del Benfica. Ese mismo año, el club le había brindado la oportunidad de una cesión al Fafe. Apuntaba maneras pero aún así no era suficiente para vestir la elástica del primer equipo. Sin embargo, dicha oportunidad llegó tras el Mundial. Con los encarnados estaría hasta la temporada 1994/95. Más de 100 partidos con los encarnados lo llevaron a convertirse en una leyenda del club con apenas 22 años.

En el fútbol antes de la llegada de los Mbappé, Neymar y compañía, un jugador era realmente prometedor cuando a esa edad ya demostraba que tenía un talento demostrable. Los clubes en aquel entonces eran algo conservadores a la hora de fichar a jóvenes promesas, pero llegados hasta este punto, a Rui Costa le empezaron a llover ofertas de equipos importantes y el Benfica vio que sería imposible retener a su estrella en Lisboa.

A mediados de los 90, el Benfica no era como se le conoce hoy en día. Ese equipo portugués que acostumbra a comprar a precios de saldo para luego vender por auténticas millonadas no tiene nada que ver con hace veinte años . En la época en la que destacó Rui Costa, el equipo vivía una grave crisis tanto económica como deportiva. En sólo cinco años (1992-1997), las águilas llegaron a tener hasta tres presidentes diferentes y para sanear toda su deuda, tenían que vender sin parar. Una situación que aprovecharon muchos equipos para fichar a jugadores encarnados a precios muy reducidos.

Rui Costa en el Benfica 2-0 Dinamo de Moscú de la temporada 1992/93 | Fotografía: Neal Simpson // Getty Images

La gran llamada para Rui Costa llegó desde Italia, país que desde aquel momento sería una segunda patria para el futbolista. Fue la Fiorentina la que abonó por el mediapunta unos 1200 millones de escudos (cerca de seis millones de euros) que el Benfica no podía rechazar. En su etapa en el cuadro lisboeta, el jugador se alzó con una Taça de Portugal (1993) y una Liga Portuguesa en la temporada siguiente.

Con la marcha triunfal del equipo en estos últimos años, el lector podría decir “No es ningún mérito que el Benfica haya ganado una Liga Portuguesa, es como si la gana el Bayern en Alemania”. Para que el lector se haga una idea de la enorme crisis de las águilas, aquel título liguero de 1994 sería el último en más de diez años. No sería hasta 2005 cuando volvieran a levantar uno.

Pese a las razones que motivaron su salida, Rui Costa abandonó al Benfica prácticamente como una leyenda. El jugador prometió que no se trataba de un “Adiós”, sino de un simple “Nos vemos pronto”. Años después, el Maestro daría su última lección en el mismo lugar donde comenzó todo.

Lección cuatro: un maestro también debe aprender lecciones

La soledad es parte de la vida del maestro. En la misma clase, decenas de alumnos, pero sólo es uno el que da la clase. Así debió de sentirse Rui Costa. Era su primera aventura fuera de Portugal y el destino era Italia. La Fiorentina en la década de los 90 era un club exigente y no era la primera vez que el cuadro de la Toscana buscaba en el extranjero para dar un salto de calidad.

Fue allí donde encontró al que sería su mejor pareja de baile. Su gran relación tanto dentro como fuera del campo con el mítico Gabriel Batistuta llevó a la Fiore a lo más alto del fútbol italiano. Con la dupla entre el argentino y el portugués, el equipo viola logró dos Copas Italianas y una Supercopa. Rui Costa llegó a lograr gestas casi imposibles a nivel individual, llegando a ser elegido en más de una ocasión como mejor 10 de la Serie A por delante de un tal Zinedine Zidane.

En profundidad (I): Rui Costa-Batistuta, la dupla más letal de Italia

Las mejores parejas son aquellas que se forman con dos personas muy diferentes entre sí. En el caso de la Fiorentina de finales de los 90, la formada por Rui Costa y Gabriel Batistuta se consolidó como una de las más efectivas del viejo continente. Y resulta que tanto el portugués como el argentino son la antítesis del fútbol. Precisamente fue ahí donde radicaba lo efectiva de esta dupla.

Uno disfrutaba más regalando goles que anotándolos, el otro marcaba prácticamente todo lo que tiraba; uno fabricaba la jugada y el otro la terminaba. La sintonía entre el santafesino y el de Amadora era total hasta tal punto que eran más amigos fuera de los terrenos de juego que dentro de él.

Cuando Rui Costa llegó a Florencia, la Fiore volvía a la Serie A después de haber cuajado una horrorosa campaña en la 1992/93, descendiendo al Calcio B. Batistuta llevaba en La Toscana desde 1991 y pese a la multitud de ofertas que le llovieron tras perder la categoría. El argentino se quedó y vivió quizás los mejores años de su carrera junto a su compañero portugués.

Gabriel Batistuta y Rui Costa | Fotografia: ACF Fiorentina

Sin embargo, no todo fueron alegrías en el Artemio Franchi. Rui Costa cuenta que en sus primeros años con la Fiorentina tuvo uno de sus momentos más duros en toda su carrera. Era un caluroso verano el de 1994. El Benfica necesitaba despegar de una vez por todas y planificó amistosos de gran calibre durante la pretemporada. Pero el que estaba marcado con una x en el calendario era el partido de presentación en el Estádio da Luz; efectivamente, era contra la Fiorentina. El choque, aunque fuera un mero choque de preparación, tenía una carga especial para el mediapunta, pues todo lo que era se lo debía a las águilas.

El fútbol en ocasiones suele ser un deporte cruel, y el destino, caprichoso. La Fiorentina ganaría aquel partido por la mínima y sí, el único gol del partido fue obra de Rui Costa. Era un simple amistoso, un mero juego de preparación, pero se vio algo que pocas veces ha pasado en este deporte. Mientras el jugador caminaba hacia su campo tras el gol, las lágrimas le salían de sus ojos. Todo el Estádio da Luz se puso de pie. En boca del propio futbolista, “ha sido el gol más triste que podía marcar”. Años más tarde, en su regreso a Lisboa, Rui Costa sería el protagonista de la campaña de abonados del Benfica recordando aquel gol.

No sería la última vez en que Rui Costa actuase como verdugo de su amado Benfica. Años más tarde, en la temporada 1996/97, la Fiorentina volvió a Portugal para disputar los cuartos de final de la antigua Recopa de Europa. Esta vez el mediapunta no marcó, pero igualmente la victoria sería para los italianos, que dejaron la eliminatoria vista para sentencia en Lisboa (0-2). En el choque de vuelta, el Benfica ganaría en el Artemio Franchi, pero sería insuficiente (0-1). Fue una dura lección para Rui Costa. Su éxito fue a partir del hacer fracasar al equipo de sus amores.

Lección cinco: mantenerse fiel hasta el final

Todos los expertos de la época estaban de acuerdo. Tanto talento no podía quedarse mucho tiempo en la Fiorentina. Rui Costa despertaba el interés de los grandes equipos europeos y cada vez que se abría el mercado de traspasos, el culebrón sobre su salida empezaba. Sin embargo, el portugués se mantuvo fiel a su equipo de la Toscana. Fue a partir del su segundo año en Italia cuando tuvo la oportunidad de dar el salto definitivo, pero aún así estuvo hasta siete años en el Artemio Franchi.

Su compañero de batallas, Batistuta, era otro de los jugadores que no dejaba de estar en boca de todos y una vez le llegaron a preguntar cómo de ciertos eran los rumores que lo apuntaban fuera de la Fiorentina. “Vaya a donde vaya, quiero ir con mi mejor amigo”, aseguró el argentino. Fue en el año 2000 cuando la pareja se separó, oficializándose el traspaso de Bati a la Roma. Nunca volverían a coincidir en el mismo club.

Rui Costa celebra su gol contra el Empoli en la temporada 1998//99 | Fotografía: Allsport UK // Getty Images

Rui Costa estuvo una temporada más en la Fiore, consiguiendo su segunda Coppa de Italia a las órdenes de un joven Roberto Mancini. Fue entonces cuando el portugués agarró la oportunidad de dar el gran salto a un equipo de clase mundial. Su equipo no puso objeciones y las buenas relaciones entre jugador y la directiva del club de la Toscana hicieron que el luso no se marchara por la puerta de atrás. Cerca de veinte años después, Rui Costa sigue estando entre los extranjeros con más partidos en la historia de la Fiorentina. Es por ello que siempre se le ha guardado un cariño especial siempre que visitó el Artemio Franchi.

Extranjeros con más partidos en la historia de la Fiorentina

Posición Jugador Nacionalidad Temporadas Partidos
Gabriel Batistuta Argentina 8 328
Kurt Hamrim Suecia 9 306
Rui Costa Portugal 7 276
Sébastien Frey Francia 6 218
Borja Valero España 5 211

En profundidad (II): el fichaje que marcó un antes y un después en Italia

Como no podía ser de otra manera, la Fiorentina no iba a negociar la salida de Rui Costa a la baja. El cuadro transalpino, a su manera, es el equipo más portugués de la Serie A. Con la regla de comprar a un precio módico para a la larga sacar una gran tajada, la venta de su jugador estrella fue una de las más sonadas de aquel 2001. Tal y como había ocurrido años anteriores, más de un gigante europeo mostró interés por él. Finalmente, el Maestro daría su siguiente lección sin moverse de Italia. El Milan fue el que más apostó por él, pagando la friolera de 42 millones de euros por sus servicios.

Acostumbrados en estos meses a ver cómo se supera la barrera de los 100 millones en estrellas del fútbol mundial, esos 42 millones convirtieron a Rui Costa en uno de los traspasos más caros de la historia del fútbol. Aquel verano de 2001 fue monopolizado por la Serie A, Liga que dominaba el panorama europeo. Los ochos traspasos más caros de ese período tuvieron a un equipo italiano como protagonista, ya sea como club vendedor o comprador.

El verano de la Serie A: un 2001 italiano

Posición Jugador Equipo Destino Precio (en millones de euros)
Zinedine Zidane Juventus FC Real Madrid 77,50
Gianluigi Buffon Parma AC Juventus FC 52,88
Gaizka Mendieta Valencia CF SS Lazio 48,00
Juan Sebastián Verón SS Lazio Manchester United 42,60
Rui Costa ACF Fiorentina AC Milan 42,00
Lilian Thuram Parma AC Juventus FC 41,50
Pavel Nedved SS Lazio Juventus FC 41,20
Filippo Inzaghi Juventus FC AC Milan 37,00

Las cifras del traspaso de Rui Costa se hacen aún más grandes si se ven las operaciones que ha realizado la Fiorentina a lo largo de su historia. Pese al boom que ha dado el mercado en estas últimas temporadas, el portugués sigue siendo la venta más cara de la historia del club. Ni siquiera Gabriel Batistuta logra alcanzar esos 42 millones. Veamos los datos en perspectiva.

Las cinco ventas más caras en la historia de la Fiorentina

Posición Jugador Destino Precio (en millones de euros)
Rui Costa AC Milan 42,00
Federico Bernardeschi Juventus FC 40,00
Gabriel Batistuta AS Roma 36,15
Juan Cuadrado Chelsea FC 31,00
Francesco Toldo Inter de Milán 26,50

Por último, la importancia del fichaje de Rui Costa por el Milan se hace notar si se miran los traspasos más caros del fútbol que han tenido a un jugador portugués como protagonista. Durante bastantes temporadas, el futbolista de Amadora había ocupado la segunda plaza, pero con el todo el dinero que se ha invertido en los últimos años, las posiciones han cambiado y quedarían de la siguiente manera.

Los cinco traspasos portugueses más caros en la historia del fútbol

Posición Jugador Equipo Destino Precio (en millones de euros)
Cristiano Ronaldo Manchester United Real Madrid 94,00
Luís Figo FC Barcelona Real Madrid 60,00
Bernardo Silva AS Mónaco Manchester City 50,00
Rui Costa ACF Fiorentina AC Milan 42,00
João Mário Sporting CP Inter de Milán 40,00

Lección seis: tocar el cielo con los pies en la tierra

Rui Costa aterrizó en San Siro siendo ya un futbolista reconocido, perfectamente adaptado al fútbol italiano y con una experiencia muy importante. 29 años tenía cuando se vistió de rossoneri y su objetivo era claro: alcanzar la gloria europea. El Milan de Carlo Ancelotti era, junto al Manchester United y Liverpool, el mejor equipo del viejo continente a principios del nuevo milenio.

Al ser un titán del fútbol, Rui Costa tuvo que compartir vestuario con algunas de los mejores futbolistas del mundo en aquellos años. Sus compañeros en el centro del campo eran de la talla de Andrea Pirlo, Clarence Seedorf, Genaro Gattuso; sus asistencias eran para delanteros como Filippo Inzaghi o Andriy Shevchenko y sabía que estaba respaldado por una defensa temible: Alessandro Nesta y Paolo Maldini, con el infranqueable Dida entre los palos. Un equipo de ensueño aquel Milan.

Rui Costa junto a Filippo Inzaghi | Fotografía: Steve Mitchell // Getty Images

Quizás eran las ansias europeas de los rossoneri las que motivaron que el Milan dejara de lado la Serie A en la primera temporada de Rui Costa. El equipo quedó tercero, por detrás de su eterno rival en la ciudad y a once puntos del campeón, la Juventus. Los esfuerzos milanistas se centraron prácticamente en exclusiva a la Champions. Tal y como ocurre con el Real Madrid en estas últimas temporadas, con una versión completamente diferente en Europa que en las competiciones domésticas.

Fue en las semifinales de aquella Champions 2002/03 cuando Rui Costa entendió lo que significaba estar en un equipo de élite. Otra vez, ese destino siempre caprichoso dictaminó un derbi de Milan como aperitivo a la final. Dos partidos, un mismo estadio pero con nombres diferentes. San Siro en la ida, Giuseppe Meazza en la vuelta. El empate sin goles en el primer envite dejaba toda la emoción para el segundo enfrentamiento. También habría tablas, pero un gol de Shevchenko al borde del descanso haría inútil la igualada de Martins en la segunda parte.

Pero era otro equipo italiano el que esperaba en la final. La Juventus de Buffon, Thuram, Del Piero, Zambrotta, Trezeguet y Camoranesi. El Teatro de los Sueños como gran escenario. Y Rui Costa como titular. Jugó 87 minutos, hasta que fue sustituido por Ambrosini. El portugués vio desde el banquillo una agónica tanda de penaltis, donde los nervios se impusieron a la calidad desde los once metros. Dos penas máximas erró el Milan (Seedorf y Kaladze), pero la Juve no consiguió superar la presión y cuando tuvo la oportunidad de empatar la contienda, Zalayeta y Paolo Montero fallaron para la Vecchia Signora. Finalmente, y a diferencia de lo que pasaría años después contra el Liverpool, Shevchenko anotó el penalti decisivo.

Rui Costa junto a Ambrossini levantando la Champions | Fotografía: Neal Simpson // Getty Images

A la consecución de la Champions League se le unió esa misma temporada la Coppa de Italia. En aquel entonces, el torneo del KO constaba de fase de grupos y final a doble partido, un formato idéntico a la actual Copa Libertadores. En la gran final, un ciclón rossoneri arrasó a la Roma en el Estadio Olímpico (1-4) para después empatar en San Siro (2-2). Pese al gran éxito que supuso esa temporada 2002/03, Rui Costa se resignaba a ser catalogado como una estrella y siempre mantuvo los pies en suelo. La humildad acompañaría al luso durante su carrera y es por ello que es respetado incluso por los sus grandes rivales.

Lección siete: siempre habrá alguien mejor

Ganar un torneo tan importante como la Champions fue una espada de doble filo para Rui Costa. Significó conseguir el título a nivel de clubes más importante del planeta, pero también un dosis importante de presupuesto para las arcas del Milan. Ya todo joven promesa quería vestirse de promesa y los ojeadores del conjunto rossoneri empezaron a buscar talentos para dar un salto de calidad aún mayor. Desde la directiva de San Siro se consideraba que la delantera tenía un olfato goleador como ningún equipo y que, por mucho que se buscara, no encontrarían una defensa y un portero mejor que los tenían.

Por descarte, el lavado de cara del Milan para la siguiente temporada sería en el centro del campo. Rui Costa había dado un nivel espléndido, no había debate sobre eso. Pero desde Brasil estaban llegando informes interesantes sobre un mediapunta del São Paulo que prometía ser el mejor futbolista del mundo. Ancelotti lo pidió y en verano de 2003 llegaba a la ciudad italiana un tal Ricardo Izecson dos Santos Leite. Para sus compañeros, amigos y más tarde para todo el mundo del fútbol, sonaba mejor el nombre de Kaká.

Rui Costa celebra un gol junto a Kaká | Fotografía: For Free Images

Muchos expertos coinciden que Rui Costa debió abandonar Milán en la temporada siguiente tras haber llegado Kaká. Aún le quedaban varias temporadas a un buen rendimiento y podía haber recalado en otro equipo de la misma calidad que los rossoneri. Pero no, el portugués vio en aquel joven brasileño una oportunidad para realizar una competencia sana. Quizás haya podido ser el gran error de su carrera. Desde la llegada de Kaká, Rui Costa quedó apartado a un segundo plano. No porque sus actuaciones fueran decepcionantes, sino porque ese mediapunta canarinho tenía complejo de Rey Midas: todo lo que tocaba se convertía en oro (incluido el balón que entrega cada año France Football).

Lección ocho: tocar fondo para volver hacia arriba

A nivel tanto colectivo como personal, los peores años en la carrera de Rui Costa fueron entre de 2004 y 2006. El portugués, sin todos los minutos que le hubiera gustado en Milán, se refugió en la Seleção. Todos sus esfuerzos se centraron en conseguir lo que hasta la fecha no había conseguido su país: conseguir un gran título internacional. Fue todo un acontecimiento que la UEFA designara Portugal como sede para la Eurocopa de 2004. El luso vio como incluso cómo su añorado Estádio da Luz era reconstruido desde los cimientos para convertirse en lo que ahora el lector conoce.

Y si en 1991 todo el país se volcó con el Mundial sub-20, la Eurocopa se llevó a otro nivel. Muchos de aquellos chavales de esa Geração d’Ouro tenían la oportunidad de repetir la gesta que habían logrado trece años antes pero esta vez con la absoluta. Parecía sonreírles todo a los lusos en aquel verano. Se clasificaron para cuartos de final como primeros de grupo, apeando a España en un agónico último partido. Superaron a Inglaterra en la tanda de penaltis y en semifinales derrotaron a Holanda en la primera gran actuación con Portugal que se le recuerda a Cristiano Ronaldo.

Lo tenían todo a su favor. Rui Costa, Figo, Pauleta, Costinha, Deco y aquel joven Cristiano Ronaldo contra una selección casi desconocida que se había plantado en la final gracias a una rocosa defensa y un ataque efectivo. La final contra Grecia era la gran oportunidad. Rui Costa empezó el partido desde el banquillo y desde allí vio cómo la Seleção asediaba sin parar al cuadro heleno. Las ocasiones se sucedían, el gol parecía que llegaría de un momento a otro. Pero no llegaba. Y no llegó.

Eusébio consuela a Rui Costa tras perder la final de la Eurocopa | Fotografía: Matthew Ashton // Getty Images

A Portugal le entraban los nervios y ahí apareció el zarpazo heleno. Su único tiro entre los tres palos en toda la final. Cabezazo de Charisteas y 0-1. Silencio absoluto en el Estádio da Luz. Tres minutos después del tanto rival, Scolari introducía a Rui Costa. No sería suficiente. Grecia levantó el muro y ningún portugués fue capaz de derribarlo. Día de luto nacional en el país vecino. Costó mucho rearmar la Seleção después de aquella final perdida. Abatido y derrotado, en aquella semana Rui Costa anunciaba su retirada del combinado nacional.

Lección nueve: el mejor lugar para terminar, donde se empezó

Después de la hecatombe de Lisboa, Rui Costa tuvo unos dos últimos años de reflexión en Milán. En 2005, apenas jugó diez minutos de la histórica final de la Champions contra el Liverpool. Junto al Real Madrid-Atlético de 2014, aquel duelo entre rossoneri y reds ha sido el partido más importante de los últimos veinte años. En la fatídica tanda de penaltis, el portugués no lanzó ninguno y tuvo que ver impotente cómo Serginho, Andrea Pirlo y Shevchenko erraban sus disparos y le entregaban el trofeo al equipo inglés.

Se tuvo que llegar hasta 2006 cuando Rui Costa tomó la decisión de marcharse del Milán. Decidió romper su contrato con la entidad italiana con todo lo que aquello suponía; entre otras cosas, renunció a un último año de sueldo, que ascendía a los 4,6 millones de euros. Todo ello tras comprender que poco a poco llegaba el momento de decir adiós y lo quería hacer justo donde se presentó al mundo del fútbol: en el Estádio da Luz.

En Lisboa se le vio nacer y en la capital lusa dijo adiós. Pudo haberse retirado al máximo nivel en un club de más prestigio, pero el afecto de Rui Costa por el Benfica decantó la balanza. Dos temporadas estuvo el mediapunta en su casa antes de colgar las botas. Su último partido como profesional fue contra el Vitória de Setúbal, en mayo de 2008. Todo el Estádio da Luz se puso en pie para ovacionar a su leyenda, el único gran representante de la marca Benfica en Europa.

Rui Costa en su último partido como profesional | Fotografía: Francisco Leong // Getty Images

Lección diez: futbolista 10, directivo 10

Tras haber colgado las botas, todo el mundo del fútbol dio por hecho que Rui Costa daría el salto a los banquillos. No es un hecho baladí: los entrenadores más destacados de los últimos años brillaron primero como jugadores. Sin embargo, el Maestro parece que ha decidido seguir los pasos de Eusébio. Si la Pantera Negra se vinculó con el Benfica para captar jóvenes talentos, Costa es en la actualidad la persona con más peso a la hora de fichar en el Estádio da Luz.

El 14 de mayo de de 2008, apenas días después de haberse retirado, Rui Costa era presentado como nuevo director deportivo del Benfica. En sus dos primeros períodos de traspasos, el Maestro fichó a hombres como Pablo Aimar, Ramires, Javi García, Daviz Suazo, José Antonio Reyes y sobre todo, ató la contratación de Jorge Jesus.

Los números hablan por sí solos. Si al principio decíamos que tras la marcha de Rui Costa el Benfica no ganó una Liga en diez temporadas, la estadística cambia desde que es director deportivo de las águilas. Cinco ligas, dos Taças de Portugal, siete Taças da Liga, tres Supertaças y dos finales consecutivas de la Europa League.

Y así es como termina la clase. El mejor Maestro ha dado sus diez lecciones que le han convertido en uno de los mejores diez de todos los tiempos. Se hablará siempre de los Cristiano, Figo, Deco y Pauleta. Pero el legado que ha dejado y la historia que sigue escribiendo Rui Costa en el fútbol portugués continuarán dando que hablar.