Como suele ocurrir en esta vida, existen casualidades que marcan tu destino. El CD Castellón es ahora uno de los gallitos, por nombre, de Tercera División, si bien es cierto que el tramo inicial del presente curso ha sido, cuanto menos, decepcionante. Su historia le hace estar arriba por decreto.

Uno de los mitos de la historia orellut fue Luis Cela, el eterno capitán albinegro. A sus 75 años rebosa energía, vitalidad. Prácticamente se le van cayendo anécdotas del zurrón. Tiene tantas que contar que un periodista no debe hacer prácticamente nada, solo disfrutar de las palabras de todo un campeón de Europa. La edad de oro del Castellón va unida a la de este líbero que comenzó jugando de extremo. Nada más que añadir.

“Mis comienzos fueron muy buenos en el equipo de mi ciudad, el Zamora. El Madrid se fijó en mí y me fichó cuando yo tenía 19 años. No jugué ningún partido en el primer equipo. ¡Cómo iba a jugar si coincidí con Di Stefano, Rial y compañía! Pero me queda la satisfacción absoluta de formar parte de la plantilla que conquistó la primera Copa de Europa de la historia en el 56”.Pueden apreciar, pues, que hablar de Cela son palabras mayores.

Cela llegó a Castalia en 1963 y fue convencido por Camilo Liz para jugar en Tercera

“Luego bajé al Plus Ultra, que era el segundo equipo, por entonces, del Madrid. Pasé tres años allí y, claro, me llovieron las ofertas. La mejor fue la del León mexicano. Hice unas pruebas y todo. Solo me pedían que corriera la banda y centrara. ¡Me pagaban 500.000 pesetas de la época! Una absoluta burrada. Me podía comprar hasta dos casas y por eso, recuerdo que Miguel Malbó, el encargado de la cantera madridista, me comentó que era la oportunidad de mi vida”.

Sin embargo, Poncela, como era conocido por aquel entonces, no cruzó el Atlántico. Se conformó con pasar por Zamora, Salamanca, Oviedo y Mallorca como hombre de refuerzo. En las Baleares comenzó a fraguarse su fichaje por el Castellón.

“Estábamos en 1963. Llegué aquí recomendado. Yo era muy liberal, y por eso acepté venir a un sitio diferente, donde había dinero. Confeccionaron una plantilla bastante bueno con Pinocho y Marín, que venían del Celta, Arrieta del Murcia...Imaginate, era un equipo tremendo para jugar en ‘Tercerola’”.

Aquel año, el Castellón apenas perdió partido alguno (“En Gandía y en Elda, todavía lo recuerdo”, interrumpe Cela), pero no logró, a la hora de la verdad, dar el salto a Segunda.

“Cuando llegué, le dije a Camilo Liz, el secretario técnico, que yo no iba a jugar en Tercera. Me convenció diciéndome que probara esa temporada y que si no estaba conforme, me dejaría ir al año siguiente. Vino el Murcia a buscarme, pero el Castellón se negó en rotundo. Fui a la Federación Valenciana para preguntar por la situación de mi contrato y allí me lo explicaron: me habían hecho el lío y habían añadido el prefijo “in” a la claúsula donde se hablaba del fin de mi vinculación. Para que me entiendas: pusieron “contrato indefinido” y me tuve que quedar en el Castellón de por vida.

Gustosa obligación

Bendita casualidad, pensará. Los de La Plana lograron ascender en 1968, justo una campaña antes de la simplicación de la categoría a un único grupo. El equipo de Cela terminó décimo aquel año, pero no pudo evitar volver a Tercera por la citada maniobra federativa. El infierno, no obstante, les permitió salir de allí en el 69. Pero solo con una condición: grabar sus nombres en la historia. Lo consiguieron.

Con Lucien Muller en el banquillo, los orellut ascendieron a Primera en la primera temporada de la década de los setenta. Y no contentos con eso, completaron la machada con un quinto puesto en la Liga de las Estrellas y una final de Copa ante el Athletic Club. Casi nada.

"Le dije a Del Bosque que siendo tan lento no triunfaría en el fútbol y fíjate dónde está ahora"

“Fue la época de mayor gloria en el Castellón y creo que influyó todo un poco. El presidente era Emilio Fabregat, que trabajaba exportando pescado al norte de España y era muy amigo de Santiago Bernabeu. Subimos a Segunda con un equipito bastante modesto y poco a poco fuimos mejorando la plantilla”.

Gracias a la citada amistad con Bernabeu, Castalia pudo disfrutar del fútbol de las promesas madridistas de la época. Sin ir más lejos, el seleccionador nacional Vicente Del Bosque estuvo cedido en el conjunto aurinegro durante el curso 72-73. “Era un buen chico y tenía una clase descomunal, pero carecía de velocidad. Era lentísimo. Un día entrenando me preguntó que si lo veía triunfando en el Madrid. Yo le contesté que eso era imposible: ¡Cómo vas a llegar lejos si eres lentísimo! Desde entonces, cada vez que lo veo bromea diciéndome que vaya visión tuve aquel día...”.

Foto: Picasaweb

Pero aquel año no solo fue por obra y gracia de Del Bosque. También colaboraron Planelles, Tonín, Corral, Babiloni, Ferrer...y Manolo Clares, del que también habla Cela. “Cuando Lucien (Muller) vino a entrenarnos hacía muy poco que había colgado las botas. No tenía mucha capacidad dialéctica para dirigir y me pidió ayuda a mí, que ya conocía el vestuario. Un día fuimos a Gandía a ver a Clares. No me convenció, porque no era para nada vistoso, pero lo acabamos fichando. Era un romperredes, siempre estaba en el sitio y tuvo éxito, como casi todos los que disputaron la final de Madrid”.

Aquella tarde en el Calderón

29 de junio de 1973. Estadio Vicente Calderón. 64.200 personas abarrotan las gradas. El Castellón, tras finalizar quinto el campeonato liguero, se lanza a la aventura de la Copa con ilusión. Derrota al Valencia en octavos, al Betis en cuartos y al Sporting de Gijón en las semis. Solo quedaba el último escollo. Enfrente, un equipo copero por antonomasia, curtido en mil batallas como el Athletic Club.

"La inexperiencia en una final me dejó sin levantar la Copa del 73 en el Calderón"

“Nos pesó la inexperiencia en las grandes citas”, explica Cela. “Ataron a Planelles bien en corto y a Del Bosque lo frenó un tal Ángel María Villar. Nos superaron claramente y Arieta y Zubiaga me dejaron sin levantar aquella Copa. Nunca olvidaré ese partido ni tampoco a la afición castellonense que se desplazó hasta Madrid”.

Luis Cela, ya en sus últimos coletazos como jugador, actuaba de líbero por orden de Muller. “Yo era muy técnico y Lucien me metió primero en el medio y luego me puso de libre. Jugaba muy cómodo ahí, porque llegaba sobrado a todos los balones y sacaba muy bien el balón. Incluso dicen que Kubala se interesó por mí para hacerme internacional con España y solo le frenó mi edad”.

Foto: e6d.es

El capitán orellut disputó aquel encuentro con 35 años y la siguiente fue su última campaña como futbolista. Curiosamente, el Castellón descendió con Muller como técnico, pero sin Del Bosque ni Planelles, que volvieron al Madrid para quedarse. “En sus puestos llegaron otros refuerzos, pero esta vez no dieron la talla y por tanto el equipo perdió fuerza. A pesar de todo descendimos por el golaverage con el Murcia. Todavía recuerdo mi último partido. Jugamos en Elche y me expulsaron por primera y única vez en mi vida por responder a las provocaciones del argentino Heredia. Perdí los nervios porque veía que las cosas no salían y el público hizo el resto”.

Luis Alonso Poncela se retiraba aquel 14 de abril de 1974 convirtiéndose así en un mito del Castellón. Por su casta, valentía y forma de ver el juego, pero también por lo que vino a partir de entonces. Era imposible que alguien como él dejara el fútbol de un plumazo. De hecho, todavía se vanagloria de seguir dentro del mundillo. Desde aquel día, Cela decidió que su futuro eran los banquillos o, en su defecto, la secretaría técnica de Castalia.

Amigo de un genio

En dicho puesto vio como Francisco Gento se estrenaba como técnico en Castalia. “Paco vino levantando una expectación tremenda, pero, a la hora de la verdad, no transmitía al equipo todo lo que sabía. El cargo le vino grande. Recuerdo que sus entrenamientos eran un espectáculo porque se dedicaba a reventar a disparos a nuestros porteros marcando golazos y dejaba al resto del equipo con su ayudante”.

Esto repercutió a la marcha el equipo y la directiva optó por destituir a Gento y hacer debutar a Cela como entrenador. “Muller me decía que yo valía para dirigir y yo ya tenía el nivel II cuando me retiré. Me faltaba el nacional, que por aquel entonces era complicadísimo de conseguir. Debuté en Vitoria ante el Alavés y perdimos 2-0. A la semana siguiente ya firmó el serbio Aleksander Obradovic y yo no volvería hasta la siguiente temporada, que me senté en los últimos partidos de la temporada”.

"Di Stefano lo pasó fatal en Castellón, sufrió mucho e incluso su mujer me pedía que lo cuidara"

Y aquel verano del 76 ocurrió algo para la historia. Di Stefano decidió hacerse cargo del Castellón y el protagonista de esta entrevista fue elegido como ayudante del hispano-argentino. “Alfredo era glorioso. No he visto a alguien igual. Era un fuera de serie, pero también muy trabajador. Entablé mucha amistad con él esa temporada y lo pasó fatal. Al igual que Gento, no era capaz de transmitir sus conocimientos. ¡Menos mal que nos salvamos en Terrassa! Todavía recuerdo cuando me decía: ‘Luís, ¿y si me tengo que ir porque hemos bajado a Tercera?’”

Incluso, recuerda Luis Cela, “su mujer me pedía que lo cuidara porque estaba solo aquí en Castellón y estaba sufriendo bastante por la marcha del equipo”.

Cela, en el centro, abraza a Amancio y Alfredo Di Stefano. Foto: CD Castellón

Di Stefano se fue tal y como había llegado, dejando el banquillo de Castalia a Liz. Un año después (78-79), fue Paquito quien asumió el reto y con él, el Castellón volvió a estar arriba en la División de Plata. Cela recuerda aquella época con cariño: “Si te soy sincero, yo creo que Paquito me pedía informes del rival, pero luego ni se los leía. Recuerdo un partido que perdimos en casa con dos goles de estrategia en contra. El presidente bajó hecho una furia, preguntando que qué coño de informe le había hecho al entrenador. A partir de ese día me pidió que cada jornada le enviara un informe a él también. ¡Por lo que se ve no se fiaba de mí!”

El retorno y el adiós

A pesar de todo, el Castellón volvió a Primera justo en la temporada previa al Mundial 82. El ascensor del fútbol, sin embargo, le descendió nuevamente a Segunda un año más tarde. Cela fue el elegido para comandar a un equipo que no respondía. “Te prometo que lo pasé fatal, me decían de todo. Si no lloraba era porque soy muy orgulloso. Me despidieron y contrataron a Naya, un militar que entrenaba con el método ‘un, dos, un dos’. Consiguieron la salvación y a mí me llamó el Zamora para mantenerlo en Segunda B”.

"Si no he llorado en un banquillo ha sido porque soy muy orgulloso"

Los caminos de Cela y el Castellón se separaron. No fue un adiós, más bien un hasta luego por motivos laborales: “Yo quería seguir entrenando y fui probando con equipos de ‘Tercerola’. Me pagaban bien y tenía que buscarme las habichuelas. Entrené al Almansa, al Villarreal, al Almería...Al Castellón, obviamente, lo seguía por los amigos y conocidos que dejé aquí”.

A buen seguro que sonrió con el último ascenso orellut a Primera en 1989, categoría que no perderían hasta dos años más tarde. Curiosamente, ya en la recta final de la 90-91, el Castellón llamó a filas a Lucien Muller para buscar un milagro en forma de permanencia.

No pudo ser. La promoción se quedó a un solo punto y dicho privilegio lo aprovechó el Cádiz para salvarse. El Castellón fue derrotado en Oviedo en el partido decisivo, en la última batalla en la que dependía de sí mismo. Ya nunca más pisaría la Primera División, a pesar de que, con la llegada del nuevo siglo, Pepe Murcia se quedase cerca de conseguir semejante objetivo.

Foto: diariosdefutbol.com

Y es que Castalia vibró en la 2007-08 con un quinto puesto en la que hoy se conoce como Liga Adelante. Sin embargo, todo fue un espejismo. El Castellón se quedó a las puertas de la gloria aquel año y nada volvería a ser igual. “En el fútbol, si hay dinero todo marcha bien”, explica Cela. “Sin embargo, la venta a unos sinvergüenzas que se aprovecharon del club y la afición casi nos deja sin equipo”.

En efecto, la empresa Castellnou2005 a punto estuvo de hacer desaparecer a la entidad aurinegra, que descendió a Segunda B deportivamente y a Tercera en los despachos en la 2010-11. Solo la movilización de la hinchada, a base de firmas, evitó la catástrofe.

Actualmente, el empresario David Cruz preside el club con una política de severa austeridad. Tanto que el equipo debe jugar a las doce de la mañana para así no encender los focos de Castalia, según comenta Cela, que se muestra desencantado con el fútbol actual.

Una historia inolvidable

“A mí no me gusta cómo se juega actualmente, ni en Primera ni en Tercera. Voy a ver al Castellón porque comento los partidos en la radio y no soporto ver treinta toques seguidos sin haber pasado al campo contrario. El equipo no transmite. Un equipo como el Castellón no se puede permitir lo que ha pasado esta temporada. ¡Hemos estado decimosextos! Y todo por culpa de un entrenador (Calderé) que se creía más protagonista que los jugadores. Ahora, por suerte, el nuevo entrenador les da más libertad a los chicos y van sacando los partidos, aunque con más pena que gloria. Pero, fíjate, ¡ya están arriba!”.

Cela, en el centro, entrega un cheque a la asociación COCEMFE. Foto: castellonconfidencial

Ante esta situación, Cela lo tiene claro: “Siempre lo digo, la gente tiene que estar ahora a muerte con los chicos. Tenemos que ir a Castalia y hacer que el equipo salga de ‘Tercerola’ lo antes posible”.

"No me considero en absoluto una leyenda"

Lo dice toda una leyenda, aunque él se niegue a reconocerlo (“Solo soy algo reconocido por aquí, he hecho mucho por este pueblo”). A pesar de ello, el título de su biografía, publicada en 2013 y que ha tenido una gran acogida entre la parroquia orellut, es rotundo: “Luis Cela, el eterno capitán”.

Una verdadera reliquia para los amantes de la historia futbolística, esa que hace recordar que, durante mucho, mucho tiempo, la provincia de Castellón era totalmente albinegra. Una provincia que ahora disfruta con las hazañas del Villarreal en la élite pero que sueña, como el resto de aficiones de este reportaje, con un futuro prometedor, en el que se vuelva a gritar orgulloso aquello de “¡Pam, Pam orellut!”