El Celta tiró por tierra esta jornada ante el Leganés lo conseguido la pasada en Balaídos contra el Sevilla. Ante los andaluces el equipo parecía que revivía, consiguiendo una victoria vital en las aspiraciones celestes, ante un rival directo. Pero en Butarque, contra un Leganés que ya no se juega nada, el equipo volvió a dar la peor imagen posible. Una derrota por la mínima que condena al Celta a acabar la Liga casi sin opciones de llegar a Europa y en tierra de nadie.

Estamos en la jornada 32 y el equipo sigue sin saber a qué tiene que jugar. Unzué apuesta por mantener la posesión, pero la plantilla, con el planteamiento del técnico navarro, no sabe qué hacer con ella. Insiste en sacar el balón jugado desde atrás, pese a que no haya dado resultado en toda la temporada. Y aun menos con Cabral en el eje de la zaga. El argentino volvió a ser un coladero en defensa. Un agujero que supo aprovechar la delantera pepinera, ya que el central está muy lejos del nivel mostrado en temporadas anteriores. Fuera de forma, lento y cometiendo los errores a los que tiene habituado, se le vio desbordado los noventa minutos.

Otro de los señalados en el partido fue Daniel Wass. El danés necesita un descanso, parece que está pensando más en jugar en Europa el año que viene que en lo que está haciendo este año en el Celta. Si quiere continuar que renueve, pero si ya está pensando en su próximo destino, que deje hueco a algún compañero que si quiera demostrar que puede hacerse con el puesto de titular. Ante el Leganés estuvo desaparecido, sin luchar los balones, llegando tarde a los choques. Tan mal partido jugó, que su compañero Hugo Mallo acabó desesperado, abroncando continuamente al escandinavo por su actitud.

Por el carril contrario, Jonny acabó igual con Pione Sisto. El otro danés del Celta también está muy lejos del nivel mostrado a principio de temporada. El jugador veloz y con regate ha desaparecido, dejando paso a uno menos participativo y luchador, al que no le sale nada.

Por último, en el que se centran todos los focos y al que más se le culpa de la derrota es al técnico navarro. Unzué tiene los días contados en la entidad gallega. No sabe conectar ni con los jugadores ni con la grada, que se está empezando a hartar del juego insulso, aburrido y anodino del equipo que dirige.

Fue la gran apuesta de la directiva cuando decidieron echar a Berizzo. Se encontró con una plantilla comprometida, con identidad, valiente y con hambre de títulos. Y tan solo unos pocos meses después deja un equipo que está más muerto que vivo. Los que fueron héroes en Old Trafford han desaparecido, unos por bajones de rendimiento y otros por no ser del agrado del técnico.

El navarro quitó a Brais en el descanso, cuando estaba siendo el mejor mediocentro de los celestes en el partido, para sacar a Maxi. Un cambio que no sirvió de nada ya que seguía empeñado en salir jugando desde atrás, en vez de optar por un juego más directo con el charrúa en el campo. Una mala idea que acabó costando el gol local.

Tras el gol intentó espolear a los suyos con un doble cambio, pero en vez de optar por ir al ataque con todo, ya que el equipo se estaba jugando mucho, decide quitar a Lobotka, fundamental en el juego celeste, para meter a Radoja, que defiende más que ataca. Un despropósito total el planteamiento de Unzué este pasado sábado en Butarque.

La única noticia positiva del encuentro fue Sergio Álvarez. El portero de Catoira fue otra vez decisivo bajo palos, el mejor del equipo. Si no llega a ser por varias intervenciones suyas de mérito, el Celta hubiera salido de Butarque con más goles en su contra.

Un partido que refleja lo que está siendo el Celta en los últimos meses. 85 minutos superados, sin encontrar soluciones colectivas para los problemas que genera el rival y sin capacidad para dar continuidad al juego, dejando los últimos cinco minutos del partido para comenzar a lanzar pelotazos sin control, por si pilla alguna Maxi. Una imagen paupérrima la del equipo, que deja una sensación en el ambiente de temporada liquidada, de fin de viaje.