No cabe duda de que México 1986 fue el Mundial de Diego Armando Maradona. Fue el mejor jugador del torneo, llevando a su Argentina a alzarse con el trofeo. En cuartos de final, frente a Inglaterra, marcó el histórico gol en el que conduciendo el balón desde su campo supera a medio equipo inglés, incluido el portero, y marca. El "Pelusa" brilló tanto que, en ese mismo partido, aburrido de hacerlo con los pies y la cabeza, marcó con la mano el famoso tanto que acabaría llamándose “la mano de Dios”.

España, por su parte, fue encuadrada en un grupo con Irlanda del Norte, Argelia y Brasil. Dos rivales relativamente asequibles y un coco. Parece que la Roja, con grandes jugadores en su  plantilla como Zubizarreta, Camacho, Goikoetxea, Butragueño, Julio Salinas o Michel, aprendió la lección de otros Mundiales. Esta vez, aunque perdiese ante Brasil por un solitario gol de Sócrates, ganó los otros dos partidos y pudo clasificarse para la ronda de octavos de final.

A partir de este Mundial, hasta la actualidad, este formato se consagra como el sistema a seguir: una fase de grupos por liguillas y, después, eliminatorias a partido único. Entonces, en octavos, la selección se enfrentó a la aparentemente asequible Dinamarca, que, no obstante, había quedado primera de grupo  y tenía entre sus jugadores a un tal Michael Laudrup.

Butragueño fue el hombre del partido frente a Dinamarca, anotando 4 goles

Los daneses se adelantaron  en el minuto 33, pero España reaccionó. Y tanto que reaccionó. Al filo del descanso Butragueño igualó el encuentro. Y durante la segunda parte metió otros 3 goles, que, acompañados por un tanto de penalti de Goikoetxea, dejaron el marcador en un contundente 1-5 a favor de España.

En cuartos de final, donde el aroma del título empieza a embriagar a los participantes, los bombos depararon a España otro rival europeo: Bélgica. Era el obstáculo que separaba a la Roja de una barrera que nunca había superado (el Mundial de 1950 es difícil de comparar por el diferente formato).

Los belgas marcaron en la primera parte y mantuvieron la ventaja hasta casi el final del partido, cuando Señor anotó el tanto español y llevó las tablas al marcador. El partido fue a los penaltis.  Entonces, sobre España, o, más bien, sobre las botas de Eloy, cayó el peso de la llamada maldición de cuartos.

Eloy Olaya, jugador por aquel entonces del Sporting de Gijón, fue el encargado de lanzar el segundo penalti de la ronda, el único que no entró. El portero belga detuvo el esférico y condenó a España a una maldición que no se rompería hasta que Cesc Fábregas marcó frente a Italia el penalti que clasificó a España para semifinales de la EURO`08 e hizo olvidar esos fantasmas.