La temporada 2017-18 para el R.C. Celta de Vigo no ha acabado con el resultado esperado. Tras varios años en los que el equipo gallego crecía y se posicionaba cada vez en zonas más altas de la tabla, este año no se ha logrado el objetivo. Se corta así una racha y una  progresión que comenzó en 2012 con el ascenso.

El cambio de entrenador influyó en el juego del equipo, que tenía que readaptarse a un esquema diferente al de las últimas temporadas. Siete fueron los partidos que disputó el equipo gallego en pretemporada para adaptarse y coger ritmo competitivo antes de comenzar un ilusionante año. Pero, con tan solo dos victorias, ante el Sporting de Gijón, de Segunda, y la Roma, no vaticinaban una buena temporada.

Se llegaba así al sábado 19 de agosto, día en el que los de Juan Carlos Unzué abrían ante la Real Sociedad en Balaídos la temporada 17/18. Un partido que dio pistas de lo que sería el rendimiento habitual del equipo a lo largo de todo el año. Un desconocido Maxi Gómez comenzaba como referencia en punta, por la lesión de John Guidetti, consiguiendo anotar un doblete en su debut. Dos goles para comenzar su primera y exitosa temporada en La Liga, pero que no sirvieron para sumar ningún punto por los constantes errores defensivos y las facilidades a los delanteros txuri-urdines.

Un partido que ha sido un paralelismo que se ha repetido a lo largo del año. El Celta ha tenido mucha pólvora arriba, pero atrás han sido uno de los mayores coladeros del campeonato, relegándoles en la tabla y alejándoles de su objetivo al final de temporada.

En las primeras 10 jornadas únicamente se habían conseguido once puntos. Una cantidad muy pobre si el equipo quería optar a los puestos que daban el pase a la UEFA Europa League de la siguiente temporada. Tan solo tres victorias y dos empates por cinco derrotas. Derrotas inexplicables como la sufrida ante el Espanyol en RCDE Estadium, siendo superiores, en la cuarta jornada, o ante el Málaga, en La Rosaleda, en la jornada 10, siendo estos los farolillos de la competición, sin ninguna victoria en su haber hasta ese momento.

Una mala dinámica que supo corregir el técnico navarro. Dejó atrás su afán por salir con el balón desde atrás y modifico el esquema. Cambios que ayudaron a dejar de ser un equipo blando atrás, gracias al cambio en la portería y a las ayudas constantes que los mediocentros hacían a los laterales con el centro del campo poblado del nuevo esquema, y dando alas a los atacantes celestes, que perforaban con facilidad las porterías rivales.

El Celta parecía que carburaba, y llegaba al ecuador de la temporada en buen estado de forma y cosechando resultados positivos. Victorias  importantes ante Athletic, Leganés o Deportivo de la Coruña, sumadas a los empates conseguidos ante los dos grandes de La Liga, F.C. Barcelona y Real Madrid, hacían soñar a la afición celtiña. Cerraban así los gallegos la primera vuelta, décimos, con 25 puntos, a tan solo cuatro de la sexta plaza.

La segunda vuelta comenzaba con las mismas sensaciones. Una racha de tres victorias, ante el Levante para cerrar la primera vuelta, Real Sociedad y Betis, les colocaban séptimos en la tabla, con posibilidades reales de conseguir el ansiado pase europeo.

Una posición de privilegio que no supo mantener el equipo, el cual comenzó a tener tropiezos ante equipos que estaban por debajo en la tabla. Parecía que el estar tan arriba en la tabla le había dado vértigo a unos jugadores a los que no les salía nada.

Tropiezos ante equipos por debajo en la tabla, como Alavés, Getafe o Málaga, hacías cada vez más difícil la consecución del objetivo, pero aun no imposible. Con tan solo nueve partidos por disputarse hasta el final de Liga, el Celta seguía décimo, con 39 puntos, a cuatro de la séptima posición, ocupada por el Betis, y a seis del Sevilla, sexto.

El objetivo había cambiado. Con el Barça campeón de la Copa del Rey, a los de Unzué la valía con acabar séptimos. Se vislumbraba así un rayo de esperanza. El empate contra el Athletic y la victoria aplastante, por 4-0, en Balaídos, ante el Sevilla, colocaba a dos puntos esa séptima plaza.

Fue en ese momento cuando se terminó de desplomar el equipo. Llegó el peor Celta de la temporada. Decaídos, los jugadores dejaron de creer en el entrenador, sobre el que empezaba a volar el rumor de una posible destitución a final de temporada. Incapaces de conseguir una victoria, dejaron escapar sus últimas posibilidades con empates ante Barça o Valencia, y con derrotas humillantes por el pobre juego del equipo ante Villareal, Leganés o Real Madrid.

Se llegaba así al final de temporada, con Balaídos medio vacío, para recibir al Levante sin nada en juego. Un partido que sirvió únicamente para despedir a varios jugadores, que no continuarán en Vigo el año que viene, y al entrenador. Ya se sabía que Juan Carlos Unzué no seguiría, pero no fue oficial hasta que no finalizó la temporada.

Un año que deja noticias positivas para el conjunto gallego, como la aparición de nombres como los de Maxi Gómez o Stanislav Lobotka, los cuales serán referencia en el fútbol del futuro, o la más que merecida llamada de Iago Aspas para el Mundial de Rusia de agosto. Pero también sensaciones negativas, como la de haber errado a la hora de escoger un hombre para sustituir a Berizzo, la propia destitución del argentino, o el fin de un ciclo en casa Celta.

Se cierra así una temporada de muchos altibajos, que da paso a una revolución más que necesaria en el equipo gallego, que espera reenganchar a una afición muy decepcionada y desencantada tanto con el equipo como con el presidente. Llega el momento de renacer y demostrar la ambición del equipo de cara a la próxima temporada.

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