El pasado lunes fueron publicados en nuestro Twitter (@CFReus_VAVEL) los resultados definitivos de la encuesta a la afición reusense que tenía como único objetivo esclarecer quién había sido el jugador más destacado del partido ante el Numancia según la masa social del club. El escrutinio fue el esperado: el goleador David Querol recibió un 56% de los votos, sumando una prueba más del cambio que ha experimentado el equipo con su puesta en escena. Le siguieron el capitán Jesús Olmo (24%), el cual empujó al equipo hacia la porteria rival con osadía y desparpajo, y Alfred Planas con un 20%, plasmando así la revolución ofensiva que imprimió sobre el terreno de juego con su aparición en el tramo final de la contienda.

El Reus llegaba al partido del sábado con la espada de Damocles de la resolución del Juez de Disciplina de la Liga colgando de un frágil hilo y experimentando otra vez la incertidumbre fruto de la posibilidad de que el encuentro en el Municipal fuera el último del club en Segunda. No obstante, el conjunto local recibía a otro cuadro en horas bajas. Los sorianos aterrizaban en Reus urgentemente necesitados de puntos y con la intención de cerrar una paupérrima primera vuelta con buen sabor de boca. El encuentro guardaba el aliciente de la vuelta a la que fue su casa del técnico López Garai y del anterior compañero del capitán Olmo en el flanco de la zaga, el Pichu Atienza

Ante el cuento de nunca acabar de la problemática extradeportiva del club y acercándose al ecuador de la competición submergidos en un mar de dudas sobre el futuro de la entidad, los guerreros de Xavi Bartolo saltaron al terreno de juego con la meta de salir del descenso a pesar de las recientes y dolorosas pérdidas de activos del club como Édgar Badía o Fran Carbia, los cualos resolvieron su contrato con el equipo mediante el procedimiento abreviado. Los doce jugadores restantes de la primera plantilla y los refuerzos provinientes del filial volvieron a dar la cara y mostraron una vez más al mundo del fútbol su profesionalidad y su perseverancia

El cuadro local no cuajó su mejor tarde futbolísticamente hablando. El equipo acusó la ausencia de Miguel Linares en ataque por acumulación de tarjetas y Bartolo tuvo que adaptar el esquema táctico dando entrada a Carbonell, el cual asumió la función de delantero centro en cualidad de falso '9' y por detrás de los extremos. La vuelta de Juan Domínguez en el once inicial dio oxígeno al CF Reus en el centro del campo, una zona que en muchos momentos de la contienda se desdibujó y rompió al conjunto en dos partes.

Los rojinegros se acercaron a la portería defendida por Juan Carlos con escaso peligro y de forma espesa en los primeros compases del partido y la balanza se decantó a favor de un cuadro numantino que ya había emitido un aviso a Pol Freixanet mediante un disparo de Diamanka desde la larga distancia. Catena quiso despejar un centro de Alain Oyarzun y despistó al guardián de la portería reusense, que vió como el balón cruzaba la línea de gol llorando. El Numancia abría la lata en el minuto 22 de partido y asumía un esquema mucho más defensivo y de contención, con la clara voluntad de mantener el resultado y de buscar un triunfo más holgado en algun contraataque.

En este contexto emergió la figura de un luchador nato que ha avivado el fuego ofensivo del equipo desde que volvió al verde: David Querol. Un jugador de la casa y de la ciudad al que no han respetado las lesiones y que ha vuelto a entrar en la dinámica del equipo para aportar su amplio abanico de cualidades a un CF Reus necesitado de efectivos. Ni sus molestias persistentes en la rodilla han podido impedir su irrupción como jugador diferencial que decide partidos. Y así fue el sábado pasado. 

El ariete reusense, con dilatada experiencia en LaLiga 123 de la mano de la UE Llagostera y ahora del club de su ciudad, ha enarbolado la bandera rojinegra y se ha erigido como el estandarte de una entidad en horas bajas que se mantiene en pie debido a un ADN de supervivencia a prueba de cualquier entuerto. Querol es la máxima expresión del sentimiento rojinegro en el terreno de juego y así se fraguó el sábado en el Municipal segundos antes de la bocina.

En la segunda mitad el conjunto numantino se replegó a la espera de una jugada aislada en la que pudiera forjar una diferencia más holgada en el marcador. El mismo plan de contención que presentó Osasuna en el último partido en casa antes del parón de Navidad y mediante el cual salieron victoriosos de la encrucijada a pesar de la insistencia local. Sin embargo, esta vez el desenlace sería distinto

Levantar un partido con un marcador adverso ha sido la asignatura pendiente del conjunto rojinegro desde su llegada al fútbol profesional y los pupilos de Xavi Bartolo han aprendido a sufrir y a manejar los tempos de un modo mucho más maduro en partidos que adquieren esta naturaleza. El cuadro local se lanzó al ataque de forma desbocada de la mano de un desatado Jesús Olmo que asumió los galones propios de un capitán y avanzó en numerosas ocasiones su posición. Sin embargo, este adelanamiento de líneas provocó una apertura de espacios que Guillermo, delantero soriano, no supo aprovechar por partida doble. 

Alfred Planas y Rubén Enri, dos de los jugadores del filial más introducidos por Bartolo en los esquemas del primer equipo, saltaron al césped para sumar efectivos en el área e intentar equilibrar el electrónico. El primero, un extremo rápido y habilidoso que ya se ha ganado su hueco en la plantilla, dio un plus de frescura al conjunto local y gozó de una buena ocasión desde fuera del área que repelió Juan Carlos a córner. La locura en el Municipal vendría cinco minutos más tarde.

El tiempo se agotaba por momentos y el equipo al completo se volcó al ataque para conseguir la ansiada diana. A punto de cumplirse el tiempo reglamentario, Mario Ortiz disparó de volea desde la frontal del área y el balón rebotó en la pierna derecha de Rubén Enri, el cual habilitó con un ápice de fortuna a Querol para que hundiera el esférico en las mallas del arco visitante. El Estadi se hundió y Querol, reconvertido en el héroe que todos necesitábamos en una situación tan límite, se dejó abrazar por los aficionados agarrándose con fuerza y emoción el escudo de su camiseta. Un final tremendo y un premio balsámico para una afición asfixiada por el sufrimiento.