Hoy era un día para que el proyecto del Celta despejase toda clase de dudas que pudieron surgir en las primeras jornadas. Nada más lejos de la realidad. Nos encontramos a un equipo de toque, pero inútilde asociación, pero planos; de ataque, pero que se ahogaba al llegar al área. Y es que la propuesta ofensiva del Celta pasaba por movilidad y buscar un pase interior que no encontraron en ningún momento. Aún así apenas se buscaron los centros laterales y, cuando se hacían, se realizaban tan despacio que no llegaban al punto de penalti.

En la primera parte el control fue celeste, con un Espanyol que lejos de proponer nada de juego se dedicaba a estar en el verde. Casi les sale. El conjunto celeste tuvo tres oportunidades importantes en la primera parte; un testarazo de Santi Mina que rozó el palo, un remate mordido de Rafinha que tuvo la misma suerte y un centro lateral de Iago que Santi no consiguió conectar y hubiese supuesto el gol celtiña.

En la segunda mitad, con un cacao mental, el Celta permitió un control en el área que, después de revolverse, convirtió Pedrosa en la primera llegada de peligro del conjunto barcelonés. Lejos de aupar al equipo local en busca de la remontada, el Espanyol se hizo con el control del segundo tiempo en ciertas fases. Y el tiempo se fue consumiendo, entre otros, gracias a Diego López, que curiosamente es de los únicos jugadores de su equipo que no fue amonestado.

Pero cuando se pensaba que no podía ser peor, un contraataque perico con cuatro jugadores y únicamente Aidoo defendiendo, generó una ocasión para sentenciar el encuentro. Fue entonces cuando la parada de Rubén Blanco mantuvo al Celta, una vez más en el partido. El portero y el central ghanés están suponiendo un seguro de vida para una defensa más ferrea que en temporadas anteriores.

El tiempo dirá si esta solidez está afectando al nivel ofensivo del equipo, aunque no debería afectar de semejante manera. El equipo llega a tres cuartos de campo, pero su peligro y dinamismo se diluye de una manera preocupante.

Mientras el tiempo transcurría Escribá decidió mover el banquillo para revertir la situación. Primero fue Brais Méndez, uno de los más activos en ataque, quien sustituyó a Lobotka, quien dejó únicamente a Beltrán como medio. Destacada actuación del medio español, pues no paró de correr hasta donde le dieron las piernas. La salida del internacional eslovaco provocó una ruptura total entre defensa y ataque, pues se quedó el pequeño jugador solo, recorriendo todo el campo, omnipresente. Pero lo que provocó en fase ofensiva fue que había demasiados jugadores con el mismo perfil intentando hacer exactamente lo mismo: Brais, Rafinha, Denis y Aspas.

El área rival era una quimera

Nadie de la parcela ofensiva tuvo su día. Únicamente Santi Mina que, lejos de darse por vencido, apareció en el último minuto de partido para poner la igualada con un cabezazo al segundo palo. Un gol que salva un partido bastante paupérrimo. Denis Suárez, Rafinha y Iago Aspas se perdieron buscando un último pase que nunca llegó. Dio la sensación de que se tocaba muy bien el balón, pero sin efectividad alguna. Si a eso se le suma que Aspas no está fino y que en el minuto ochenta parecía que el Celta iba ganando, debido a la poca intensidad, se entienden las caras preocupadas de las personas que acudieron al estadio de Balaídos. Posteriormente entraron el Toro Fernández y Pione Sisto. El primero tocó apenas un balón y se suponía que entraba para que le colgasen balones, y el segundo no consiguió tocar un balón sin perderlo.