Ya se han disputado seis jornadas de liga y los aficionados groguets deben de estar muy contentos con el inicio de temporada de su equipo, el Villarreal no conoce la derrota y ya se ha enfrentado a rivales de la talla del Sevilla y el Real Madrid. El logro es más meritorio si se tienen en cuenta las turbulencias por las que tuvo que pasar el Submarino en las semanas previas al inicio de la Liga Santander, con cambio en el entrenador y el cuerpo técnico incluído. Además, sus dos delanteros titulares en la pasada campaña aún no han podido disputar ni un solo minuto por culpa de sendas lesiones, en el caso de Soldado de larguísima duración.

Tres victorias y tres empates para poner al equipo en cuarta posición, por detrás de los tres grandes. Sin embargo, hay un aspecto a mejorar por parte de los castellonenses: su rendimiento en las segundas partes. Sólo uno de los nueve goles a favor que suman ha sido convertido entre el minuto 45 y el 90; ocurrió en la primera jornada ante el Granada de Paco Jémez. Pueden verse aspectos positivos en esta curiosidad si se interpreta como que el equipo es capaz de encarrilar los partidos muy pronto o que sale enchufado desde el primer minuto. Sin embargo, encierra una realidad bien diferente.

Solo uno de los nueve goles se han marcado en la segunda parte

La sensación es que el Villarreal no sabe gestionar las segundas partes cuando se encuentra por delante en el marcador. Para ser más exactos, se podría decir que no consigue mantener el dominio que le permite, en los primeros 45 minutos, controlar el partido y adelantarse a su rival. Bien es cierto que lo normal es que, cuando un conjunto se ve por debajo en el marcador, este busque tener más protagonismo para crear peligro; no obstante, parece que los amarillos –cuando cuentan con ventaja- salen del vestuario con el repliegue y la solidez defensiva como prioridades, por delante de su característico control a través de la posesión.

En partidos como el del Bernabéu, esto es una gran virtud que puede hacer a un equipo salir vivo de un estadio tan difícil como ese. De hecho, uno de los aspectos más elogiados de Marcelino, extécnico del club, fue que consiguió que en ciertos partidos sus jugadores olvidasen las posesiones largas y se convirtiesen en un conjunto tácticamente perfecto en defensa, que repelía una tras otra las intentonas rivales.

No obstante, existen otro tipo de encuentros en los que el Villarreal es capaz de dominar gracias a la posesión de balón, una característica que le ha llevado a ser el club grande que es hoy en día. Dos buenos ejemplos de esta clase de duelos pueden ser las visitas de Real Sociedad y Osasuna a El Madrigal. En el primer caso, los amarillos contaban con una ventaja de dos a cero en el minuto 25, incluso habiendo fallado un penalti. Una jugada aislada permitió a los txuriurdines acercarse en el marcador antes del descanso, pero el peso del partido lo estaban llevando indudablemente los locales. Lo curioso viene cuando, con el inicio de la segunda mitad, estos cedieron la iniciativa a los vascos, que una tras otra encadenaban ocasiones de gol. Al final la victoria se quedó en casa, pero la sensación fue que los de Escribá habían permitido que su rival tuviese más opciones de empatar el partido.

Ante Real Sociedad y Osasuna el Submarino perdió el control del partido tras el descanso

Siete días después, la situación se repite en el mismo escenario. El Osasuna visita El Madrigal en una desastrosa racha de resultados y, sin rastro de ninguna piedad, se encuentra con un tres a cero antes del minuto 40. El dominio de los castellonenses es abrumador y no parece que los de Monreal puedan siquiera acercarse al área local. En una de las escasísimas llegadas, Álvaro González comete penalti sobre Sergio León, el tres a uno sube al luminoso y llega el descanso. Otra vez ese cuarto de hora de recuperación física y corrección táctica se traduce en la pérdida –premeditada o no- del control del partido por parte del Villarreal. La ventaja de dos goles hace menos preocupantes las acometidas de los rojillos, sin embargo, se repite esa sensación de haber podido seguir manteniendo la posesión, disminuyendo en gran medida las posibilidades de gol del Osasuna.

Aún es septiembre y Fran Escribá ha conseguido un buen inicio de temporada, algo extremadamente meritorio teniendo en cuenta las condiciones en las que llegó al club. Por tanto, merece un margen de confianza lo suficientemente amplio como para que pueda adaptarse a un nuevo club, una nueva plantilla y una nueva forma de entender el fútbol.