Después de la tormenta llega la calma, y no hay frase que mejor se adapte a todas las circunstancias de la vida. En este caso, podríamos decir que Marc Márquez ha vivido su propia tormenta. Él, que ha sido antes piloto que persona, que ha mostrado en cada carrera su sed de victorias, superándose a sí mismo en cada vuelta; él, que ha conseguido lo inalcanzable para todos aquellos mortales que lo consideran un héroe, un ser venido de otro planeta a dar una clase magistral de pilotaje cada vez que se monta a una moto.

Los héroes también viven tormentas; auténticos calvarios de los que nosotros sólo vemos la punta del iceberg: nueve meses desaparecido de su hábitat natural en los que no sólo ha tenido que luchar con la lesión que lo ha mantenido apartado de su vida durante tanto tiempo, sino que también ha tenido que luchar contra el rival más fuerte que jamás haya luchado: su propia mente.

Sin embargo, cuando por fin se empieza a ver la luz al final del túnel aparece la esperanza, la ilusión y las ganas de ser el extraterrestre al que sus adversarios siempre han tenido cierto respeto en pista, pero que a la vez han tomado como referencia porque su pilotaje roza la perfección. Pero se nos olvida una cosa: los héroes a veces también sienten miedo. Él, que necesita la velocidad para que su corazón lata al mismo ritmo que el rugir de su moto también ha sentido miedo: miedo de no ser el mismo de siempre, de no sentirse igual en pista, pero, sobre todo, miedo de no sentirse igual de piloto que antes. Y es ahí donde demuestra que detrás del héroe, también hay un ser humano; también hay un chico que tiene miedo a caer y a no salir de la penumbra en la que jamás había estado tanto tiempo desde que montó a una moto por primera vez con sólo cuatro años.

Marc Márquez, GP de Portugal | Foto: motogp.hondaracingcorporation.com
Marc Márquez, GP de Portugal | Foto: motogp.hondaracingcorporation.com

Pero por fin podemos decir que esa odisea ha terminado para el ocho veces campeón del mundo y con ésta, su miedo se esfumó este fin de semana en Portimao, trazado en el que nunca antes había pilotado una MotoGP. Sus lágrimas al llegar al box tras 25 vueltas aguantando sobre la Honda esconden mucho que, probablemente, jamás sabremos. Ayer el héroe lloró, pero no de dolor como estos 9 meses atrás, sino de felicidad; de felicidad por volver a ser él: Marc Márquez, piloto de MotoGP y al que tanto hemos añorado en pista.

Salió al trazado sin un objetivo en mente, siendo consciente de que durante todo el fin de semana era su brazo el que mandaba y así lo hizo saber en más de una ocasión. No se planteaba ninguna posición como objetivo porque, de hecho, no sabía ni si iba a poder finalizar la carrera. Pero lo hizo; lo hizo firmando un séptimo puesto que en otro momento hubiera sido un resultado pésimo para él y se hubiera mostrado igual de disconforme que se muestra cuando las cosas no van como él desea, pero que ayer le supo a gloria tras 296 días sin probarse sobre su Honda, haciendo lo que más le gusta hacer en la vida: pilotar. Y salieron las lágrimas de satisfacción, de “lo he conseguido”, siendo consciente de que todavía le queda un largo camino por recorrer para ser ‘SúperMarc’ y que no será el mismo de la noche a la mañana, pero por fin está en su hábitat: el hábitat de un campeón.

Con Márquez nuevamente en pista se respira un ambiente muy distinto en el Paddock y muchos han sido los pilotos que han mostrado estas sensaciones: saben que el rival a batir ya está en su lugar, pero también saben que no está al cien por cien por el momento. Sin embargo, la tormenta ha finalizado, abriéndole paso a la calma; la calma más que merecida para uno de los héroes del motociclismo que por fin ha vuelto a su lugar tras sentirse perdido durante tanto tiempo. Por fin el de Cervera abre los ojos, despertando de la pesadilla; por fin vuelve el Marc Márquez piloto.

Marc Márquez, GP de Portugal | Foto: motogp.hondaracingcorporation.com
Marc Márquez, GP de Portugal | Foto: motogp.hondaracingcorporation.com
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Señoras y señores: queda Márquez para rato.

Disfruten de la calma; disfruten del héroe.

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