Roger Federer dio por concluida su temporada 2018 tras perder en las semifinales de las ATP Finals a manos de Alexander Zverev. Una temporada donde el resultado es positivo, pues el suizo conquistó 4 títulos, entre ellos el Open de Australia, su vigésimo título de Grand Slam, volvió al número uno convirtiéndose en el jugador de más edad en conseguirlo con 36 años y 195 días, y se colocó a las puertas del título Nº100 de su carrera. Comparada con la temporada 2017, el año es “pobre” y más irregular. Si se compara con su edad, la temporada del helvético es fantástica.

Dos primeros meses mágicos

La expectación era máxima. Tras firmar un 2017 heroico, Roger Federer partía de la casilla de salida desde el mismo lugar en el que lo hizo la temporada anterior. El fabuloso escenario de Perth iba a ser testigo de las primeras andanzas del suizo en el 2018 donde semanas después tendría la dura papeleta de defender la corona conseguida el pasado año tras derrotar a Rafael Nadal en una final apoteósica que quedará para los anales de la historia del tenis.

En Perth, el suizo repetiría tándem con Belinda Bencic, con el objetivo claro de poder alzarse a final de semana como campeones del torneo. Los suizos lograron clasificarse como primeros de grupo tras derrotar a Japón, Rusia y Estados Unidos y acceder así a la final donde tendrían enfrente a la Alemania de Alexander Zverev y Angelique Kerber. En una final apasionante, que se decidió en el partido de dobles, los suizos lograron proclamarse campeones y grabar el nombre de Suiza como campeón por tercera vez en la historia de la Copa Hopman.

Con ello, el suizo aterrizó en Melbourne. El objetivo principal estaba claro, defender la corona. Tarea fácil no iba a ser, pero de nuevo el Maestro volvió a brillar sobre la ya mítica pista azul Rod Laver Arena de Melbourne Park. La final, sin embargo, no iba a deparar de nuevo un Roger Federer frente a Rafael Nadal, puesto que el mallorquín se retiró en las semifinales ante el croata Marin Cilic. Una final de altos vuelos, de poco ritmo, de poco intercambio y en donde el servicio podía determinar el choque. Como bien sucediera hace un año, la final de Australia se decidiría en el quinto set y casualidad o no, de nuevo con el ojo de halcón como protagonista. Roger Federer conquistaba en Australia su vigésimo título de Grand Slam a los 36 años. Quién lo diría. Las lágrimas y emoción de Federer estaban más que justificadas. El helvético, muy cerca de volver a ser número uno.

Open de Australia | Foto: zimbio
Open de Australia | Foto: zimbio

La lesión de Rafael Nadal dejó en bandeja de plata la opción al suizo de poder ser número uno del mundo nuevamente. En Rotterdam, Federer sabía que era la oportunidad. En una semana mágica, donde en la tarde de domingo se acabaría proclamando campeón, Roger Federer conseguía algo histórico: volver a ocupar la cima mundial del tenis masculino y no sólo eso. Además se convertía en el número uno de más edad en conseguir tal hito. La temporada prometía y no había hecho nada más que empezar.

Comienza la montaña rusa

La próxima parada del suizo iba a ser Indian Wells y Miami, lugares en los que también defendía la corona conseguida el año anterior. Sobre California, se contempló una versión del suizo un tanto extraña, aunque a veces normal. Federer alternó partidos de un nivel muy excelso y otros de menos calidad. Sin embargo, tras batir a jugadores como Borna Coric, quien apretó las tuercas al máximo al tenista suizo, Roger se plantó en la final, pero sin poder reeditar título, pues un espléndido Juan Martín Del Potro le privó de conseguir la corona.

Indian Wells | Foto:zimbio
Indian Wells | Foto:zimbio

 

Con ello, el helvético viajó a Miami donde tendría enfrente en primera ronda al australiano Thanasi Kokkinakis. Como bien sucediera en Indian Wells, Federer no mostró un buen tenis, y eso juntado con el partido tan completo que se marcó Kokkinakis, propició la victoria del Australiano y el primer de los muchos bombazos del último torneo de Miami que se disputó en Cayo Vizcaíno y que finalmente terminó con el triunfo de John Isner.

La gira de hierba, la gran esperanza

Federer repitió plan. No disputó la gira de tierra batida y se tomó tres meses de “descanso” para prepararse para la gira de hierba donde al igual que el año anterior, volvería a disputar Stuttgart, Halle y Wimbledon. En esta ocasión, en los torneos previos, las sensaciones fueron mejores, aunque eso sí con alternancia de partidos sublimes y cierta irregularidad en otros. En Stuttgart, el helvético completó una gran semana con el título final tras derrotar al canadiense Milos Raonic en una final que se decidió por pequeños detalles. Una semana después, en su más que idílico torneo de Halle, Federer iba por el mismo camino, pero en la final, un inconmensurable Borna Coric le arrebató el título en una final que se marchó a los tres sets.

ATP 250 Stuttgart | Foto: zimbio
ATP 250 Stuttgart | Foto: zimbio

 

Con ello, el nacido en Basilea llegó a Wimbledon, la principal cita para él. El escenario perfecto, el jardín que tanto gusta. Y lo hizo con una sorpresa que dejó a todos con la boca abierta. Tras más de 15 años vistiendo de Nike, los rumores que se escuchaban semanas atrás de sobre que el suizo dejaría la marca, se hicieron realidad. Federer saltó a la pista central del All England Tennis Club vestido de Uniqlo, la marca japonesa que vistió a Novak Djokovic antes de haberlo hecho este mismo año por Lacoste.

Tenísticamente, el torneo de Federer estaba siendo de notable, hasta que en los cuartos de final tuvo enfrente a un más que inspirado Kevin Anderson. Sin embargo, el duelo parecía presagiar que Federer se llevaría el duelo, pero tras dar cierto terreno, el sudafricano supo subirse al tren en marcha para acabar remontando el partido y llevarse el choque para sorpresa mayúsucula de los congregados en la ciudad londinense.

WImbledon | Foto:zimbio
WImbledon | Foto:zimbio

 

La gira estadounidense tampoco apaciguó las aguas

Al contrario del 2017, Federer, como ya hizo en varias ocasiones, optó por no disputar el Másters 1000 de Canadá, torneo donde defendía la final tras haberla perdido con Alexander Zverev. El suizo viajó directamente a Cincinnati, otro torneo fetiche para el helvético. Sobre el cemento de Ohio, el Maestro de Basilea volvió a alcanzar una nueva final. Esta vez tendría enfrente a un Novak Djokovic que por aquel entonces estaba empezando a despertar y volvía a dominar. En una final muy apretada que se decidió por pequeños detalles, el serbio derrotó al suizo para levantar así su primer título en Cincinnati y completar así todos los Másters 1000.

Cincinnati | Foto: zimbio
Cincinnati | Foto: zimbio

 

Nueva York era la última gran cita de la temporada. Pese a haber cedido en la final de Cincinnati, las sensaciones eran muy buenas de cara al último Grand Slam de la temporada, y esas sensaciones se plasmaron desde el inicio del torneo donde se observó a un Federer, volviendo además a su raqueta anterior, muy fresco de piernas y volviendo a dar cátedra y dejando puntos para el recuerdo como el que consiguió ante Nick Kyrgios pasando la pelota al otro campo por el lateral del palo de la red. Sin embargo, la altísima humedad que hubo durante los 15 días de torneo pasó factura a Federer y, posiblemente, en el partido menos esperado, ante el australiano John Millman, el helvético cedió sorprendentemente en cuatro mangas. La alta humedad y el gran partido del australiano propiciaron una debacle en Nueva York.

El golpe mágico en el US Open | Foto: zimbio
El golpe mágico en el US Open | Foto: Getty Images

 

Justo dos semanas después, Federer no se movería de Estados Unidos y viajaría hasta Chicago, donde allí le esperaba una nueva cita: la segunda edición de la Laver Cup, donde Europa defendía la corona. En una semana de tenis frenético, Federer, junto a Djokovic, Zverev y Thiem entre muchos otros, se proclamarían campeones por segunda vez en la historia de esta competición.

Federer mejora en los últimos tres meses y explica ciertas cosas

Una vez dejada atrás la dura derrota ante Millman en el US Open, Federer volvía a las pistas en el Másters 1000 de Shanghái, lugar donde se consagró campeón en la anterior edición venciendo a Rafael Nadal en la final. En el certamen chino, el helvético mostró una mejor cara que la que venía dando semanas atrás en la gira americana y una vez más volvió a sumar puntos, menos que en el 2017, pero de nuevo regresó a rondas y finales y mostrando una versión más completa y más segura. Pese a ello, un más que completo Borna Coric, que realizó un partido perfecto, sobre todo en el servicio, le eliminó en las semifinales.

A mediados de octubre, en una entrevista concedida a Tages Anzeiger, Federer reveló que estaba jugando desde hace más de tres meses con problemas en la muñeca derecha. Todo esto se debió a que durante un entrenamiento durante la gira de hierba, el suizo se lesionó la articulación derecha lo cual explica el porqué Federer no podía hacer más daño con su drive puesto que sentía molestias. Sin embargo, pese a que la dolencia existía, Federer no lo puso como excusa a sus derrotas y el helvético finalizó la temporada tal y como estaba previsto.

Justo una semana después tras haber caído en las semifinales de Shanghái, Federer se marchó a su ciudad natal para disputar su otro torneo fetiche, el ATP 500 de Basilea, donde buscaba levantar su novena corona. No fue tarea fácil, pero jugar en casa de cualquier jugador siempre da un plus que no tiene el resto. Como todos querían, Federer accedió a la final y allí, un sorprendente Marius Copil que realizó una semana mágica, le estaba esperando. El suizo no cayó en la trampa del novato en las finales y ejerció de líder para consagrarse campeón y quedar a un solo paso del título Nº100 de su carrera.

Basilea | Foto: zimbio
Basilea | Foto: zimbio

 

París era la penúltima cita del suizo y es que, tras ganar en Basilea, hasta el último momento no se supo si se vería al helvético por la capital francesa. La expectación era máxima, pues no se veía al suizo competir en París desde el año 2016. Paso a paso y yendo de menos a más, Federer se citó con Novak Djokovic en las semifinales. El partido fue frenético, de un nivel más que excelso, de puntos maravillosos y lleno de emoción de principio a fin (por algo ha sido elegido como el mejor partido de Másters 1000 esta temporada). Aún así, pese al gran tenis que mostró, Federer no fue capaz de derrotar al serbio y en un duelo que se decidió en el último tie break, donde el helvético cometió unos pequeños errores, pero de bulto, acabó sucumbiendo ante un Djokovic que cada día estaba más cerca de volver a esa perfección de hace dos años.

París Bercy | Foto: zimbio
París Bercy | Foto: zimbio

 

La última gran cita de la temporada iba a ser las ATP Finals. El escenario O2 Arena de Londres podía ser el lugar perfecto para completar una gran temporada y sumar así el título Nº100 de su carrera. El helvético cayó sorteado en el grupo Lleyton Hewitt, con Kevin Anderson, Dominic Thiem y Kei Nishikori. Un grupo que, sobre el papel, era hipotéticamente más sencillo que el otro con Djokovic, Zverev, Cilic e Isner. Sin embargo, en las finales, nadie es menos que nadie y nadie es mejor que nadie. Si los ocho están ahí es porque han sido mejores y eso bien pudo experimentarlo Federer en su duelo inaugural donde enfrente tendría al japonés Kei Nishikori.

El primer partido del suizo no fue el mejor posible. Desde el primer momento, se observó a un Federer muy ansioso, queriendo ganar el punto rápido, muy poco concentrado y muy atento de lo externo. Como resultado, sumado a una magnífica actuación de Nishikori, el helvético caía derrotado en dos sets y peligraba desde ya su posible clasificación a las semifinales. Con el agua al cuello, Federer estaba prácticamente obligado a ganar los dos partidos restantes si quería seguir vivo. Tras limpiar la versión del primer día, el suizo mejoró muy notablemente en sus dos siguientes partidos donde doblegó en dos mangas a Dominic Thiem y a Kevin Anderson para clasificarse, hacerlo como primero de grupo y citarse así con Alexander Zverev en las semifinales, donde ahí ya sí que acabaría cediendo en dos tiebreaks, en lo que iba a ser la antesala a lo que se vería el sábado: la coronación del alemán.

ATP Finals | Foto: zimbio
ATP Finals | Foto: zimbio

 

Si se compara con el año 2017, la temporada de Federer podría llegar a llamarse decepcionante, pero si se observa y se hace balance detenidamente sin pensar en hechos ocurridos, la temporada del suizo es más que notable. Con 37 años, Federer ha levantado 4 coronas, igualando así sus años de 2008, 2009 y 2011. Pero no sólo eso, además, el suizo sumó su vigésimo título de Grand Slam a principios de año y semanas después logró volver a ser número uno del mundo. Lo que hay que entender, es que el 2017 que regaló Federer es lo inusual, algo mágico, como ese deseo que se cumple cuando frotas la lámpara mágica y que el amo te acaba concediendo. Este 2018 es lo más parecido a lo que se vaya a poder ver mientras siga jugando en el circuito, pero hasta que eso suceda, mínimo hay Federer un año más.