Boris Franz Becker fue el primer tenista alemán en ganar un torneo de Grand Slam. Se presentó nada más y nada menos que en la Catedral del Tenis. En el All England Lawn Tennis and Croquet Club. “El patio trasero de mi casa” como le llamó Boris en alguna ocasión a la cancha central.

Pero, ¿Cómo fue que en un país en donde no había tenistas reconocidos apareció Boris Becker? El padre de Boris, Karl Heinz Becker era arquitecto y gran aficionado al tenis. En su casa tenían una cancha de tenis, ahí Boris dio sus primeros pasos en el deporte blanco jugando con su padre. Poco después el arquitecto construyó canchas de tenis en un club en donde varios niños practicaban tenis. Aquel rubio no era el que tuviera mayor facilidad. Competía contra niños de su edad y más grandes. Al que perdiera le tocaba jugar con niñas de castigo. De esas niñas había una llamada Stephanie Graf, le decían Steffi. Boris Becker jugó varias veces contra ella.

Una mentalidad de campeón

En los análisis de la federación alemana, Boris no era el más virtuoso pero sí era el que tenía la mentalidad más fuerte. A los 16 años de edad, debutó al profesionalismo, su mánager fue el rumano Ion Tiriac. Ex – jugador de tenis, también practicó el hockey sobre hielo representando a Rumania en Juegos Olímpicos. Fue su guía y mentor de 1984 a 1993. Y completaba el equipo su entrenador Gunther Bosch Tan solo un año después siendo jugador no sembrado, con un físico impresionante, 1.90m de estatura que parecía más un jugador de rugby que un tenista, se presentó en la cancha central en la final de 1985. Sorprendía su aplomo, la concentración con la que disputaba los puntos. Con un potente servicio, gran juego de red, venció por 6-3, 6-7, 7-6, 6-4 al sudafricano  Kevin Curren. Se convirtió en héroe nacional, hubo desfile a su regreso. De la noche a la mañana era una celebridad, fama que le costó trabajo digerir.

Al año siguiente “Boom Boom Becker” como le apodaron por los cañonazos de saque que ejecutaba, obtuvo nuevamente el trofeo de Wimbledon, venció en la final a la “máquina” Iván Lendl en sets corridos. Con espectaculares voleas de derecha, lanzándose cual portero de fútbol. Nuevamente sirviendo en gran forma. Sin embargo, todos los gigantes como Goliat pueden caer y eso le ocurrió a Boris en 1987. Llegaba a Wimbledon como sembrado número uno, en segunda ronda enfrentaba al australiano Peter Doohan y de forma inverosímil perdió en cuatro mangas. Adiós tricampeonato.

Tercer título de Wimbledon

En 1988 se abrió paso nuevamente en el torneo más prestigioso de los Grand Slam y en esta edición que se realizó la final en lunes enfrentó al sueco Stefan Edberg, poseedor de un revés natural impecable, con un saque de gran efecto (kick) y efectivo juego de red. Superó al teutón en cuatro sets, 4-6, 7-6, 6-4, 6-2. Al año siguiente, Becker nuevamente alcanzó la final y de nuevo enfrente estaba el sueco Edberg. En uno de los mejores partidos que disputó Boris Becker en Wimbledon. Al sueco se le apareció la blitzkrieg. Fue apabullado por 6-0, 7-6 y 6-4 a favor de Boris. Tercer título de Wimbledon con tres rivales diferentes.

Un jugador incansable

Dicen que el deporte da revancha, en 1990 por quinta ocasión el alemán llegaba a la cancha central a disputar la final. Por tercera vez el rival a vencer era Stefan Edberg. En la final más reñida de la saga, la única que necesitó de la ruta completa los cinco sets cayó del lado del sueco: 6-2, 6-2, 3-6, 3-6, 6-4. Amarga derrota para el campeón alemán.

Pero Boom Boom seguía con el ritmo en Wimbledon y por sexta ocasión disputó la final. Boris tenía un ritual muy especial antes de cada final. Concentración al máximo, nada debía distraerlo. En 1991 el rival fue su compatriota Michael Stich. Antes del juego le dio un gran abrazo a Becker diciéndole: “Que grande es para Alemania que disputemos esta final”. Le rompió totalmente la concentración y en tan sólo tres mangas Stich se alzó con el trofeo 6-4, 7-6, 6-4. Las lesiones  también ya le jugaban en contra a Boris que ya le costaba un poco la movilidad. Seis finales en siete años todo un récord.

Cuatro años después  en 1995 disputó su última final, su rival fue el estadounidense Pete Sampras. Jugador natural en hierba, gran servicio y con un juego más completo tanto de red como de fondo. Boris ganó el primer set 7-6, pero no pudo contener al vendaval norteamericano que le ganó los tres restantes 6-2, 6-4, 6-2. No obstante en la ceremonia de premiación Becker se dio el gusto de dar la “vuelta olímpica” a la cancha central levantando su trofeo de subcampeón con el reconocimiento de todo el público.

El retiro del tenis profesional fue en 1999. No podía elegir otro lugar, sería en Wimbledon. Pudo avanzar las primeras tres rondas, en la cuarta ronda enfrentó al tenista australiano, (si otro australiano como en 1987) el segundo sembrado Pat Rafter. Estilo similar a Stefan Edberg pero con mayor grado de combatividad. En tres mangas 6-3, 6-2, 6-3 fue resuelto el encuentro. No se disputó en cancha central, Boris siguió dando muestra de su clase, con los potentes y colocados servicios, exquisitas voleas, pero las piernas ya no le daban, ya no tenía la potencia que lo hizo campeón. Todo el partido contó con el apoyo del público pero no fue suficiente. Una volea de revés que se fue ancha fue el último punto que disputó Boris Becker en Wimbledon. Con todo el público de pie la ovación para Boris fue como si hubiese ganado el partido. ¡Boris, Boris! Se escuchaba en la grada. Becker dejó sus raquetas, aplaudió al público, se despidió con las dos manos y dejó la cancha.

Grande el legado del teutón en Wimbledon. El tenista más joven en ganar el prestigioso torneo a la edad de 17 años y 227 días. Ganó 71 de 83 partidos de individuales. Actualmente radica en Londres, viviendo cerca de la zona de Wimbledon, su patio trasero.

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