Nubarrones oscuros circundan los campos europeos de futbol. La lánguida, tenue y eficaz silueta del terrorismo deambula por las calles de Dortmund, pero antes lo hizo en Estambul, Turquía; y en los alrededores del inmueble Saint- Denis en París, Francia; mientras que este martes fue sobre el autobús del equipo Borussia Dortmund mientras se trasladaba a su encuentro contra Mónaco, el cual tuvo que ser suspendido.

Por el trabajo de las fuerzas del orden, los terroristas todavía no han maximizado la exposición mediática que les daría explotar una bomba en el interior de los estadios, lo que llevaría a otro nivel de exhibición el grado de perversidad de estas personas sin escrúpulos.

Puede ser que la fractura en la mano de Marc Bartra sea un resultado menor de lo que se temía. El artefacto rompió los vidrios del autobús que trasladaba a los jugadores teutones para su encuentro de la Champions League; sin embargo, sin duda el terrorismo bajo cualquier sigla ha llegado al deporte internacional.

Y en medio de esta ola de eventos ejecutados con la más cruda maldad y sin piedad por el resultado a personas inocentes, el futbol es el puente, el pretexto y la razón para unir pueblos que están distanciados por la geografía pero que los enlaza el deporte más hermoso del mundo.

Sin minimizar la causa, prefiero quedarme con el movimiento en redes sociales que se generó una vez que fue oficial la cancelación del partido del martes programándolo para este miércoles. El #BedForAwayFans se volvió el máximo símbolo de cómo se le combate a aquellos que todo lo quieren arreglar derramando sangre. Esa etiqueta representa que la pasión va más allá de los colores en el escudo, que el idioma no importa cuando se quiere generar un ambiente de paz y que simplemente los alemanes en verdad creen que ayudar a otro es como se generará un mejor planeta.

Los alemanes dieron una cátedra de lo que significa hermandad, de la esencia de convivir en santa paz al interior y fuera de un estadio. Fueron ellos, los que también padecieron la Alemania Nazi y que fueron divididos por un muro, quienes demostraron al mundo que las ideas nacionalistas baratas y la xenofobia que hoy inunda los corazones de líderes políticos no tienen cabida mientras siga rodando el balón en el rectángulo verde.

Gracias aficionados del Dortmund, porque demostraron al mundo que aún se puede creer en el futbol, que la FIFA y la UEFA jamás podrán opacar con su corrupción lo que un aficionado leal a la pelota genera por el otro.

Ustedes que le dieron una noche de hospedaje a un monegasco en su casa para que no se perdiera el partido del miércoles, son la razón principal por la que uno imita los grandes ejemplos.

¡Yo creo, sí creo en el futbol!

Préndela así, de volea.