Después de algunas horas sentado frente a la computadora, en un ataque de lucidez, llegué a la conclusión de que los errores arbitrales, especialmente aquellos que suceden en contra de los nuestros, son los mejores aliados para analizar un partido. 

Puebla llegó a la capital del país con la peor de las intenciones: debutar en el Apertura 2018 arruinando la ilusión de un Cruz Azul ensimismado en que, comparado con su regreso al estadio Azteca, El Retorno del hijo pródigo del evangelista Lucas recreado por Rembrandt terminara siendo anecdótico. 

Estuvo cerca de lograrlo, pero una precaria e insultante exhibición de Roberto Ríos Jácome, uno de los árbitros más polémicos del futbol mexicano, y el mismo que estuvo a nada de ser retirado del profesionalismo por la misma Comisión de Arbitraje tras un desastroso trabajo en un Querétaro-Santos disputado en agosto de 2016, propició que el plan de Enrique Meza se viera reducido, en diez minutos (esos diez minutos de juego que siempre le sobran a este club), a una goleada excesiva y circunstancial. 

Sin embargo, entre todo el sinsentido en que se convirtió el lapso final del juego, sinvergüenzadas arbitrales como las de este silbante (dígase la plancha de Édgar Méndez sobre Omar Fernández, táctico vital de Meza, obligado a abandonar el juego por lesión; el gol de Andrés Rentería, validado a pesar de una falta sobre Luis Robles, previa al remate del colombiano; así como el de Milton Caraglio, originado por un penal inexistente, inventado y ridículo) resultaron un cómplice inesperado; una especie de mal necesario para que el nivel de nuestro análisis postpartido, habitualmente convenenciero, priorizara la sensatez

A pesar de la salida de Fernández, y a pesar de la nula aportación de Cristian Tabó, la Franja lució compacta hasta los primeros sesenta minutos del partido, pocos segundos más; después, se encomendó a la figura de Nicolás Vikonis, y a los ingresos de Luis Robles y Francisco Acuña, para mantener el duelo en la cornisa; sobra decir que el uruguayo fue el único que respondió a la encomienda y de espectacular manera. 

Dentro de las buenas noticias, imagino gran satisfacción en la gente de Fuerzas Básicas, tras lo visto con Vladimir Loroña: sólo un duelo perdido con Elías Hernández (en la primera parte); el resto, notable exhibición (la jugada del penal fue de jefe). Incluso se permitió aparecer al frente (el centro a Tabó mereció más). Aplausos (con pies de plomo, pero muchos aplausos).

La goleada sobre la Franja obliga a tildar de 'terrorífica', lo que hasta cierto momento era una 'inteligente' propuesta del Ojitos; los que nunca nos equivocamos sabemos el discurso de memoria. Aquí lo único cierto es que hay mucho que apretar, pero sin caer en histerias; esto apenas comenzó.

En beneficio de elevar el nivel de debate, y de no ser porque en esos momentos nos entran unas ansias furibundas de torcerles el pescuezo, a los árbitros deberíamos pedirles, como el mendigo de Eduardo Galeano, 'en cada partido y con sombrero en mano', un errorcito por amor de Dios.