Es cierto: Monterrey es la actualidad del futbol mexicano. Si, por un lado, los Tigres de la Autónoma de Nuevo León representan la garra y la fuerza, los Rayados se alinean más con la identidad y el orgullo de ser de la 'Sultana del Norte'. Junto con esto, un componente de soberbia que también es parte de la construcción de su ser.

Esa soberbia hoy quedó tendida en el terreno. Esa soberbia fue silenciada. Hoy no hubo orgullo.

Es cierto: no es precisamente fácil visitar el estado donde todo es nuevo: desde el nombre, Nuevo León, hasta la nueva casa del dolor ajeno, el Universitario, pasando por el estadio más nuevo de México, el BBVA, en donde los 'Once Hermanos' ganaron después de veinte años. Eso también fue nuevo.

Anteriormente se ha mencionado que ser necaxista en la ciudad de Monterrey es un acto de valentía: ir a apoyarlo a los estadios regiomontanos es una suerte de autoinmolación ritual que la estadística respalda como inevitable. Hoy los números sí mintieron.

Necaxa ganó como visitante al Monterrey después de dos décadas de pruebas y errores. La cultura del esfuerzo tan característica de la tercera ciudad más importante de México tendría que aplaudir de pie tal suceso: en tiempos menos felices lo hicieron con más voluntad que ganas, pero el coraje que les dio perder pesa más.

También es cierto que a nadie le gusta reconocer una derrota categórica, eso es innegable.

Los pocos puntos rojizos que destacaban, como rompiendo la armonía cromática de la masa azul y blanca, como estorbando, siendo una presencia extraña, como lo es en cada estadio, salieron de éste con un regalo cuya naturaleza tan inusual como grata causó, causa y seguramente causará reacciones a propios y extraños, cada vez que se manifieste. Necaxa, momentáneamente quedó como superlíder de la Liga MX. Fue como llevarse un unicornio a casa.

'Dolor con dolor se paga, corazón, ¿qué quieres que haga, si el amor es así?' dice la canción. Después del segundo gol de los de Aguascalientes, se observó a personas de la afición local retirándose del campo.

Efectivamente, el precio de tener en casa a uno de los equipos de moda es alto: es perfección o nada, amor u odio. Ganas todo, o me voy del estadio. La derrota contra un equipo al que se le mira por encima del hombro es inaceptable en la ética de la soberbia. Aquí sí se puede abandonar, el boleto ya estaba pagado de todos modos.

Los necaxistas son seres que alimentan su alma con recuerdos. Con frecuencia se recuerda al Necaxa como el primer lugar de la clasificación general, con jugadores peleando el campeonato de goleo y ganando en todas las plazas en las que se presenta. Haber ganado después de veinte años rompió el sortilegio e hizo posible regresar en el tiempo y el espacio: ahí estaban otra vez aquellos jugadores que pertenecen a las páginas de oro en el club, representados por los actuales, que desean pertenecer a la misma.

Podríamos hablar de un milagro en La Pastora, pero el Necaxa no es un club que acostumbre realizarlos, la Historia más bien lo pone como víctima de ellos, así que, en lugar de ello, asumió la posición de un equipo que no cree en nadie, hizo su juego y lo ganó. Simple.

Necaxa se va a dormir en la parte alta de la tabla general, y el necaxismo, que como toda afición de futbol representa en su totalidad al mosaico de las emociones humanas, se alegra.