Para un número relativamente amplio de aficionados al Necaxa, el equipo que encarna la antítesis de todo lo que representa para ellos el club no es otro más que el América. Aunque en el futbol mexicano, en realidad, las significaciones de los equipos no van más allá de lo que los propios seguidores deciden darles, es decir, no existe una tradición como la europea de identificar a las instituciones con ciertos sectores de la población (como en el clásico Celtic-Rangers, por ejemplo), sí es usual identificar a una suerte de ‘enemigo en común’, que tradicionalmente, eso sí, es el cuadro amarillo.

En el caso de los rojiblancos, la cosa comenzó en casa: desde que el señor Emilio Azcárraga Milmo revivió al Necaxa en 1982, el club estuvo a expensas de lo que hicieran las ‘Águilas’, de tal manera que aún hoy existen personas que siguen pensando que los ‘Rayos’ son el hermanito de los emplumados, aunque ya casi se cumplen seis años de la venta del club a la familia Tinajero.

No es posible hablar de una rivalidad en tiempo y forma entre ambos equipos, a pesar de los 31 años de convivencia, puesto que, por un lado, fueron tantos los jugadores que alternaron entre Coapa y Cuautitlán Izcalli, que estuvo más cerca de ser un interescuadras que un derbi, y, por otro, si se le preguntase a la afición americanista sobre la percepción que tiene del Necaxa, es más probable que la respuesta sea la de un equipo más, que la visión de un rival con peso específico.

Es cierto, el América le ganó al Necaxa una final con ese arcaísmo llamado ‘Gol de Oro’, y siete años después lo mandó a Liga de Ascenso en la última jornada, y esos son los dos grandes motivos del desprecio necaxista para con los ‘azulcremas’, pero ni de esa manera podemos hablar de una rivalidad o de un pique cantado, siquiera, por lo menos desde lo objetivo.

De todos modos, el partido, por sí mismo, esta vez sí tenía un atractivo intrínseco, pues ambos conjuntos están peleando la parte alta de la clasificación, de modo que fue un juego de los llamados ‘de seis puntos’.  El Victoria registró una asistencia de esas que suceden cada vez que una escuadra de alcance nacional visita Aguascalientes, cosa que iba a suceder incluso si el América hubiese estado en la posición 19 de la tabla, así que las condiciones estaban dadas para que fuera un gran juego de futbol.

Y lo fue. El balompié está hecho de instantes, y, si por un instante Gallegos no hubiese estado parado en donde lo estaba, América ganaba pero, si por un instante Ochoa no hubiese metido la mano en el momento adecuado, Necaxa lo hacía; también ganaba si por un instante Noya no hubiera interferido en la visual de González en el segundo gol de las ‘Águilas’, y, sin embargo, también lo hubiera hecho si Angulo no hubiese errado su remate de cabeza. Es claro que, al final, el resultado hizo justicia a ambos clubes, porque muchísimas cosas pueden pasar en un segundo, pero, si al final no suceden, ni hablar.

Un resultado salomónico en Aguascalientes que no satisfizo los deseos de la afición rojiblanca en la rivalidad unilateral que tienen con el América, pero que por lo menos los acerca más al objetivo de calificar a la Liguilla y que mantiene a Mauro Quiroga como el líder goleador del certamen. Tal vez el América jamás dejará de ver al Necaxa como su hermano menor, y muchos necaxistas, a su vez, nunca dejen de ver al América como el enemigo, más que rival, a vencer, y muy probablemente estos dos equipos volverán a verse las caras en la Liguilla. Los rojiblancos, más que por mero futbol y profesionalismo, y, por supuesto, más que por ‘rivalidad’, tienen la obligación de, en caso de enfrentarse de nuevo con los dirigidos por Miguel Herrera, eliminarlos de la competición por la grandísima deuda histórica que tienen consigo mismos respecto a los amarillos.

Ahí está la clave: en realidad, la rivalidad del Necaxa es contra sí mismo: contra el hermanito que siempre cedía a sus mejores elementos a cambio de los que para el otro eran indeseables; contra el Necaxa que perdió la final, contra el que fue sacrificado para que América siguiera con aspiraciones de postemporada; contra el olvidado, el menospreciado de la era Ogarrio, que incluso ya no calificaba a la Liguilla de Ascenso.

Contra ese Necaxa es la verdadera rivalidad, no contra el América, porque esos ‘Rayos’ de vacas flacas fueron el reflejo de los esfuerzos que la entonces directiva tenía… por fortalecer al América.