La Carretera Federal 57 es una vialidad que une a la Ciudad de México con Piedras Negras, Coahuila. A lo largo de sus 1295 kilómetros de extensión, esta carretera recorre, entre otros, los estados de San Luis Potosí y Querétaro, cuyos equipos profesionales de futbol, tanto en Primera División como en la Liga de Plata (llámese Primera ‘A’, Liga de Ascenso o Ascenso MX,) han desarrollado una peculiar rivalidad a lo largo de los años, rivalidad que se ha dado en llamar como ‘El clásico de la 57’, en referencia, claro está, a la mencionada autopista.

El motivo por el cuál esta rara avis del mundo de las rivalidades futbolísticas es denominada como una carretera es desconocido, aunque cabría pensar que, en realidad, la Federal 57 es el único factor común a las dos entidades: el único vínculo que hay entre territorios que, aunque pertenecen en parte a la región geocultural del Bajío, no tienen las suficientes semejanzas para colocarlas como símbolo de su contraposición futbolística, entonces hay que echar mano al último de los recursos: una autopista que pasa por ambos sitios.

Este enfrentamiento, también conocido como ‘El Clásico del Centro’, por la posición de ambas entidades en el territorio nacional, parece surgir, más allá de la cuestión futbolística, en donde realmente no existen precedentes de relevancia más allá de una Final de Ascenso en 2005, de la noción de la existencia de un rival a vencer como parte de una justificación del ser: en otras palabras, se es porque hay alguien que se opone a esa existencia.

Sin embargo, más allá de cuestiones ontológicas, es bien cierto que ambas aficiones son conscientes de su propio rol, y lo cumplen a cabalidad, a pesar de las implicaciones negativas que ello conlleva.

Justo lo que ocurrió en el partido de esta tarde.

Ya desde el primer tiempo la afición de los ‘Gallos Blancos’ estuvo arrojando monedas a la cancha, por lo que se decidió moverlos. Por una serie de errores de logística, en ese proceso de reubicación, la situación se salió de control y un momento después, el espíritu del hooligan, del barra brava, se apoderó del Alfonso Lastras, a cinco minutos del final del partido, por lo que se tuvo que desalojar a la afición familiar local al campo, ocasionando con ello invasión de cancha, mientras, en la tribuna, los sectores ‘duros’ de ambos equipos estaban en una guerra sin cuartel.

Para Querétaro, esto no es nuevo.

Para San Luis, en realidad, tampoco.

Parece ser que en los planos del estadio Alfonso Lastras jamás se trazaron salidas de emergencia, puesto que, hace poco menos de seis años, en un partido copero ante Tigres, también se tuvo que desalojar a la afición familiar al terreno de juego ante la bronca entre seguidores de ambas escuadras. Quizá la nueva administración potosina pensó que no se volverían a suscitar conatos de bronca la suficientemente grandes para tener que volver a invadir el césped con tal de evitar problemas mayores. Evidentemente se equivocaron.

Probablemente pensaron que, como este San Luis no es el mismo de otros años, los de Querétaro no tendrían muchas ganas de hacer bronca. Olvidaron que las antítesis siempre van a existir.

Quizá olvidaron que la afición ‘ultra’ del Querétaro es de las más conflictivas del máximo circuito del balompié mexicano y que no necesitan de mucha motivación para que la violencia campee entre ellos.

Al cabo de algunos minutos de confusión, llanto y golpes, el árbitro decretó el final del partido con victoria para los visitantes. La realidad es que nadie ganó este partido, incluso todos lo perdieron, hasta los que lo siguieron por televisión.

La cuestión de fondo es entender que aún existen clubes que no tienen la capacidad para gestionar partidos de alto riesgo, en una competición que se ufana de evolucionar y de colocarse en los estándares más altos de la práctica profesional del futbol. Es posible que algún día eso suceda, y de verdad la Liga MX tenga lo necesario, completamente, para pertenecer al selecto club de ligas de corte mundial, pero, si llegase a serlo, ¿seguiría siendo futbol mexicano?

El futbol es uno de los muchos reflejos de la sociedad, eso lo sabemos todo y nos lo han recalcado plumas como las de Goldblatt, Sacheri y Villoro, por mencionar algunos. Si México es un país violento, inestable, explosivo, desequilibrado, irreverente, indolente, ineficaz y demás adjetivos, su futbol también lo será. Dolorosamente, hoy se vio plasmado en San Luis, en un ‘Clásico’ que existe como por no dejar, pero cuya impronta de agresividad queda para ediciones posteriores.

Mucho trabajo por hacer en las instalaciones de la Liga MX.