El Espanyol es como una lata de atún. En principio todo está en orden. Venden el producto prometiendo que será la mejor lata de atún que te comerás en la vida. El abre fácil funciona y no hay ninguna fibra que sobresalga por encima del aceite. Pero si uno se fija bien se da cuenta que en un costado de la lata hay una pequeña brecha que indica que en cuando se clave el tenedor para servir la conserva el atún se romperá y caerá en el plato en mil pedazos. No lo tirarás y lo comerás, pero no es lo que habían prometido. Sergio González prometió un Espanyol vistoso que se vio durante un periodo de la temporada para convertirse en un equipo roto y previsible.

De la visita al Villarreal no se esperaba nada pero el Espanyol sorprendió. La vuelta de Víctor Sánchez al doble pivote y la de Duarte al lateral izquierdo hacían presagiar que al menos los catalanes plantarían cara a un conjunto amarillo que siempre ha sido un rival duro de roer. Víctor Álvarez, que también volvía a la titularidad, fue el primero en poner a prueba a Asenjo con un cabezazo a bocajarro que el internacional español pudo rechazar.

El centro que pudo cambiarlo todo lo puso el hombre con más responsabilidad en el conjunto periquito. Sergio García tenía ganas de quitarse la espina de los últimos partidos en los que no pudo demostrar todo su poderío.

Vendaval espanyolista

El que sí lo cambio todo fue Caicedo. El ecuatoriano se estrenó como goleador fuera de casa en uno de los estadios tabú para los espanyolistas. Lucas Vázquez lanzó a puerta en una falta escorada. Entre la fuerza del esférico, el efecto y el barullo de jugadores esperando el centro no hubo sitio para un Asenjo sorprendido pero acertado. El balón rebotó y luego dio a Javi López en toda la azotea. Ahí estaba Felipao esperando que el balón cayera en sus botas pero finalmente le dio en el muslo para acabar en el fondo de las redes.

El Espanyol que prometieron estaba en El Madrigal. Un pirata con periquito en el hombro que, sin vergüenza, estaba dispuesto a llevarse el botín hacia tierras catalanas. El Villarreal miraba. No lo pasaba bien pero tampoco pataleaba para deshacerse de los grilletes que le había puesto el Espanyol.

Ni Gio, ni Campbell, ni Vietto y tampoco Marcelino tenían ideas. Algo debía cambiar para que el Villarreal dejara de ser una madre para el Espanyol. Sin embargo, los blanquiazules aprovechaban la bondad del ‘submarino amarillo’ para hacer trastadas sobre el césped.

En la segunda mitad el Villarreal salió con la zapatilla en la mano, dispuesto a dar una severa reprimenda a los catalanes. Giovani dos Santos pudo poner el empate nada más empezar, la cabeza Triguero transformó a Casilla en héroe y Mussachio no llegó al remate. Todo esto en un minuto. El Villarreal ya no era el mismo.

Pese al ímpetu inicial de los locales el Espanyol se quitó la presión como un perro se sacude el agua. Sergio García, tras una acción de resistencia de Víctor Álvarez, se plantó delante de Asenjo. Por detrás iba el expreso de Hogwarts, también conocido como Víctor Ruiz, que descarriló y arrolló al genio catalán. Por mucho que Sergio García gritara el colegiado no iba a pitar penalti al interpretar que un tropiezo no precede una pena máxima.

Sorprendentemente, por todo lo visto en las últimas jornadas, los visitantes no solamente ganaban y dominaban sino que también jugaban bien. Un inconmensurable Víctor Álvarez taladró la banda izquierda con la ayuda de Duarte mientras que la defensa amarilla se fijaba en los hombres más determinantes del Espanyol.

Tal y como se habían desencadenado los hechos el conjunto de Sergio González no podía irse de El Madrigal sin los tres puntos. Tanto Sergio García como Caicedo estaban con confianza y más el ecuatoriano, que había marcado.  Ese gol sabía poco por cómo se había producido, así que Caicedo tenía que marcar un gol en condiciones. No pensaba rendirse. En el primer balón raso al área que tuvo no se lo pensó y disparó al palo corto justo donde estaba Asenjo. La mala bestia del Espanyol disparó con tanta rapidez que el guardameta amarillo no reaccionó a tiempo para atajar el balón. Este gol sí valía para Caicedo.

Y entonces llegó lo imposible. El Espanyol sentenció el encuentro. Era utópico pensar en un marcador tan abultado que favoreciera a los periquitos por varias razones. De catorce visitas a El Madrigal el Espanyol ha ganado solamente una, jugar lejos del Power8 Stadium es sinónimo de volverse de vacío, los jugadores estaban perdidos en medio de una polivalencia que no servía de nada y, para colmo, la mala imagen mostrada en los últimos partidos pesaba como losas. Pero Víctor Sánchez sí volvió a su posición natural, con todo lo que ello significa, incluso sus llegadas desde atrás para la segunda jugada. Sergio González rectificó y el mediocentro se lo agradeció marcando el tercero con un Asenjo vendido.

Los visitantes no quisieron castigar más al Villarreal. Los castellonenses no querían que la tortura continuara. Hubo un pacto tácito de no agresión hasta el final del partido ya que no era necesario alargar la agonía local. El Espanyol que prometieron acabó imponiéndose a un inexistente Villarreal para asegurar una permanencia que se vende muy barata.