Hay veces que el mejor ataque es una buena defensa. El Espanyol B lo ha llevado al extremo contra un Lleida que no ha hecho otra cosa que estrellarse contra un muro muy poblado de ladrillos.

El filial espanyolista salió con una defensa de cinco comandada por un Galas de quitarse el sombrero. El de la Vall d'Uixó se partió la cara con todo el que ponía un pie en su parcela mientras Iago, más adelantado que el resto, hacía la primera línea de la zaga.

La megaconstrucción de Planagumà fue dando rendimiento con el paso de los minutos, pues nada más comenzar el Lleida pudo abrir y sentenciar el partido con dos jugadas calcadas: centro profundo al segundo palo, donde no había ningún defensor, para que el rematador de turno fallara estrepitosamente. Si los visitantes no pudieron marcar a puerta vacía iban a necesitar algo más para profanar la portería espanyolista.

El Lleida tenía lo posesión, sí; pero no tenía ideas que ejecutar. El Espanyol B no tenía la pelota pero sí sabía que con el esquema dispuesto por Planagumà y el Lleida teniendo el balón por tenerlo iban a disponer de algún contragolpe que podía ser mortal.

Los de Idiakez no causaron demasiados problemas a Andrés. El guardameta periquito solamente tuvo que pescar balones aéreos y poco más. Al menos, el guardameta visitante tampoco tuvo trabajo en la primera parte.

El paso por los vestuarios sentó bien a los locales. El filial periquito siguió sin encontrar el balón pero anuló todavía más al Lleida, que se convirtió en una sombra de sí mismo. Los de la 'terra ferma' no inquietaron en ningún momento ni a la defensa ni a Andrés.

Cristian Galas, en uno de los mejores partidos que ha hecho defendiendo la zamarra blanquiazul, se convirtió en el cerebro del equipo y armó una contra mortal. El central robó, subió hasta campo contrario y abrió para Robert Simón. El catalán siguió y sentó a su rival por velocidad. Galas y Dalmau acompañaban en un tres para dos. Simón colocó el cuero al segundo palo y Dalmau se lanzó con golpe de pecho para callar a una animada afición ilerdense. 

La ventaja pudo ser mayor si Miquel Ripoll hubiera finiquitado lo que empezó. El habilidoso atacante arrancó a correr, se coló entre la defensa con el balón en los pies y se plantó delante del portero. Quiso bailar con él. Escondió el balón, demasiado, pecó de regates. El guardameta se tiró al suelo y tuvo tiempo de volver a su posición al ver que Ripoll no tiraba. Cuando el atacante por fin se decidió a chutar pasaba por allí Simón que, cuando el balón ya entraba, lo sacó sin querer.

Aun así el Espanyol B supo ganar y jugar a un rival superior sobre el papel. El filial ha superado el primero de los numerosos escollos que ha deparado el azar al comienzo de la temporada.