El Málaga CF no quiere que acabe la fiesta. El fin de año se ha prolongado un día más en Los Martíricos, donde la resaca es benigna y propicia victorias con sabor a 2015. Así es, los blanquiazules prosiguen el cúmulo de victorias que habían logrado en el mes de diciembre, sumando una nueva y consiguiendo las cuatro. Borrachos de alegría, Javi Gracia y los suyos, continúan en una realidad paralela, atrapados en un aquí y un ahora donde los partidos se suman de tres en tres y ninguno de los problemas que maritirizaban al equipo a principio de temporada parecen afectar.
El Celta de Vigo por su parte, está suspendido en el aire. Se mantiene en las posiciones de privilegio pero no es capaz de seguir ascendiendo. Quizás el cálido viento de las tierras mediterráneas le hayan cortado el vuelo y no sepa reconducir la tensión para subirse de nuevo a las corrientes gélidas del norte. Parece haber perdido esa pizca de magia y suerte que se desataba a principio de temporada y le convirtieron en el equipo de moda en la Liga. Está vez, la magia era ilusionismo y el Málaga adivinó el truco.
Don Charles despeja las dudas
El inicio de encuentro, no obstante, fue del Celta de Vigo. Un Málaga CF aturdido aún por el excelso fin de año, que con tres victorias consecutivas, se había alejado de la enzarzada disputa por el descenso, no lograba hacerse con el manejo del balón. Los viguenses salieron al terreno de juego con su estilo predefinido, el efecto Berizzo que se sustenta en el trío de ases conformado por Orellana, Wass y el hijo pródigo, Iago Aspas. Los fantasmas del pasado volvían a cernirse en La Rosaleda, en clave de amenaza por reavivar los tiempos de debacle futbolística en que los blanquiazules ni marcaban ni ganaban.
Sin embargo, el ariete brasileño del equipo de la Costa del Sol se encargaría de esfumar a los incórporeos recuerdos de la desdicha malacitana, con el mismo remedio que fue la enfermedad, con el gol. Corría el minuto 8 y un centro lejano, desde la línea de tres cuartos, Amrabat colgó el esférico con la rosca perfecta para que llegara a Charles. Con la ayuda de Rubén, que erró en la salida para el despeje, el '9' malaguista remató con potencia y con altura para materializar el uno a cero.
Rubén se equivocó en los dos goles, dejando KO a su equipo en la primera mitad
De un chispazo, el Málaga se encendió y se mantuvo enérgico durante los siguientes 40 minutos. Empezaron las transiciones y el juego combinativo en la medular. Recio y Camacho llevaban la batuta a la par que los falsos interiores, Juanpi y Amrabat, estuvieron en constante movimiento para asociarse con los dos centrocampistas. Hasta Charles bajaba para comenzar la jugada desde atrás.
El Celta se diluyó en sus propias ganas, impotente y superado por la entidad andaluza. Precario en intensidad, por primera vez en la temporada los blanquiazules dominaban a placer la posesión. Aún así, la pólvora gallega no estaba mojada sino húmeda, ya que Orellana no llegó a empatar por poco el encuentro. Kameni estuvo atento al disparo raso al primer toque previo centro de Aspas para mantener la ventaja en el electrónico.
Albentosa sentencia
Justo después de que norteños desaprovecharan la ocasión de meterse en el encuentro de lleno, Albentosa agrandó la grieta realizando el 2-0. Remate de córner interponiendo su robusto cuerpo sobre Pablo Hernández que apenas le pudo desestabilizar mientras cruzaba el cuero ante una vez más, la mala salida de Rubén. Los siguientes minutos decantaron aún más la balanza a favor del buen juego que estaban desempañando los locales.
Poco a poco, el Málaga fue apaciguando el ritmo de encuentro para templar los ánimos visitantes y asegurar la victoria. El Celta hizo varios ademanes de revolverse, con un balón a larguero de Wass en el minuto 41 que hubiera sido un mazazo para las aspiraciones costasoleñas.
Vicandi Garrido no añadió más en una primera parte con el color azul como dominante, en este caso de la Costa del Sol. Al descanso, la impresión era la de un Málaga renacido y jugón, que pudo haber goleado pero prefirió salvaguardar la ventaja que tenía.
Rubén certifica que no era su noche
A la salida de los aledaños en busca de volver a pisar el verde césped bajo el manto estrellado de la provincia de Málaga, salió el Celta de Vigo con ganas y esta vez sí, con juego. Las ocasiones eran tímidas pero el conjunto de Berizzo comenzó a tocar la pelota y a merodear el área de Kameni con cierta incomodidad para la correctísima zaga malagueña.
Sin embargo, todo ese ímpetu renovado de los gallegos se fue al traste con la enésima mala acción de su portero, Rubén Blanco. Otra vez una salida desafortunada provocó que derribara a Amrabat dentro del área cuando el marroquí había llegado milésimas de segundo antes al balón. El árbitro decidió que había sido una entrada merecedora de la tarjeta roja y de esta manera, expulsó al guardameta celtiña y dejó a los de Berizzo con diez hombres.
Sergio Álvarez fue decisivo para que no hubiera ningún gol más en contra
Señé fue el sacrificado. En su lugar salió Sergio Álvarez para cubrir la portería y lo cierto es, que cuajó una meritoria segunda mitad. Su primera intervención fue nada más y nada menos que la de detener el penalti provocado por Rubén. Amrabat la puso floja a la derecha y Sergio le adivinó sin titubear un instante la trayectoria del disparo. Aún había esperanzas de entrar en el partido para los olívicos.
Al prinicipio, el bajón del fallo que costó el 3-0, dio la sensación que la diferencia numérica sobre el tapiz no iba a ser un impedimento para que el Celta de Vigo pudiera achicar distancias. Iago Aspas y Orellana se echaron el equipo a las espaldas y escudados por Wass, provocaron la incertidumbre malaguista al verse asediados por un combinado al que anteriormente habían tenido dominados.
La cuarta es una realidad
En cuanto el cansancio hizo mella, esa incertidumbre se desvaneció junto con al fe celtista. La intensidad decayó de un plomazo y el Málaga desplegó toda la artillería para brindar a su afición una victoria con carácter. Pese al gran número de ocasiones que tuvieron, Sergio Álvarez desvío muchas pero más fueron las que fallaron Fornals, Albentosa, Camacho, Charles o Amrabat.
Los blanquiazules no atinaban, un aspecto que habrá que mejorar de cara a enfrentamientos donde no vayan ganando. De todas maneras, la fiesta ya estaba instaurada en La Rosaleda y el himno y la ola encubrieron los minutos finales. La cuarta es una realidad y la quinta puede ser otra si jugadores y entrenador siguen por el mismo camino que empezaron en diciembre de 2015, una ruta que, sin ser descabellado, les llevará de vuelta a Europa.