Antonio Amaya (Madrid, 1983) está doblemente feliz al acabar el duelo del equipo de su niñez, el Rayo Vallecano, contra el Granada. Cuando acabó el partido en Los Cármenes, desigualado con el tanto de Manucho en los últimos segundos, el central estaba feliz por haber cumplido un sueño que tenía. Tras muchas temporadas con el Rayo en divisiones más bajas, jugó su primer partido en Primera con el conjunto madrileño. "El partido ha sido de diez. De lo mejorcito que me ha pasado. Cumplo un sueño que tengo desde pequeño".
No ha sido fácil que llegase este día. Inicialmente porque fue vendido al Wigan Athletic antes de que el club subiera a Primera División hace cinco años y aunque volvió cedido para ascender, el Real Betis se hizo con sus derechos en el verano del ascenso a Primera; y segundo porque una lesión le ha mantenido fuera de los terrenos de juego desde antes de que acabara la temporada pasada, cuando aún estaba en las filas verdiblancas. "Son muchos años... No ha podido ser mejor mi debut. Da mucha fuerza y la verdad es que estoy contentísimo, los tres puntos han sido maravillosos", señalo un sonriente Amaya.
"He trabajado mucho para llegar al mejor nivel, pero, después de llevar 5 meses sin competir, se hace duro. He sufrido mucho con mi lesión", lamentó el central aunque sin perder la sonrisa porque sabe que lo malo ya ha pasado. El Granada hizo "duro" al partido, pero la clave para el defensa es Paco Jémez. "El míster trabaja muy bien y eso se nota en el campo", respondió un jugador feliz porque ya puede decir a sus hijos que sale por la televisión: "Estoy deseando hablar con ellos", señaló.