Javi vuelve a su Guerra

Javi Guerra firma dos años con el Rayo Vallecano y vuelve a la Liga española, donde demostró con el Real Valladolid que el gol no tiene que estar reñido con los equipos modestos. 73 goles con los pucelanos -78 si se suman los anotados en Málaga- avalan la nueva incorporación del Rayo Vallecano.

Javi vuelve a su Guerra
Javi Guerra: el goleador que busca el Rayo Vallecano. (Imagen: Mundo Deportivo).
juan13navarro
Por Juan Navarro García

Zorrilla no es una hinchada caliente, deja las bengalas para celebrar la Navidad, pero es fiel. Cuando un jugador se gana su respeto, el estadio de la Avenida del Mundial 82 responde con respeto y todo el cariño que pueden brindarle, por mucho que se diga que los castellanos son ariscos y fríos como su invierno. Sin embargo, hubo un tiempo en el que ese coliseo rugía al unísono. Quedaban instantes para comenzar el encuentro cuando desde la megafonía se escuchaba: "Y con el número 9, Javi...", una señal para que el gentío alabara a su delantero y pidiera entrega a su equipo a la voz de: "¡¡¡GUERRA!!!".

Javier Guerra Rodríguez firmó en cuatro años vistiendo de blanco y violeta un total de 73 dianas en 144 encuentros, promediando casi un gol cada dos encuentros. En un mundo más allá del de Messi y Cristiano Ronaldo, son registros indicadores de que quien los realiza no es un cualquiera del área, especialmente si forma parte de un conjunto modesto como el Real Valladolid. A pesar de que su llegada a este club se produjo ya con 28 años, en plena madurez y sin la frescura de la juventud, el '9' demostró que el tiempo invertido en llegar a la senda correcta no había sido en balde. Sus travesías por los filiales del Valencia y andaduras por el Alavés y el Levante fructificaron en un ariete que vive exclusivamente por y para el gol.

Cuando el físico es lo de menos

En una era futbolística en la que la presencia física se mima al milímetro, donde los porteros de menos de 1,85 metros reciben miradas de sospecha y algún jugador de constitución recia escucha murmullos acusándolo de gordo, lo que ha conseguido Javi Guerra en el área rival tiene aún más mérito. El de Vélez-Málaga no es un delantero centro tradicional, alto y con poderío en los envíos aéreos; pero tampoco es un aguilucho entre los centrales, un futbolista que se mueve constantemente y que tiene la agilidad como emblema. En Pucela se ha convertido en una institución del gol, ya que ha superado los registros de un histórico como Alen Peternac.

El andaluz ronda los 180 centímetros, no es ni alto ni bajo para esto del balompié, pero sabe aprovechar sus recursos como pocos. Con la cabeza ha metido no pocos goles, siendo muy hábil en los tiempos de remate y con instinto para adelantarse a su par y cabecear a la red, como ocurrió en el Camp Nou, uno de los feudos más prestigiosos que han visto sus goles. Diestro, Valladolid sabe que Guerra domina ambas piernas, pero que la derecha es su favorita para dar el paso previo a esa celebración archiconocida de llevarse el pulgar a la boca.

Sin gozar de un físico privilegiado, el malagueño también es un recurso muy efectivo al sacar la pelota jugada. Sabe lo que hacer con el balón, aguantar los tiempos y abrir la banda, una capacidad que no tiene precio para los entrenadores, que buscan también que su referencia ofensiva sepa jugar en equipo aparte de tirar a puerta. A su vez, cuenta con una buena colocación y un formidable tren inferior, un arma que le posibilita aguantar las cargas de la defensa rival y controlar con el pecho los balones largos, desahogando a la retaguardia y dándole una alternativa fiable a la hora de despejar.

Viejos conocidos

El año y medio que Patrick Ebert coincidió con Javier Guerra fue suficiente para entablar una relación futbolística de alto rendimiento. El díscolo y talentoso extremo diestro sabía que en el área tenía un socio para sus precisos envíos desde la banda y a balón parado, dos facetas en las que el alemán es un especialista. Ahora se han vuelto a juntar, esta vez en el Rayo Vallecano, de modo que se abre de nuevo un vínculo que dará muchas alegrías a la afición del ardiente barrio madrileño.

Paco Jémez tiene ante sí la tarea de reactivar a Patrick, que lleva algo más de una temporada perdido en Rusia, sufriendo esa irregularidad que él mismo no intenta evitar con la firmeza que debería: su problema es la actitud. Con el general de la cabeza rapada, el teutón puede volver a ser esa revelación que Djukic supo domar en Valladolid y que solo las lesiones impidieron que llegara a cotas mucho más altas.

Solo la marcha de Alberto Bueno al Oporto ha impedido que en el ataque franjirrojo coincidieran cuatro de los responsables del gol cuando Zorrilla era su hogar. El tercero en discordia es uno de los pocos atacantes que llegó a hacer sombra a Javi Guerra durante sus cuatro años en Castilla: Manucho. Fue en el primer año del andaluz en Primera, tras anotar 45 goles en dos años en la Liga Adelante, cuando el malagueño sufrió cierto mal de altura que supo aprovechar su competidor angoleño. Finalmente, ambos igualaron sus registros con ocho dianas, buenos números para un Real Valladolid que selló 16 aciertos entre sus delanteros centro.

El resto del tiempo que ambos coincidieron en Pucela fue de claro dominio para el jugador español, que condenó a sus competidores a la suplencia y a papeles secundarios, aunque lo cierto es que nombres como Calle, Larsson, Osorio y el propio Mateus Alberto -durante buena parte de su etapa vallisoletana- no presentaron grandes problemas a que los distintos entrenadores no se inclinaran por Guerra. También lo hizo la afición, cuyas uñas casi se extinguen en enero de 2013, cuando el Cardiff estuvo cerca de llevarse a su emblema goleador. Pese a sus quince aciertos, no logró que el Real Valladolid no perdiera la categoría, lo cual significó su marcha a la cuna de este deporte: Reino Unido.

De vuelta a casa

La ilusión de jugar en las islas -así como unos honorarios generosos en un contrato de tres años para un jugador de 31- supusieron que Javier Guerra recalara en el Cardiff, si bien no pudo demostrar lo que valía. Unos meses relegado a la suplencia bastaron para que el ariete se lo pensara mejor y cogiera con gusto la llamada del equipo de su tierra, en el que paradójicamente jamás había jugado: su Málaga. Llegó a la Rosaleda para media temporada y rubricó unos números muy aceptables para un fichaje invernal, cinco goles en 13 citas, manteniendo su media aproximada de medio gol por encuentro.

Pese a su buena actuación, no logró que la entidad malacitana volviera a requerir sus servicios. Con 33 años , parecía que su ocaso se adivinaba en el horizonte, pero fue entonces cuando apareció el Rayo Vallecano para preguntar por su futuro, que se dibujará en la capital española durante los dos próximos años, tiempo en el que Guerra tiene la ocasión de volver a recordar a la defensa rival que eso es lo que les espera durante esta próxima temporada, en la que competirá con Manucho y Miku por la titularidad.

Dentro de los ofensivos planteamientos de Jémez, no se puede descartar que el africano sea su compañero de fatigas, algo muy positivo para el de Málaga, que podría aprovechar los espacios que deje el corpulento angoleño para recuperar su idilio con el gol y hacer que la grada vuelva a exclamar su apellido como si la vida dependiera de ello.