Derrota merecida de la UD. El Rayo superó a los pupilos de Quique Setién desde el minuto uno y solo necesitaron sesenta segundos más para dibujar el primer gol en el eléctronico. Ambos equipos eran conscientes de la importancia del duelo de hoy. Si bien quedan por disputarse quince partidos hasta el ocaso de la temporada, lo cierto es que hoy era vital sacar algo positivo de la capital de España, principalmente, una victoria. Por muchos motivos y objetivos que, a día de hoy, siguen sin cumplirse en la entidad de Pío XII: vencer a un rival directo (Las Palmas solo ha sido capaz de ganar a dos de los muchos equipos metidos en la lucha por el no descenso de categoría, tres si se cuenta a una Real Sociedad que, tarde o temprano, puede despegar en la clasificación al igual que lo está haciendo el Málaga) y ganar por primera vez en toda lo que se lleva de campaña liguera a  domicilio.

Pero parece ser que, en los momentos clave, la escuadra grancanaria no cumple con las expectativas. Ni siquiera hace por intentar que estas se consigan. Los rayistas solo tenían que hacer uso de una agresividad, una presión y una intensidad lógicas por las características del encuentro (dos rivales que llegan con la necesidad imperiosa de puntuar) para poner nerviosos a los canarios y robar el esférico cada vez que se lo proponían.

Evidentemente, parece muy fácil criticar el equipo cuando no se está sobre el campo (luagr donde el mundo es totalmente diferente al de estar sentado en el sofá viendo el partido por televisión) y verídico es que la Unión Deportiva, al igual que se hiciese contra el Celta de Vigo en el triunfo del pasado 31 de enero, no bajó los brazos ante la circunstancia de encajar un tanto en los inicios del duelo. Inmediatamente después del gol de Miku, David Simón, protagonista en el gol del venezolano en el lado negativo, estuvo a punto de enmendar su error con una de sus vertiginosas subidas irrumpiendo por donde menos se esperaba, por el medio. Tan solo la manopla de un incomensurable Juan Carlos fue capaz de despejar toda ilusión isleña de lograr un empate. 

Jonathan Viera y Willian José serían los siguientes en volver a poner en aprietos a la zaga rayista con sendos intentos que a punto estuvieron de sorprender al guardameta manchego. Pero poco más se pudo ver de la UD en ataque durante el resto del compromiso. El Rayo rozó la perfección en casi todos los aspectos y apenas dejaba pensar a los insulares, a los cuales, como viene siendo habitual contra equipos con planteamientos tan intensos, se les obstruyen las ideas en la mente, se desorientan y hasta incluso juguetean con la torpeza en lances fáciles de solventar. 

Javi Varas se erigió como el salvador de la UD durante los primeros 45 minutos 

La grandeza y el excesivo protagonismo de Javi Varas en el primer tiempo simplemente eran un llamamiento a la finalización del mismo y la llegada de un esencial descanso en el que, en teoría, se instauraría un cambio del chip en la UD Las Palmas. Pero pareció ser que el chip no estaba receptivo en el día de hoy y la imagen de la segunda parte fue prácticamente idéntica a la que se vio en la primera. Bebé y Jozabed dominaban a su antojo la banda y el interior, respectivamente. Una auténtica pesadilla para una defensa amarilla que, ciertamente no será nunca perfecta, puesto que no hay nada perfecto en este planeta, pero sigue cometiendo los mismos errores que se aprecian en todos y cada uno de los partidos de este curso en Primera División. Falta de solidez, carencia de seguridad e indolencia, fragilidad y aplatanamiento exagerados que no es novedad que, en innumerables ocasiones, se impongan sobre ellos. 

A pesar de ello, siempre se conseguía hilvanar alguna combinación digna del infinito talento, pero a veces estancado, de muchos de los futbolistas isleños y alguna ocasión de peligro, como el obús de Willian José que pudo suponer la igualada de no ser por el vuelo de Juan Carlos. La esperanza seguía patente ante un Rayo que parecía no tener eficacia de cara a  puerta y con vistas a sentenciar el partido. No obstante, pese a que esta se demoró bastante, llegó al fin y al cabo. El gol de Bebé sobre la media hora de la segunda mitad hacía justicia y suponía una losa muy dura de sobrepasar. Pero no por esta razón se debe perder la cara al encuentro por muy difícil que pueda resultar sobre el verde y muy fácil que parezca decirlo desde la perspectiva de un televidente. Muchos estarán seguros de que cualquier equipo, ante tal circunstancia, hubiese ido a recortar distancias, sin dar lugar a la rendición, que claramente cambiaría la dinámica y el desarrollo de un duelo al cual le quedaban por jugarse más de un cuarto de hora, tiempo suficiente. 

Bebé, Jozabed y Miku fueron un auténtico quebradero de cabeza para la zaga insular

Sin embargo, no fue así. Se decía antes que el Rayo superó en todos los aspectos del juego a la UD Las Palmas, y el anímico fue uno de ellos. Los amarillos dijeron adiós al partido antes de tiempo y perdieron toda esperanza que pudiese existir en esos quince minutos restantes. Hasta Roberto Trashorras se permitió el lujo de tirar de su calidad, como motivo de la sobriedad con la que estaban afrontando la cita, realizando un sombrero ante la tardía llegada de Roque Mesa a un cruce del esférico.

Nueva derrota ante un contrincante directo y lo peor es que se produjo con una mala imagen por parte de los amarillos. Se comienza negativamente un mes de febrero que no es que se le presente fácil a los pupilos del técnico cántabro precisamente (visita al Pizjuán, recibimento al Barça, viaje a Ipurúa...). Eso sí, ni mucho menos se ha descendido en el día de hoy. Ni mucho menos se debe hacer una montaña de un grano de arena por el resultado de Vallecas. Y ni mucho menos se debe caer en el pesimismo y el estrés tras lo sucedido. En estas ocasiones, siempre hay que tirar, por mucho tópico que haya de por medio, del inagotable refranero del que disfrutamos: al mal tiempo, buena cara.