Bipolar. Ese es el calificativo perfecto para el Independiente de esta noche. Los dos tiempos opuestos, contradictorios. Desastrosa primera mitad; esperanzadora segunda parte. Esta es la clara falta de identidad del equipo de Mauricio Pellegrino. Cabe destacar primero la inentendible alineación que paró el entrenador para iniciar el partido, un mediocampo con tres mediocampistas centrales: Méndez, Ortíz y Vitale junto a Rigoni, y más adelantados Benítez y Vera.

El primer tiempo resultó perfecto para Gimnasia, tal es así que comenzó ganando a los cuatro minutos con un golazo de tiro libre de Maximiliano Meza que dejó sin respuestas a Campaña. La apertura del marcador fue tempranera y ya desconcertaba al visitante. Seis minutos más tarde Pompei no cobró un claro penal de Oreja sobre Benítez, que ameritaba además la expulsión por evitar un mano a mano como último recurso. El resto del primer tiempo fue un calco: Independiente llevaba el control y posesión de la pelota pero sin poder atacar en profundidad ni peligrar en los 3/4 del campo rival. Gimnasia se descomprometió del partido aguantando las embestidas del Rojo y manteniéndose firme y atento en defensa a gusto con la victoria.

Todo se oscureció aún más cuando Meza aumentó la distancia a los 42. Rasic bajó perfectamente un centro en plena área para el goleador Meza quien estaba solo y liquidó al arquero uruguayo. Desatención infantil de la defensa. Cuesta perdió a Rasic y Pellerano ni siquiera salió en la foto. El Lobo se fue al descanso sonriendo y consiguiendo lo que quería, con el mérito de golpear cuando debía hacerlo. Independiente daba lástima: un equipo golpeado anímica y futbolísticamente sin ideas ni futuro.



El segundo tiempo fue una antítesis. Todo empezó con el incomprensible cambio de Pellegrino: Aquino ingresó por Rigoni para la etapa final, pero sin sacar el defectuoso triple 5 y manteniendo el esquema. Así y todo, paradojicamente fueron los mejores 45 minutos de Independiente en el torneo, en el que dominó, mandó e hirió a Gimnasia. Aquino fue el motor, el eje central de un cambio de 360º de un equipo semi-muerto. A los 5 minutos el ex Godoy Cruz armó una gran jugada para el descuento: la agarró en la mitad y lo aguantó a Rinaudo, se lo sacó de encima con velocidad, fue para adentro y colocó un pase "bochinesco" para Martín Benítez quien definió al primer palo de Bologna, 2-1.

A los siete minutos Ortíz salió golpeado e ingresó Leandro Fernández, vital para el segundo tiempo y para llevarse el empate. Un minuto después llegó el 2-2. Aquino jugó rápido un córner para el mismo Fernández que estaba solo en el vértice del área y de primera la mandó al segundo palo para que Diego Vera empate el partido. Viveza de Aquino y Fernández que aprovecharon la distracción del fondo tripero para que el uruguayo anote. Fueron 10 minutos en los que el partido cambió rotundamente. Independiente salió decidido a dar vuelta la historia en la segunda mitad. Era otro equipo, otro partido. La segunda parte fue toda de Independiente: controló, ahogó a Gimnasia y amenazó varias veces con el tercero. Casi un monólogo, Gimnasia sin respuestas y el Rojo con las luces encendidas. 

Todo parecía controlado aunque el gol de la victoria no llegaba. Pero un solo error puede echar todo a perder. Y eso ocurrió. Otra distracción en el fondo rojo le dio la victoria parcial a Gimnasia. Una jugada que parecía intrascedente terminó en un baldazo de agua fría: fuera del área Licht colocó sorpresivamente un peligroso centro al corazón del área. Nadie la sacó, Niell disparó desde el piso, Campaña dio rebote y Facundo Oreja convirtió en el área chica faltando seis minutos. Todo el esfuerzo y el protagonismo del segundo tiempo parecían en vano. En ese momento pareció injusta la victoria del Lobo. Pero aún quedaba tiempo.

El 3-3 final llegó de una manera impensada, de un modo que Independiente no suele aprovechar ni lucirse: el tiro de esquina. Faltaban sólo dos minutos para cumplirse el adicional y Leandro Fernández cabeceó fantásticamente al segundo palo el centro de Jesús Méndez para estampar el empate final.

Partido bipolar para el Rojo, primer tiempo para el olvido, segundo tiempo para repetir una y otra vez. La respuesta se dio cuando el equipo se volcó al ataque y aprovechó a un Aquino iluminado que aguantó, encaró, gambeteó e inquietó todo el segundo tiempo. La inconsistencia habita en este equipo. Sello amargo es el de no saber para donde ir, para donde apuntar. Pero la imagen del segundo tiempo hace crecer, por lo menos un poco, a la esperanza.