El golpe sufrido ante Racing dejó a Gabriel Milito en el centro de la escena. Rumores de salida y un pedido de renovación masiva. El "Mariscal" continuó al frente del equipo pero sabía que necesitaba ganar para enfriar el clima. Quizás por eso dispuso una formación muy distinta a la que acostumbra: dos líneas de cuatro con volantes externos de tenencia y menos explosión como el debutante Fabricio Bustos -de buen partido- y el zurdo Juan Sánchez Miño.

Los cánticos contra los jugadores desde la entrada en calor evidenciaron un clima dificil para jugar. Por eso es que la variante táctica de Milito resultó buena: dentro de un contexto dificil, simplificó todo lo que pudo. No hubiese sido fácil seguir en búsqueda de perfeccionar el estilo cuando los jugadores están con una notoria falta de confianza.

Dentro de esa inseguridad por saberse reprobados por su público, los jugadores de Independiente mostraron ganas de cambiar la situación durante los primeros 10 minutos del partido. A partir de ahí, cuando se desperdiciaron dos chances de gol, el partido se vino abajo en parte porque los juveniles de River tampoco tenían suficientes armas como para aprovechar las flaquezas del conjunto local. Por momentos el partido fue un dolor de ojos para el espectador: Campaña salía en corto con Figal y éste, sin opciones de pase y con jugadores de River cerca, buscaba en largo a Denis y Vera. La escena se repitió una y otra vez. Independiente jugaba como podía porque lo que en verdad quiere, en estos momentos, resultaba contraproducente.

En el segundo tiempo el partido se abrió desde el vamos. No sucedió nada en especial -un gol, una expulsión, una chance clara- para que ambos equipos muestren otra intensidad. En especial Independiente, que corrió más -no mejor- y a base de bronca acumulada empezó a inquietar a River al mismo tiempo que se desorganizaba más y dejaba espacios para que los de Marcelo Gallardo lastimaran. El entrenador "millonario" intentó sacar ventajas de ese contexto y mandó a la cancha a dos jugadores titulares como Gonzalo Martínez y el goleador Sebastián Driussi. Milito también movió el banco: ingresaron Meza, Rigoni y Barco, tres jugadores con velocidad y verticalidad.

El gol llegó por intermedio del hombre que más lo buscó. Diego Vera jugó un gran partido tras volver al 11 titular, siempre en lucha con los centrales, diagonales constantes y sacrificio para recuperar. El uruguayo venía de flojas actuaciones y una preocupante efectividad de cara al arco, pero esta vez se le dio. El gol fue un desahogo gigante para jugadores, cuerpo técnico e hinchas. Sólo quedó tiempo para defender la ventaja con uñas y dientes. No existió la lucidez para tener la pelota; sí algo más de desparpajo para intentar jugadas individuales. El pitazo final fue un desahogo gigante después de muchísimos partidos sin ganar de local y dos clásicos perdidos de forma consecutiva.