Un año de crecimiento exclusivo. Durante este año maduro en varios aspectos y se convirtió, de a poco, en un tenista de élite. La transformación de Diego Schwartzman no llego de una extraña manera, sino con un nombre y un apellido: Juan Ignacio Chela.

El ex tenista se convirtió en el entrenador del Peque y a base de su experiencia y las ganas de progresar de Schwartzman conformaron una dupla extraordinaria. Sin embargo, tardaron en conseguir la química que tienen hoy. Chela no es un entrenador común. La mayoría de estos siguen de torneo a torneo, de país a país a sus entrenados. Caso contrario, Chela viajó solamente para algunos torneos debido a su otro trabajo.

De los primeros cambios que se notaron en Schwartzman fue la regularidad y continuidad durante la temporada. Fue el primer año que disputó los nueve M1000, mejoró su volea para que sea una de sus armas fundamentales y se convirtió en uno de los grandes devolvedores del circuito. Otro aspecto esencial en el juego del Peque fue su cabeza. La importancia de cambiar de página rápidamente sin estancarse en los capítulos negativos como las derrotas menos pensadas.

Así como la cabeza pasó a ser determinante, el hecho de no sufrir los partidos ante grandes rivales también. Durante el 2017, este aspecto dio un giro de 360 grados y a lo largo del año venció a tenistas como Marin Cilic (5°) y Lucas Poullie (18°) en el US Open, David Ferrer (36°) en Miami y a Pablo Carreño Busta (10°) y Fabio Fognini (27°) en Viena.

Sin mencionar la escalada de puestos que realizó desde que comenzó la temporada. Su primer puesto del 2017 fue 52, hoy se encuentra la posición 26, el mejor ranking de su vida. Y como si fuera poco, la legislatura porteña lo nombró como 'personalidad destacada en el ámbito deportivo'

No solo se convirtió en un año de crecimiento pleno, sino de encontrar la dirección correcta para su tenis. Ahora a Schwartzman y Chela se les presenta un desafío aún más grande que el de 2017: mantener y/o superar el nivel de dupla tenista-entrenador.