El juego del domingo pudo ser un mejor resultado, otros dirán que el Deportes Tolima no desplegó el juego que lo caracteriza, que muchos de sus jugadores clave no brillaron, que hubo un error individual, grosero, que costó el partido, e incluso, que el técnico falló en varias de sus decisiones y que por lo tanto, el equipo no tuvo reacción después del uno a cero. Sin embargo, fuera de la apariencia hay muchas cosas que decir sobre el partido de anoche. Las cartas ya están puestas sobre la mesa, y luego de lo visto, el pijao tiene mucha oportunidad de clasificar, aunque el rival de enfrente sea un hueso muy duro de roer.

Los primeros minutos del partido mostraron a un Junior con expectativas. El bloque pasó al área del visitante y con Miguel Borja como punta de lanza, empezó a inquietar con movimiento sobre todo el frente de ataque. Los minutos pasaron y entonces el Tolima se asentó en la cancha, y se empezó a configurar un partido distinto, donde el local entendió el momento de cada uno y se dispuso para copar espacios con el fin de incomodar el juego del equipo de Ibagué. La variante dispuesta por el Junior consistió en que el balón debía llegar a Borja, quien debería resolver de cualquier manera, y eso incluía la astucia del jugador, que recibió golpes, sin duda alguna, pero también entró en la exageración y la “marrulla”.

El partido lucía enredado; los dos tratando de encontrar algo en medio de la confusión de los esquemas tácticos, y, sobre todo, con los de Ibagué tratando de hacer su juego; algo que por esas alturas ya se tornaba en algo muy difícil de lograr. Omar Albornoz, tuvo algunas oportunidades de avanzar por la punta izquierda, haciendo gala de su velocidad y lanzando balones al área chica, que no alcanzaron su objetivo, principalmente porque la reorganización del Junior fue óptima, y los espacios que faltaban en el mediocampo, también faltaban en el área del local.

Entonces producto de una de pocas escaramuzas, esta vez por la muy inutilizada punta derecha del Junior, vino un centro, sencillo de resolver porque no había ningún jugador tiburón cerca que infundiera algún tipo de riesgo, llegó lo inesperado: Nilson Castrillón mostró de nuevo un problema recurrente del defensa colombiano, y que fue vislumbrado para todos, por su peso en el doloroso partido de la Selección Colombia contra Uruguay de la semana pasada: quiso rechazar con suficiencia, más pensando en un pase que en un verdadero rechazo, y entonces, cómo si de una gala se tratara, entregó el balón a quienes no llegaban, y Miguel Borja, delantero de experiencia, aprovechó para poner el balón en lo más lejano del palo contrario, a dónde Álvaro Montero, con toda su extensión no iba a llegar jamás. Fue un uno cero de anécdota, digno de darse golpes en el pecho, de reacciones rabiosas, como las que llegaron minutos después, tras un gol que fue bien anulado por cierto, porque la mano en el área del que ataca siempre será punible, según los dictámenes de la FIFA. Pero pasados los minutos, el Tolima, incluido algún llamado de atención por volcarse al ataque, entendió que lo que había pasado no era tan malo, pero que en cambio sí podría ser peor de no haber inteligencia de por medio.

El segundo tiempo fue una constante lucha de balón en cada centímetro del terreno, pero con una diferencia importante que es parte ya del partido de Ibagué: Perea cree que el punto débil del Tolima es una total reducción de espacios, siendo cortos en el bloque, pero sin “regalar” el espacio por detrás. Esto quiere decir que los delanteros tienen que bajar y el partido se hará en el mediocampo. Los minutos tendrán que pasar sin que suceda algo importante que ponga en riesgo el esquema, porque el máximo fin no es el gol (que ya llegó), sino la clasificación al grupo de cuatro.

Cree también Perea [Luis Amaranto] que el tiempo está a su favor, y por eso sus jugadores pasaron tantos minutos en el pasto, ganando segundos valiosos, que además de acercarlos a la clasificación, también generarán desespero en los jugadores pijaos.

Otra de las cartas que tiene Perea es el juego individual. Sus hombres de ataque sacan rédito de situaciones difíciles, y Borja está inspirado. Doce goles y varias oportunidades que lo pusieron cómo figura junto a Montero, son una alerta que llama la atención para el partido de vuelta.

El técnico Torres entonces recurrió a un plan B, que no es propio de su equipo, pero que debía intentar. De esa manera se entiende el reemplazo de Albornoz, quien salió molesto de la cancha cuando vio a Anderson Plata y a su número en la zona de cambio. También Campaz fue víctima de este intento, consistente en manejar mejor el balón en espacios reducidos. No se necesita explosión ni velocidad, sino toque corto y maniobra. Y aunque no hubo jugadas de peligro más allá, sí hubo construcción de juego, pinceladas de un solo toque ante la excesiva presión del Junior. La capacidad de los jugadores del Tolima también da para que el juego físico se convierta en algo más virtuoso. Llegó la hora de tener una variante futbolística porque después del primer campanazo ante la derrota con Unión La Calera, la situación actual demanda tener otras posibilidades. A los hinchas no les gustó ver cómo sus dos referentes dejaron el campo, pero era lo que se tenía que hacer. Ojalá Queiroz estuviera viendo.