La frase de lo común es molesta cuando es el equipo propio el que la sufre, pero es la verdad más justa que resume el primer partido jugado del año y del campeonato en el Hernán Murillo Toro: “El que no hace los goles, los ve hacer”.

Merece atención especial el caso de Anderson Plata, un jugador bien dotado, que sabe ubicarse en la cancha y que llega constantemente a posición de peligro, ya sea actuando como enlace o como delantero. Sabe perfilarse, tiene buena fundamentación, escoge casi siempre la mejor opción, pero posee el imperdonable defecto de no saber incrustar el balón en el arco rival. Es lamentable ver como un jugador que podría marcar la diferencia adolece de una virtud tan necesaria como determinante en el deporte que más nos gusta. En el encuentro ante el Once caldas, podría ser figura y villano al mismo tiempo.

El Deportes Tolima salió con ímpetu a jugar el nuevo campeonato. De la mano del técnico Hernán Torres, el pijao ejerció un esquema que se antoja más acorde con la manera en que los equipos visitantes pueden verlo. Nadie va a salir a atacar en el Hernán Murillo Toro; entonces hacer transiciones rápidas de nada va servir cuando el espacio es mínimo. De acuerdo con ello, el técnico Torres quiere que el movimiento sea más en bloque, aprovechando el campo para expandirlo lo más posible, atacando por las puntas o iniciando desde allí el ataque bien fundamentado a través de diagonales hacia el área rival.

Estas alternativas encuentran buen eco en el trabajo siempre profesional de Juan Fernando Caicedo, quien actúa como pivot o distracción para que los de más atrás puedan llegar a posición de gol. También existe la posibilidad de ser más clásicos, obteniendo un pase desde el mediocampo para que, en su labor habitual, Caicedo pueda definir. Esto último sucedió en el minuto 57, cuando Plata, muy preciso, entregó un pase magistral para que el ex DIM pudiera llegar forzado, pero veloz, a sobrepasar al arquero Gerardo Ortiz y definir impecable en una posición incómoda, demostrando que es un delantero muy eficaz.

El modelo se basa mucho en el entendimiento del juego por parte de sus protagonistas; en el esfuerzo físico, porque hay que mutar constantemente para que el rival quede desconcertado; en la buena fundamentación, porque hay pases largos o toques en corto; pero, sobre todo, en que, al disparar al arco, el gol sea convertido. Es la esencia básica del juego, y en ello falló el Deportes Tolima.

La falla en anotar el tanto que hace la diferencia, genera dos efectos adversos dentro del campo de juego: la caída del estado anímico del equipo que no anota, y el aumento de las esperanzas del equipo que no recibe esos goles. En el partido de Ibagué, el Once Caldas, inferior en todas las líneas, sin ideas claras en el campo, ni en la cabeza del técnico Lara, debutante con la camiseta del albo de Manizales, tuvo un ímpetu infundido por los repetidos fallos y se fue acercando intermitentemente, aprovechando las malas entregas, el exceso de confianza y el desconcierto de los jugadores locales por no tener un marcador más generoso y merecido, obteniendo demasiado premio en una jugada aislada en el minuto 79, donde Ménder García aprovechó el movimiento torpe de Mosquera y generó un penal claro que transformó David Lemos en el empate que supo a derrota en las toldas del pijao.

Queda la necesidad imperiosa de trabajar sobre la definición, en especial de Plata, quien, aunque no es titular indiscutido, sí puede llegar a ser fundamental para cubrir los altibajos de Jaminton Campaz. A veces, menos es más, y este buen jugador puede necesitar manejar las revoluciones dentro de su cabeza para lograr una definición más fluida. Al resto del equipo, hay que hacerle ver que no hubo pretemporada, que se debe llegar a punto ya, y que no hay espacio para relajarse, porque el fútbol moderno necesita de cada jugador los noventa minutos y dando todo de sí. Queda todo el campeonato para mejorar detalles.

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