El viernes fue día de cambios de escenario, y el de Kentucky no iba a ser menos. Tras media temporada desastrosa en los Mavericks, con malas actuaciones y problemas con el entrenador, Rick Carlisle, Rondo ha decidido irse a los Kings por una temporada antes de que suba el espacio salarial. Es un punto de inflexión en su carrera porque, dependiendo de cómo desempeñe sus funciones bajo la lupa de Vlade Divac, podrá volver a ganarse la confianza de la liga y un buen contrato debajo del brazo.

A sus espaldas, nueve años de competición y el anillo con los Celtics

La pasada temporada en Texas promedió 9.3 puntos, 4.5 rebotes y 6.5 asistencias en uno de los peores tramos de su carrera. Un paso efímero por un equipo que accede a playoffs asiduamente y con el que podía haber encajado correctamente si su actitud hubiese sido la adecuada. En cambio, se ha convertido en la viva imagen de la estrella que de la noche a la mañana se disipa y desaparece de las conversaciones y del mapa baloncestístico norteamericano. Ahora viajará a Sacramento para ver qué puede aportar o cuánto puede mejorar su juego en un equipo con fricciones internas, carencias en el juego y muy poca profundidad de plantilla. Desde luego no es un movimiento ganador a ningún nivel, y parece suficiente el dinero que ha recibido teniendo en cuenta las malas referencias pasadas.

En el otro lado de la moneda, no se puede olvidar la reminiscencia de un jugador disciplinado, que, aunque falto de tiro, es aplicado en defensa con una gran visión de juego que junto a Kevin Garnett, Ray Allen, Paul Pierce y compañía llevaron un nuevo anillo a Boston. Los Kings tienen una misión imposible en tratar de recuperarle, lo único que pueden ofrecerle es mayor protagonismo en el juego. En realidad, el resto de franquicias candidatas al anillo son las que han de fijarse en el cambio de actitud y concentración en el juego para ver si merece la pena tirar los dados por él la postemporada que viene.