La Australia del soccer empezó a darse a conocer en el resto del mundo en la década de los 70. Aunque todavía era catalogada como una selección menor, el cuadro auriverde se ganó el derecho en 1974 de participar en la Copa del Mundo, con sede en Alemania Federal. No fue sólo su primera participación, sino que se trataba de todo un acontecimiento. Nunca antes una selección de Oceanía se había metido en una cita mundialista.

Aunque el equipo no pasaría de la fase de grupos en aquel Mundial, la gesta que supuso obtener el billete para Alemania es una de las más recordadas en el país. Es necesario ponerse en situación. Australia pertenecía en aquel entonces a la OFC, entidad de la que es miembro fundador. Durante años, se había intentado que la nación se afiliara a la AFC, pero la federación asiática nunca vio con buenos ojos la llegada de los australianos.

Aún así, mediación por delante de la FIFA, se acordó que entre 1966 y 1986 los países de la AFC y OFC se unieran en las clasificatorias para la Copa del Mundo. Una decisión que trajo consigo una gran polémica en el continente. Por un lado se aseguraba que un país de Oceanía o Asia participara en la fase final mundialista, pero el precio que había que pagar era bastante claro. Sólo una selección podría optar a ella. Las dos Federaciones reclamaban al menos dos plazas, pero la FIFA era inflexible en este asunto.

Algunas selecciones de la AFC llegaron incluso a renunciar a jugar la fase de clasificación. Países como Sri Lanka, La India o Filipinas alegaron que era injusto que, de las 16 selecciones que participarían en el Mundial, nueve serían europeas y sólo una podría ser asiática. Finalmente, quince selecciones entre las dos federaciones comenzaron la fase de clasificación. Se dividieron en dos zonas geográficas, con dos grupos cada una. Los campeones de cada zona se enfrentarían entre sí y el vencedor sería el privilegiado en viajar a Alemania.

- Zona A: Japón, Hong-Kong, Vietnam del Sur, Corea del Sur, Israel, Tailandia y Malasia-

- Zona B: Australia, Nueva Zelanda, Irak, Indonesia, Siria, Irán, Kuwait y Corea del Norte.

Australia, encuadrada en la Zona B, formó grupo con Nueva Zelanda, Indonesia e Irak. La selección tuvo la enorme fortuna de que la fase de clasificación se disputara casi por completo en casa. Entre el 4 y el 24 de marzo de 1973, los australianos tenían el deber de quedar primeros para pasar a la siguiente ronda y no fallaron. Líderes invictos de su grupo, el equipo llegó a la final de su zona en agosto de ese mismo año. Su rival, Irán. En Sidney, los australianos arrasaron al cuadro islámico (3-0), mientras que en Teherán sufrieron para mantener la ventaja de la ida (2-0).

Con todo ello se llegó a la eliminatoria definitiva. Campeón de la Zona A contra campeón de la Zona B. Australia se las tenía que ver con Corea del Sur si quería estar en Alemania. La ida en Sidney acabó en un empate sin goles, mientras que el choque de vuelta en Seúl se saldó con un 2-2. Si se hubiera disputado en la actualidad, los australianos hubieran obtenido el pasaporte para el Mundial. Sin embargo, en la década de los 70 la FIFA no contemplaba la famosa regla del valor doble de los goles a domicilio. Para la organización, la eliminatoria había quedado igualada y era necesario un partido de desempate.

Se designó Hong-Kong como territorio neutral para disputar el partido. Fue allí donde apareció la legendaria figura de Jimmy Mackay. Un derechazo desde fuera del área tras el rechace de una falta. Una auténtica obra de arte que se coló por la escuadra cuando faltaban sólo cinco minutos para terminar el partido. Sin duda, uno de los goles más importantes en la historia del fútbol australiano.

Poco importó que Australia se marchara del Mundial a las primeras de cambio. Tampoco se tuvo en cuenta el hecho de que el equipo no anotara un sólo gol. Cayeron ante las dos Alemanias, la Federal (0-3), la Democrática (0-2) y consiguieron su primer punto frente a Chile (0-0). El equipo había logrado lo imposible, estar donde nunca había estado, hacerse un hueco entre los mejores del mundo.

Durante esos años, los australianos comenzaron a ganarse un sobrenombre que les acompañaría hasta la actualidad. Cualquier selección que se enfrentara a los auriverdes debía tener claro que sería casi imposible marcar desde la estrategia. El equipo era muy fiable a balón parado, con jugadores muy altos que no daban opciones al ataque contrario. Fue por ello que a los jugadores se les empezó a conocer como los socceroos, apodo que surge de mezclar la palabra soccer con kangaroo (canguro en inglés). No había selección que saltara más alto ellos.

Peter Wilson (izquierda) saluda al capitán de Alemania Federal Bernd Bransch

Tres décadas de exilio

Aquella participación mundialista fue la última gran noticia de Australia en lo a que soccer se refería. Durante 32 años, el equipo no volvería hasta la fase final de una Copa del Mundo. Tanto para Argentina'78 como para España'82, a los socceroos nos les sonrió la fortuna y la hora de la verdad, eran otros los que obtenían el pasaporte.

La situación se agravó en la fase de clasificación para el Mundial de México en 1986. La AFC y la OFC se separaron y si un equipo de Oceanía quería estar en la Copa del Mundo, debía quedar primero en sus clasificatorios para después jugar un play-off con un equipo europeo. Australia no tuvo problemas en conseguir el primer requisito, pero en la eliminatoria final poco pudo hacer ante la superioridad escocesa (2-0 en Glasgow y 0-0 en Melbourne).

Cuatro años después los socceroos ni siquiera tuvieron la oportunidad de llegar a esa repesca final, quedando Nueva Zelanda por encima de Australia. La selección no veía la luz al final del túnel y más se complicó cuando la FIFA decidió disminuir el cupo de Oceanía para los Mundiales. Pasó de 0,5 a 0,25. Todo ello desembocaba que a partir de la Copa del Mundo de 1994, habría que superar dos play-off en vez de uno. La primera eliminatoria con un equipo de la CONCACAF, mientras que la segunda frente a un combinado de la CONMEBOL.

Pese a que la clasificación era aún más complicada, Australia siempre plantó cara y estuvo a muy poco de hacer historia nuevamente. Para el Mundial de 1994, los socceroos arrasaron en las eliminatorias de la OFC y en su primer play-off tuvieron que medirse a Canadá. Con 2-1 en ambos partidos, la eliminatoria tuvo que decidirse en la tanda de penaltis. La suerte sonrió a los australianos, pasando a la ronda final.

Sin embargo, el play-off final tuvo que disputarlo nada más y nada menos que contra Argentina. Pese a que la Albiceleste había realizado una fase de clasificación que dejó bastante que desear, se esperaba una eliminatoria en la que no hubiera color. Aún así, los socceroos plantaron cara hasta el final. Llegaron a empatar en el primer partido en Sidney (1-1) y en la vuelta los argentinos sufrieron para sellar su pasaporte a Estados Unidos (1-0). Un solitario gol de Gabriel Batistuta fue la que condenó a Australia.

Maradona y Argentina evitaron que Australia fuera al Mundial de 1994 | Fotografía: Taringa
Maradona y Argentina evitaron que Australia fuera al Mundial de 1994 | Fotografía: Taringa

Pese a que los australianos se fueron de Argentina con la cabeza bien alta, aquella eliminatoria marcó una maldición de tres play-off consecutivos quedándose a las puertas del Mundial. Para la Copa del Mundo de 1998, la FIFA decidió cambiar la normativa. Esta vez, la OFC sólo jugaría un partido de repechaje y sería contra un equipo de la AFC. Australia volvió a hacerse fuerte en Oceanía, ganando todos los partidos y arrasando a Nueva Zelanda en la final (5-0).

En el play-off defintivo, Australia lo tenía todo a favor frente a Irán. Consiguió un valioso empate en Teherán (1-1) y en la vuelta de Melbourne el equipo ganaba 2-0 al descanso. Sin embargo, los socceroos se relajaron y los iraníes dieron la campanada. 2-2 al final de los 90 minutos y el combinado islámico era el que obtenía el pasaporte por el valor doble de los goles fuera de casa.

El último acto de esta maldición de las repescas fue en la clasificación para el Mundial de Corea/Japón de 2002. Australia dejó constatado que no tenía rival en Oceanía. Tal fue la superioridad que el equipo llegó a anotar 53 goles en sólo dos partidos. Un aplastante 22-0 ante Tonga y semanas después el partido para la historia. Un atónito 31-0 ante Samoa Americana, partido que ostenta el récord de mayor goleada en un choque oficial entre selecciones.

Sin embargo, aunque Australia arrasaba a sus rivales de la OFC, a la hora de la verdad los socceroos pagaban el no coger rodaje contra equipos de más nivel. Y nuevamente en la repesca los auriverdes volvieron a quedarse sin Mundial. Esta vez su verdugo fue Uruguay. Nuevamente los australianos llegaron con la ventaja de la ida (1-0) y nuevamente ocurrió la debacle en la vuelta (3-0).