Opinión: el arte de la prestidigitación colchonera

La venta de Pizzi al Benfica, con su consiguiente fichaje de Roberto para irse cedido al Olympiakos, es la gota que colma el vaso de un Atlético de Madrid que en los últimos años ha abordado innumerables operaciones con escaso rendimiento deportivo. El club prometió una serie de hechos que ayudarían a arreglar la situación económica. Pero una vez llevadas a cabo, la situación sigue siendo precaria y escasean los motivos para no dudar.

Opinión: el arte de la prestidigitación colchonera
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Por Víctor Molina Pozo

“Haga el favor de poner atención en la primera cláusula porque es muy importante. Dice que la parte contratante de la primera parte será considerada como la parte contratante de la primera parte”. ¿Entendieron algo? Seguro que no. Yo tampoco.

Probablemente, es uno de los más cómicos y surrealistas diálogos que se mantiene en la historia del cine. Es la conocida conversación que graban los hermanos Marx en la película “Una noche en la ópera”, en una parodia en la que Groucho Marx emplea enrevesados términos administrativos en un trasfondo ininteligible cuando quiere contratar al tenor Ricardo Baroni y se entrevista con su representante para discutir sobre los entresijos del contrato. Para cualquier persona sería un diálogo sin sentido alguno, que no remata con ninguna conclusión lógica. Para cualquier persona, menos para dos, Enrique Cerezo y Miguel Ángel Gil Marín.

La bicefalia rojiblanca debe hablar un lenguaje oculto que el resto de los mortales desconoce. No hay otra manera para explicar los extraños negocios que se cierran en las oficinas del Vicente Calderón, así como los viajes que se realizan para acordar vías de financiación que garanticen la estabilidad (¿cómo hemos llegado hasta este punto?) en el futuro del conjunto rojiblanco. La última pieza que ha terminado por derribar el bloque de piezas de dominó ha sido la venta de Pizzi al Benfica, para un día después viajar a Barcelona y cerrar una posible cesión de un año al Espanyol.

Negocios deportivamente ineficaces

Todos los equipos de fútbol tienen operaciones que pretenden ocultar, intereses que no salgan a la luz para defender su pulcritud e inocencia en los movimientos bancarios. En el Atlético de Madrid, la duda sin beneficio se instaló hace ya muchos años, cuando Jesús Gil simuló haber fichado en 1998, mismo año de la intervención judicial, por 2.700 millones de pesetas cuatro futbolistas en el conocido ‘caso de los negritos’: Abbas Lawal, Limamou Mbengue, Maximiliano de Oliveira y Bernardo Matias Djana.

Recuerdo también otro caso, el de Richard Nuñez. Llegó procedente del Grasshoper gracias a que Gil Marín pagó una deuda que guardaba con el representante uruguayo con la contratación de este jugador, según pudo reconocer a VAVEL hace unos meses un exentrenador del Atlético de Madrid. Nuñez se marchó por donde vino a final de temporada, jugando once partidos y marcando dos goles, algo más que su compatriota Rubén ‘Pollo’ Olivera, que llegó para jugar 21 minutos repartidos en dos partidos.

El primer futbolista que llegó al Atlético de Madrid por parte de un fondo fue Cleber Santana, que se presentó como “el nuevo Deco”. Ni mucho menos. El conjunto colchonero lo fichó en el año 2007 poniendo sobre la mesa 1,9 millones de euros mientras que la otra mitad la abonaba Juan Figer, un representante uruguayo.

El brasileño Elías, conocido por lucir una bufanda antimadridista en su presentación, continuó el legado de Cleber Santana al llegar al Atlético de Madrid formando parte del fondo Mendes. El conjunto rojiblanco pagó la mitad de 7,5 millones de euros al Corinthians, mientras que de la parte restante se encargó Quality Sports II Investments LP, fondo en el que Mendes es consultor externo. "Esos siete millones se pagaron en tres plazos: el primero lo pagó íntegramente el fondo; el segundo, mitad y mitad, y el tercero fue cosa del Atlético", cuentan fuentes de la operación a El País.

Más irrisorio suena el caso de Julio Alves, que llego del Río Ave de Portugal por 2,5 millones de euros y que fue inscrito en Liga a falta de cuatro horas para el cierre de fichas, para irse a los pocos días al Besiktas. El oscurantismo se cierne sobre este fichaje y es que Paulo Carvalho, presidente del club luso, asegura que llevaba ya dos días en Estambul cuando el conjunto rojiblanco reconoció su existencia.

Otro ejemplo es la contratación de Silvio. Llegó procedente del Sporting de Braga el mismo año que llegó a la final de la Europa League. El Atlético de Madrid pagó 4 de los 8 millones que costó la operación en total, en los que se guardó una opción preferencial para fichar también al extremo Pizzi. El Braga comunicó en invierno que habían recibido 15 millones por el jugador luso, de los cuales no pagó ninguno el Atlético de Madrid gracias a Jorge Mendes, que decidiría el futuro del jugador.

Y por último, el fichaje de Radamel Falcao, cuyo coste fue de 45 millones más la incorporación de Ruben Micael por cinco millones (60% para el Oporto y 15% para Nacional de Madeira), antes de cederlo al Real Zaragoza sin vestirse jamás como jugador del Atlético de Madrid y marcharse un año después al fútbol portugués.

Estrellas que nunca llegaron

Julio Alves, Ruben Micael, Elías o Cleber Santana. Son algunos de los nombres que sí han llegado al Atlético de Madrid. Pero otros, que sonaron también y que son conocidos por todos, no. Los movimientos de altas y bajas se producen en los últimos años con tal ligereza, que apenas nos paramos a reflexionar sobre ello.

Pongamos el caso. Para la delantera rojiblanca, Edin Dzeko y Álvaro Negredo, dos arietes de mucho peso, corpulentos en el cuerpo a cuerpo. No sin estar acompañados de una magnífica línea de tres con Nani en la izquierda, Cazorla en la derecha y Riquelme de enganche para soñar. Este alarde de fantasía se ve apoyado por la sobriedad de Andrea Pirlo o la efímera clase de Andrea Rosicky en el centro del campo. Unos jugadores que cuentan con el esfuerzo de una línea defensiva de tres jugadores formada por Bruno Alves, Chigrinsky y Rod Fanni, con Pepe Reina defendiendo bajo palos. Ninguno de estos once jugadores llegó a vestir la camiseta del Atlético de Madrid, pero muchos de los aficionados soñaron con ello.

Porque sería maravilloso soñar con los goles de cabeza de Edin Dzeko o con el último pase de Riquelme en línea de creación. Con el toque de Andrea Pirlo para generar espacios o el fino danzar de Cazorla para deshacerse de su par. O con ver a Pepe Reina seguir la línea sucesoria que su padre, Miguel Reina, comenzó en 1973 para jugar siete temporadas defendiendo el escudo del oso y del madroño. Pero la realidad dista mucho de la rumorología barata que ha llegado a vincular a otros jugadores como Andrés Fernández, Ricardo Quaresma, Yoann Gourcouff, Samuel Eto´o, Luis Suárez, Daniel Osvaldo, Pavel Nedved o José María Gutiérrez ‘Guti’.

La temporada pasada, el primer año completo de Diego Pablo Simeone como entrenador del Atlético de Madrid, se ficharon a cinco jugadores (Insúa, Cata Díaz, Domingo Cisma, Cebolla Rodríguez y Emre), de los cuales se pagó 1 millón por Cata Díaz y 3,5 millones por Insúa en una operación que se rumorea que ha servido como pago d ela deuda que el Sporting tenía aún con el Atlético por el fichaje de Elías. De esos cinco jugadores, sólo continúan de ellos dos, de los cuales ninguno parte como titular para la próxima temporada.

Hechos irreales

Nos han vendido que la situación económica del Atlético de Madrid es precaria, sin reservas de dinero para fichar jugadores a un Simeone que quiere un proyecto exitoso a largo plazo, pero que no sea eterno. Pero la pregunta es: ¿cómo hemos llegado hasta aquí? Por ejemplo, pagando un sobresueldo de 400.000 euros a Gil Marín por jugar la Champions League en 2009/2010 cuando ya cobra un sueldo de 600.000 anuales (a fecha de 2009), o elogiando el traspaso de Radamel Falcao al venderlo por 60 millones al Mónaco, de los cuales el Atlético de Madrid ha recibido solo 45 ‘kilos’, los mismos que pagó por él cuando lo fichó procedente del Oporto. ¿En dónde está el éxito económico de la operación?

Son algunas de las múltiples razones que se irán descubriendo poco a poco, pero que durante ese período se consigue desmontar las explicaciones que los directivos y miembros del Atlético de Madrid se encargan de razonar. Nos vendieron que “si no entramos en Champions League, sería difícil que Radamel Falcao se quede”. Simeone consiguió el objetivo por el bien del club, pero el colombiano emigró a Mónaco, un equipo recién ascendido en Francia y en el que estará por cuarto año consecutivo sin jugar la máxima competición europea.

Nos vendieron también que la operación de cambio Vicente Calderón por La Peineta sería una decisión consensuada y que se haría al tomar una decisión “entre afición y club". Volvieron a mentir y el derrumbe del Calderón y la compra de la Peineta se llevó a cabo sin preguntar a nadie. Nos vendieron que La Peineta sería un estadio en propiedad del conjunto colchonero, y lejos de esa realidad, la realidad ha demostrado que la venta del Calderón está dentro del caso de corrupción de la trama Gürtel.

Nos vendieron otra promesa en torno a Falcao y tampoco se llegó a cumplir. Miguel Ángel Gil Marín aseguró en la Cadena COPE que “si se vendiera a Falcao por 60 millones, se acabarían nuestras deudas”. No fue por el precio estipulado por Gil Marín, pero sí por 45 millones que aliviarían las cuentas. Pero, como en todas las anteriores, tampoco se ha cumplido.