Benzema y la terapia del gol

El ariete madridista cambia su proceder y se cobija en el gol para olvidar sus vicisitudes con las autoridades francesas.

Benzema y la terapia del gol
Dani Mullor - Vavel.com
javiersamano
Por Javier Sámano

La labor del delantero centro tiende a calificarse según los guarismos que acumule, sin atender al contexto y la forma. Un nueve, se entiende, no tiene por qué ser partícipe de la composición del juego; ni siquiera ha de jugar bien, entendiendo que basta con pasar por caja para justificar su existencia. Los parámetros en que se mueven se aproximan más a los de un jugador NBA, donde todo se mide estadística en mano, y se desvirtúan los rasgos evolutivos que hacen del punta un salvoconducto más hacia el gol dentro del engranaje colectivo. Fútbol moderno, lo llaman.

Por eso es anómalo lo de Benzema: elige ser paréntesis en vez de punto final sin rubor alguno. Buena parte de su producción ofensiva, salvaje y desintersada, se orienta hacia el beneficio del prójimo y no hacia el ensalzamiento personal propio de su oficio. 

El francés baila y golea entre la densa maleza, con el ademán melancólico que le confiere su impavidez.

Sin embargo, las cifras del punta blanco no son desdeñables en comparación con los arietes de tronío del continente: el francés acumula 90 goles en Liga en sus seis primeras campañas en Chamartín, lo que arroja una media de 15 por temporada. Su año más productivo, 2012, sumó 21 dianas y ganó el único campeonato doméstico que contempla su palmarés.

Camuflado por Cristiano, cuyo ratio goleador raya en lo paranormal, el francés baila y golea entre la densa maleza, con el ademán melancólico que le confiere su impavidez. El galo se infiltra con fruición entre callejones para proveer una jeringuilla al portugués, yonki del gol y antagonista del galo. Sin dosis, Ronaldo se decide a emprender el camino del soliloquio hacia el verdugo de turno, generalmente con pronunciadas connotaciones británicas en su habla; nunca gabachas.

Benítez demandó a Benzema afilar su colmillo aun a riesgo de sacrificar generosidad. Sumiso, atendió las plegarias del técnico y giró el foco hacia la red, como indica el incremento exponencial que experimentan sus números. En nueve partidos de Liga, ha hecho ocho goles; en cuatro de Champions, otro cuatro chicharros. Otro dato aún más demoledor retrata la enjundia de sus intervenciones: en diez partidos en los que el Madrid empataba o perdía y Karim estaba en el campo, ha convertido hasta siete dianas; CR7, en dieciocho ocasiones en la misma tesitura, solo se ha podido apuntar cuatro anotaciones.

No hay mejor terapia que el gol para sobreponerse a situaciones tan complejas como la que atraviesa ahora Benzema, señalado por la justicia francesa y excluído del combinado nacional. El Madrid agradece la manera de animarse de su delantero, que se ha vuelto corriente: le han crecido zarpas al gato. Al Malmö le cayeron tres arañazos; al Getafe, dos. El Villarreal, a regañadientes, ya aguarda en la sala de espera.