Llegaban un mal Barça, el de Luis Aragonés, y una muy buena Real Sociedad, la de Toshack. Los barcelonistas estaban a más de veinte puntos del Real Madrid en el torneo doméstico, apeados de la UEFA prematuramente contra el Leverkusen y fuera de las cinco plazas que daban acceso a competiciones europeas al año siguiente. Y apunto de amotinarse, pero eso, a priori, aún no se sabía. Del equipo que Terry Venables había llevado a la segunda final de Copa de Europa de la historia azulgrana apenas dos años antes quedaban muchos de los nombres propios, pero ni ápice de esencia. Por eso Aragonés relevó al técnico británico en la quinta jornada liguera, porque el barco de pabellón español llevaba rumbo fijo al Triángulo de las Bermudas.

La Real Sociedad de finales de los 80 ya no ganaba Ligas, como al inicio de la década, pero seguía jugando y luchando en el verde como lo que era, un equipo puntero. Se trataba del vigente campeón de Copa, así que de repetir sería para ellos una azaña histórica. En la Liga peleaban de tú a tú contra la Quinta del Buitre, empresa nada baladí. Sobre el césped había lo mejor del panorama nacional, que no era poco pese a que la selección no consiguiese alzar títulos. Contaban con Arconada baja palos, que paraba lo suyo y lo del vecino, por si las moscas, y más piezas del inmediato futuro Dream Team de Cruyff que el propio Barcelona. Bakero, Beguiristáin y López Rekarte, los vascos de Johan que fueron cimiento de su obra, junto al "10" Zamora y el ariete Loren, que era un jugador tan flojo que años después, ya veterano, sus entrenadores acabaron por ponerlo de central para evitar dejarlo en el banquillo. En síntesis, un equipazo.

El escenario era el Santiago Bernabéu. Los integrantes del equipo merengue, Beenhaker, el Buitre, Hugo y los demás, estaban en casa, no creyéndose siquiera que fuesen a su estadio a ver cómo, más que probablemente, los de las franjas blancas vencían a los de las rojas. Mucho máximo rival y mucho Clásico, pero lo cierto es que en 1988 la Real Sociedad era, para los de la capital, el rival a batir en Liga y, en la de Su Majestad, sólo un mes antes los madridistas habían recibido una linda manita que los dejaba sin la final contra el equipo azulgrana, cuando ya se relamían del jugoso manjar que sería devorarlos ante sus aficionados. Así que si poco querían ver a los catalanes en su estadio, menos a esos arrojados melenudos.

El Barça, a pesar de jugar a poco, ni al juego de posición posterior ni al de garra del Sabio de Hortaleza, sino a poco, tenía en sus filas a estrellas mundiales. Estaba Schuster, renacido a sus 28 años después del ostracismo con Venables la temporada previa tras su desplante en la final del Sánchez Pizjuán, a Gary Lineker, que era el mejor delantero inglés del momento y aún jugaba de "9" y metía goles por castigo –16 esa temporada-, a Robert, CalderéVíctor Muñoz, una porción del centro del campo de la selección española y, entre otros, a Zubizarreta, el relevo de Arconada durante la siguiente década en la nacional, aunque poco tuviese que ver con él en nada.

El capitán celebra el gol (foto:sport)
El capitán celebra el gol (foto:sport)

Bueno, pues llegó el día, que fue el 30 de marzo de 1988, y estos fueron los onces inciales de los contendientes:

Barcelona, en 4-4-2: Zubizarreta/ Gerardo-Alexanco-Migueli-Julio Alberto/ Urbano-Víctor Muñoz-Schuster-Calderé/ Carrasco-Lineker

Real Sociedad, en 4-3-3: Arconada/ Bakero I-Larrañaga-Górriz-López Rekarte/ Gajate-Zúñiga-Zamora/ Bakero II- Beguiristain-Loren

El caso es que el FC Barcelona hizo el mejor partido de la temporada y de la breve era Aragonés, se llevó el partido por 1-0 y la Real pudo dar gracias. El tanto llegó en el minuto 15 de la segunda mitad, rebañando Alexanco un paradón felino de Arconada a remate de Lineker a bocajarro, tras una jugada embarullada y aérea iniciada con un centro de falta de Schuster desde la derecha. Así fue el gol. El encuentro es más difícil de resumir. Pero se diría que los de Toshack corrieron detrás del balón, Arconada paró las suyas y, claro, las del vecino, Lineker y Carrasco no estuvieron acertados, Zubi casi regala algún que otro gol, y Schuster se divirtió. Y si el alemán se divertía el equipo rival llevaba todos los números de no pasarlo tan bien.

El grupo de Luís Aragonés fue así el vigésimo primer ganador de Copa del Rey barcelonista. Pese a no valerle de mucho ni al Sabio ni a la gran mayoría de los vencedores en cuanto a su futuro inmediato en la entidad, sí les sirvió para marcharse a final de temporada con un gran recuerdo, el del título del orgullo, que sumado a la rebeldía del Hesperia un mes después todos aquellos hombres que fueron vituperados en la 87/88 esgrimirán altivos en cualquier tertulia futbolera erudita a lo largo de sus vidas.

Por cierto, aquella conquista sin importancia fue la que abrió las puertas de Europa, permitiendo disputar al año siguiente la Recopa. Llegó Johan Cruyff y, como es bien sabido, estuvo a punto de volverse por donde había venido en su primera campaña, pero lo salvó ganar finalmente ese título, la Recopa de 1989. Quizá sería justo decir, por tanto, que el Dream Team debe una pequeña, aunque sea ligera, parte de él mismo a aquella noche del Bernabéu, a aquel grupo de hombres orgullosos. Pero bueno, entendemos que sea mucho pedir.

Gráfico del diario Sport (fot:sport)
Gráfico del diario Sport (fot:sport)