El Wanda Metropolitano fue testigo del primer duelo entre Atlético de Madrid y Fútbol Club Barcelona. El partido se escurrió, se salió del guión más clásico en estos duelos que siempre otorgan tensión, intensidad, vibración y goles. Un empate a uno que reparte puntos y perfila diferencias.

Atleti reconocible, partido largo y cruel

Los  rojiblancos fueron orden y disciplina pero el paso de los minutos les hundió atrás y no pudo frenar el avance rival que hizo sentir largo el partido

El equipo de Simeone se hizo reconocer. Jugó el partido que suele mostrar ante equipos del nivel del Barcelona.  Orden puro  y duro. El esquema más que reconocible de 1-4-4-2  con una distancia de líneas milimétricamente igualada. Carrasco hizo el homogéneo trabajo de Koke en la izquierda y Correa posicionaba defensivamente en la salida de balón culé para increpar a Busquets. Como casi siempre, mezcló repliegue intensivo y presión alta, si bien fue esta última la que mejor efecto tuvo en los primeros minutos.

El FC Barcelona erró demasiado en la salida provocado por la presión y la organización. El equipo de Valverde le costaba superar líneas y cuando lograba alcanzar zona alta en ataque posicional, no lograba clarificar sus ataques ante la arquitectura defensiva del equipo de Diego Pablo Simeone. Fue la tónica del encuentro, además con el tan apreciado por el argentino, gol tempranero,  si bien las fuerzas o el ímpetu rival hizo que acabaran reculando hasta encerrarse.

El Atleti anuló al Barça por el centro y se focalizó la posibilidad de filtración a genialidades solo posibles con Iniesta o Messi

Simeone le creó dos problemas al equipo azulgrana. El primero, el más evidente y doloroso. Anuló la amplitud central al Barça. Las dos líneas de cuatro del Atleti cerraban el paso por el interior y minimizó la posibilidad de filtración. Llegadas doblegadas en el costado y la esperanza de lucidez de Messi o Iniesta era la única posibilidad de encontrar hueco por dentro. Sin paso central, el Barça quedó huérfano de llegada interior.

En segunda instancia, y casi por la misma inercia del primer motivo, Simeone hizo sudar al Barça para crear. La alternancia de presión alta y repliegue, dejaba o que la iniciación de jugada fuera estéril hasta zona alta en caso de poder avanzar, o la dificultad de superar líneas combinativas. Esta duda de cómo generar, provocó pérdidas frecuentes y ataques organizados del Atleti.

El Barcelona castiga un mínimo fallo en ese orden rojiblanco en una mala salida de Gaitán

Estas transiciones del Atleti buscaban velocidad y sobre todo amplitud. El equipo de Simeone intentaba abrir la defensa estirando horizontalmente la línea de ataque. O bien con laterales o bien con extremos abiertos, buscaba el estiramiento reciproco de la defensa culé para poder dañar con igualdad ante centrales o llegadas de segunda línea.  Esta segunda sería la opción reflejada en el gol. Saúl aprovechó la superación de la línea de cuatro cerca de área. El Barça sin la línea intermedia que habitualmente frecuentaba Busquets (defensa con línea intermedia de cuatro) dejó tiempo y espacio para que Saúl pudiera golpear desde lejos. El resto, talento ilicitano.

Pero como un sustento que no aguanta más el peso soportado, el Atleti comenzó a menguar y a hundirse. Sin perder el orden, el Atleti perdió metros, el Barça insistía y acabó por hacerse un partido muy largo para los madrileños. Con todo, en esos últimos minutos, además el Atleti despistó su disciplina y lo pagó caro. Una mala salida de Gaitán a una improvisada presión a la marca equivocada, liberó a Sergi Roberto que pudo romper la línea, hacer dudar en las vigilancias ante el inminente centro al área y concretar el empate. Al Atleti se le hizo largo, pero fue una indisciplina la que acabaría por castigarle.